Bafici, a la hora de los premios
La israelí Policeman y la argentina Papirosen fueron las dos ganadoras
Policeman, controvertida tragicomedia del israelí Nadav Lapid, fue la gran ganadora de la Competencia Internacional del 14° Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici), que terminará hoy con varias funciones sorpresa de films premiados que se agregaron a último momento.
Este impiadoso y experimental retrato de unos policías poco ortodoxos y afectos a los excesos, que deben enfrentar una operación de un grupo revolucionario israelí, se quedó con las distinciones a mejor film y dirección.
La estatuilla a mejor actriz recayó en Zoé Heran, de la francesa Tomboy, por su interpretación de una chica que se hace pasar por un varón cuando se instala con su familia en un nuevo barrio; y la de mejor actor fue para Martín Piroyansky por su papel de un joven que juega una carrera contra el tiempo para no morir a causa de la picadura de un arácnido en La araña vampiro, film de Gabriel Medina que también ganó el premio a mejor película argentina de la Competencia Internacional. Otra representante nacional, Germania, de Maximiliano Schonfeld, sobre las últimas horas de una familia en una comunidad alemana en Entre Ríos, se quedó con el Premio Especial del Jurado.
En la Competencia Argentina triunfó Papirosen, descarnada mirada de Gastón Solnicki a los integrantes de su grupo familiar durante una década. Como curiosidad, este trabajo autobiográfico –con otro corte– había sido rechazado por el Bafici para su edición de 2011. Un año más tarde, le llegó la merecida reivindicación.
Luis Ortega resultó el mejor director por su experimental Dromómanos, mientras que La chica del sur, documental de José Luis García que fue uno de los favoritos de la crítica y del público, debió conformarse con una Mención Especial.
En la competencia Cine del Futuro la vencedora fue E na Terra não é na Lua, del portugués Gonçalo Tocha; en la de Derechos Humanos, resultó reconocida la chilena Sibila, de Teresa Arredondo; Julián Apezteguía ganó el premio ADF a la mejor fotografía por Los salvajes, de Alejandro Fadel; mientras que Tomboy, de Céline Sciamma, completó su excelente cosecha con el galardón de la crítica internacional Fipresci y el de Signis.
Otros dos reconocimientos de jurados paralelos recayeron en producciones argentinas: el premio Feisal fue para Germania; mientras que la Asociación de Cronistas Cinematográficos eligió a Villegas, de Gonzalo Tobal, recientemente seleccionada para el Festival de Cannes.
La hora del balance
Según las cifras oficiales, unas 350.000 personas participaron este año de las proyecciones (1012 funciones de 449 películas entre cortos y largometrajes) y de las múltiples actividades gratuitas. Esa cifra marca un crecimiento del 15 por ciento respecto de la edición de 2011. Sin embargo, más allá de la indudable masividad del evento, la pérdida de las dos salas del inmenso complejo Atlas Santa Fe hizo que hubiese menos entradas disponibles para los títulos más requeridos, que se agotaron incluso antes del inicio. Así, el aumento de público se dio sobre todo por la incorporación del Planetario y las proyecciones en el auditorio al aire libre de Parque Centenario.
Como todos los años, el Bafici permitió acceder a verdaderas joyas como Tabú, del portugués Miguel Gomes; Sangue do meu sangue, de su compatriota Joâo Canijo; This is not a Film, del iraní Jafar Panahi, o Photographic Memory, del estadounidense Ross McElwee, por citar sólo unos títulos. Sigue siendo, por lo tanto, una oportunidad única para que los cinéfilos locales aprecien lo mejor del circuito de festivales internacionales.
En cuanto al nivel del cine argentino (111 películas) fue bueno en general –y bastante mejor que el de la pobre cosecha 2011–, aunque faltó una película de consenso como, por ejemplo, El estudiante, de Santiago Mitre, el año pasado.
Las tres películas argentinas de la competencia internacional (Los salvajes, Germania y La araña vampiro) estuvieron a la altura de las circunstancias y demostraron –por si todavía hacía falta– la diversidad de las propuestas y de los criterios de selección de los programadores.
Entre las 14 películas de la competencia nacional, no hubo tantos puntos flojos como otros años y, si bien se repitieron ciertas miradas minimalistas sobre la adolescencia (un tema recurrente y a estas alturas algo cansador del cine independiente local), también se destacaron los documentales (Papirosen, La chica del sur), la comedia (Masterplan), dos sólidos exponentes de la nueva producción cordobesa (El espacio entre los dos y Salsipuedes) y el viaje de la ciudad al campo que propuso Villegas.
En el ámbito organizativo, se registraron algunos problemas técnicos menores en las proyecciones digitales y en otros terrenos (como el sistema online para las entradas), pero que no conspiraron contra el éxito general del evento. En este sentido, sigue siendo una proeza que un festival de estas dimensiones, aun con sus evidentes limitaciones de infraestructura y presupuesto (alrededor de cinco millones de pesos), siga creciendo sin perder su esencia, su calidad ni su eficiencia.
Como siempre, surge el interrogante de por qué este tipo de cine de calidad no tiene un amplio correlato durante el resto del año. En este sentido, el ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi, adelantó que se está ampliando el programa para llevar parte de la programación del festival a los distintos barrios de la ciudad, al interior del país y a otras ciudades latinoamericanas como San Pablo y Santiago de Chile. Cuando el Bafici pueda extender su sello y su alcance de 11 a 365 días, habrá cumplido el principal de sus objetivos.
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