Bailarina en la oscuridad: un escándalo de casi dos décadas que derivó en una acusación de acoso sexual
A fines de los 90, dos nombres marcados por la extraña sonoridad del Norte europeo sacudían la industria cultural del momento: Björk , la estrafalaria cantante que había recordado al planeta que existía un país llamado Islandia, y Lars Von Trier, el danés que revolucionaba al cine con una nueva mirada fundacional del movimiento Dogma 95. Personalísimos en sus búsquedas estéticas, nutridos por una tradición en común y siempre algo insondable para el ojo del mainstream, unieron talentos en Bailarina en la oscuridad, el excéntrico musical protagonizado por la islandesa (quien además compuso la banda sonora) y dirigido por Trier, que arribó a las pantallas hace casi veinte años, en el año 2000. Ganador de la Palma de Oro y del premio a la Mejor Actriz en Cannes, el film se llevó muchos más reconocimientos y nominaciones, incluidos los Oscar.
La película acaparó la escena con debates cinéfilos pero también con un ingrediente mucho menos sofisticado: los chismes acerca de los conflictos entre Björk y el danés. La dupla creativa se sacó un par de fotos para celebrar su triunfo en la Riviera francesa, pero para la conferencia de prensa del evento ya se mostraban separados. Catherine Deneuve, la coprotagonista estelar, salía a campear la llamativa ausencia de la cantante. "Ninguna película se hace sin tensión y sin dificultades", contestaba acerca de los rumores. "Trabajar con Björk fue muy fructífero para los dos pero también muy difícil", acotaba por su parte el director. "Ella no actúa nada el film, sino que realmente siente todo".
Mucho después, cuando en octubre de 2017 y en el marco del #metoo la islandesa denunció haber sufrido acoso sexual por parte de "un director danés", el caso tomó nuevamente estado público. Pero la verdad es que a lo largo de todos esos años ninguno de los dos dejó de referirse negativamente a aquella experiencia. Trier, echando mano al estilo provocador, rayano en lo enfermizo, que lo caracteriza, y Björk con algo más de seriedad y espanto. "Lars Von Trier necesita de las mujeres para darle alma a su trabajo, y por eso las envidia y las odia", fue una de las frases que más circuló en los medios a partir de la acusación, la cual habría escrito la cantante en su website, en 2004. "Las destruye durante la filmación y luego esconde la evidencia".
Raros artistas nuevos
Para 1999, Björk ya había editado algunos de los discos más importantes de su carrera. Fue "It’s Oh So Quiet", uno de los cortes de Post (álbum de 1995) que recrea el estilo de los musicales de Hollywood de los años 50, lo que inspiró a Lars Von Trier a convocar a la cantante para componer ese sueño tejido de canciones con el que Selma, la protagonista casi ciega de Bailarina en la oscuridad, huye de la aplastante realidad en la que vive. Por su parte, este proyecto del cineasta venía a cerrar su primera trilogía, que había comenzado con el drama Contra viento y marea (1996, protagonizado por Emily Watson), seguido de Los idiotas (1998). Una vez cerrado el trato y ya trabajando en las canciones de Selma (el disco se llamó, de hecho, Selmasongs), Trier le propuso a Björk encarnar ella misma al personaje de la inmigrante checa que llega a Estados Unidos con su pequeño hijo, para vivir una serie de tragedias personales que intenta mitigar con fantasías. Y la islandesa aceptó.
Björk se identificó de tal manera con el personaje de Selma que tuvo problemas al asumirlo con tanta intensidad
Rodando en Suecia, los conflictos surgieron de inmediato. "Björk se identificó de tal manera con el personaje de Selma que tuvo problemas al asumirlo con tanta intensidad", contaba Deneuve al diario The Guardian. "Recuerdo una escena en que tenía que abofetear a su hijo en el film, y no pudo hacerlo. Tuvimos que usar a otra persona porque, realmente, ella no pudo". Aunque ninguno de los involucrados en la película niega esta dificultad de la cantante, lo primero que echaron a rodar fueron los supuestos "divismos" de la islandesa, algo que, según especificó ella en su descargo de 2017 en Facebook, fue una treta del director para "crear ante su equipo una ilusión mentirosa de que yo era la difícil", como "castigo" por las "reiteradas negativas" de la cantante ante sus avances sexuales.
Se decía que Björk se había comido (literalmente) la ropa, en desacuerdo por el vestuario; o que faltaba a la filmación para irse a trasnochar a una isla griega en un jet privado. Trier contaba en 2011 a la revista GQ que en una ocasión, su nueva actriz llegó al set, escupió en el piso y se negó a hablarle. Cuando su asistente le comunicó al director que ya podía verla, éste agarró una silla y rompió un monitor que estaba a su lado. "Björk no quería filmar y eso nos costaba un montón de dinero. Y sabíamos que ella y su gente iban a ganar siempre, porque no les importaba una mierda. Era como negociar con terroristas", se quejaba el danés.
Lars, el endemoniado
Durante años, en cada reportaje y por separado, Björk y Lars Von Trier no dejaron de reforzar sus posturas (claramente opuestas) sobre lo sucedido con Bailarina en la oscuridad. Pero el director de cine tuvo muchos otros problemas. En 2011, mientras presentaba Melancholia en el festival de Cannes (una obra realizada en su descenso a los infiernos con las drogas y alcohol), armó uno de sus escándalos más conocidos. Ante una pregunta sobre cierta influencia alemana en su trabajo, declaró que "comprendía a Hitler" y que "le caía simpático", y que a pesar de ser él mismo un judío, "era nazi". En el festival lo declararon persona non grata hasta la edición del año pasado, a la que de todas formas volvió con una nueva polémica.
Si las historias de mujeres como Selma ya eran oscuras, lo que siguió en su cine fue escalando en impacto. Para cuando llegó Dogville (2003), se cuenta que Björk le escribió a Nicole Kidman alertándola acerca de lo peligroso de trabajar con Trier, "un pornógrafo emocional", según lo calificó alguna vez. Durante la filmación de Manderlay, un año después, el actor John C. Reilly huyó despavorido ante el pedido del director de matar a un burro para una escena. Más opresión, violencia y sexo explícito siguieron en películas como Anticristo (2009) y Nymphomaniac (2013) y llegaron al paroxismo en la última de sus obras, no estrenada en el país, The House That Jack Built (2018).
Como si fuera, acaso, una premonición del revuelo que provocaría el reciente estreno (en que Trier dirige a Matt Dillon, que se pone en la piel de un asesino serial), en octubre de 2017 y a la luz de las denuncias contra Harvey Weinstein, Björk publicaba aquello de que "trabajando con un director danés" había comprendido que en el mundo de la actuación, la humillación y el acoso hacia las mujeres eran "la norma". Según recogió entonces el periódico inglés The Telegraph, consultado en Dinamarca por el diario Jyllands-Posten, Trier negó los dichos de Björk pero declaró: "es un hecho que no éramos amigos". En la misma nota, el productor Peter Aalbaek Jensen acusaba a la cantante de casi hacer naufragar el film: "Hasta donde yo recuerdo, las víctimas fuimos Lars y yo. Esa mujer y su gente dictaban las reglas". Inmediatamente después, Björk (siempre en la red social) brindó detalles de cómo el director se había insinuado sexualmente hablándole "al oído" durante la filmación, cómo la tocaba y abrazaba a pesar de que ella le solicitó que dejara de hacerlo, e incluso que Trier llegó a amanezarla con "subir desde el balcón de su habitación" hasta la suya, "en el medio de la noche". Y lo cierto es que a partir del #metoo la productora de Jensen enfrentó otros cargos de empleados por maltrato y abuso, tal como informó The Hollywood Reporter el año pasado. Finalmente y luego de una investigación, las denuncias fueron desestimadas.
Mientras la crítica discute si The House That Jack Built es un genialidad o una bazofia (muchos asumen que tiene la particularidad de ser ambas cosas al mismo tiempo), los distribuidores dudan a la hora de exhibirla. En el guión, Dillon mata mujeres y niños en escenas de violencia explícita y hasta se hace un monedero con el seno de una de sus víctimas. Consultado por el diario español El Mundo acerca de si la trama era una especie de contestación a lo que sucede con el movimiento de mujeres, Trier declaró: "cuando empezó el #metoo, Björk me denunció. Es algo que he tenido que desmentir, pero ahora la gente piensa que violé a Björk. Lo que es totalmente falso. Pero es una buena historia. Es más interesante decir que lo hice, que lo contrario".
En un viaje artístico absolutamente distinto, pero no menos inconformista, hoy la islandesa trabaja con la argentina Lucrecia Martel en la puesta de su espectáculo Cornucopia, una obra que, al igual que en las anteriores, el alma femenina es sin dudas la inspiración principal. Pero la huella de aquellos sucesos perdura. "Esa colaboración provocó mucho daño en mí, saqué en claro que ser la herramienta de otra persona podía ser destructor.", declaraba la artista poco después del estreno de Bailarina... en un reportaje con la revista Los Inrockuptibles. "Necesité mucho tiempo para salir de eso, y la música me ayudó".
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