Hijo del célebre músico de jazz Artie Shaw y la actriz Doris Dowling, convirtió a su salón Fun City en el punto obligado de reunión de los descontrolados años 80 en Nueva York: íntimo amigo de Johnny Depp, Iggy Pop, Marilyn Manson y Jim Jarmusch, dejó las drogas y el alcohol por una vida de escritor nómade, que lo trajo a Buenos Aires
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Jonathan Shaw se crío en Los Angeles como hijo del célebre músico de jazz Artie Shaw y la actriz de Hollywood Doris Dowling, quien llegó a actuar en películas como La dalia azul, de George Marshall (1946) y Otelo, de Orson Welles (1951). Por la casa de su infancia pasaron actores como Shelley Winters y Cary Grant, quien lo llevaba a dar paseos en pony. Sin embargo, el matrimonio duró poco. Mientras su padre desaparecía de su vida sin remordimiento alguno, su madre se perdía en la soledad del alcoholismo. Ya adolescente, se alejó de su hogar y empezó a hacer todas las cosas que hacían los jóvenes rebeldes de Los Angeles hacia fines de los 60: irse de fiesta, consumir drogas y tomar alcohol. Por ese entonces, probablemente no sospechaba que pocos años después volvería a estar rodeado de famosos: actores, rockeros y cineastas como Johnny Depp, Iggy Pop, Marilyn Manson y Jim Jarmusch que llegaban a su pequeño local clandestino de tatuajes, Fun City, en Nueva York atraídos por los diseños que les imprimía sobre la piel en tiempos en que el tatuaje aún estaba prohibido en la ciudad (recién se legalizaría en 1997). Un local escondido, sin vidriera a la calle, por el que pasaba gente in pero también mafiosos, ladrones y otros exponentes del hampa.
“Eso demuestra que tu destino te sigue. Podés correr, pero no podés escapar. Por eso creo en un poder superior que escribe nuestro destino. Forma parte de mi mapa kármico”, dijo Shaw en entrevista con LA NACION. El célebre extatuador – el primero en aparecer en el programa The Tonight Show de David Letterman- devenido escritor se encuentra en Buenos Aires para promocionar en el Bafici el documental sobre su vida Scab Vendor (se puede ver esta noche, a las 21.05; mañana, a las 14.15 y el lunes 24, a las 14.30), dirigido por los brasileños Mariana Thome y Lucas Barros.
La conexión con Brasil no debe sorprender: además de haber sido un reconocido tatuador del underground neoyorquino, Shaw es un trotamundos que vive repartido entre Brasil y las ciudades de Los Angeles y Nueva York, en los Estados Unidos, pero que también tiene una casa en Veracruz, México (ciudad en la que se despertó su interés por el tatuaje observando a los marineros del puerto) y conoce muy bien Buenos Aires, donde vivió entre 2003 y 2004. Llegó a la capital argentina buscando un lugar donde poder escribir tranquilo, lejos de las drogas y el alcohol, y también reconectar con su hijo, Jonathan Jr., de hoy 38 años, fruto de un amor fugaz con una argentina en Brasil en los años 80. Eso explica su español rioplatense fluido, con una ligera tonada brasileña y un encantador manejo del lunfardo, que incluye el (buen) uso de términos como “quilombo” y “chabón”. “Vivía en un lugar muy feo, en el barrio de Once, pero tenía un departamento maravilloso, barato. Para vivir en un barrio más cool como Palermo iba a gastar un huevo y me quedaba lejos de todo”, explicó. Cree que heredó su alma errante de su abuelo gitano, por parte de madre, y sus abuelos rusos judíos, por parte del padre. “La verdad es que, mayormente, vivo en una maleta”, aseguró.
La leyenda del pirata Jack Sparrow
A lo largo de hora y media, Scab Vendor recorre la vida de Shaw en base a un nutrido archivo de fotos, audios y videos aportados por él mismo, animaciones y testimonios de colaboradores, clientes y amigos, como el mismísimo Iggy Pop o John Joseph, el cantante de Cro-Mags. En las numerosas fotos que incluye se puede ver a un jovencísimo Depp tatuándose junto a Jarmusch en su salón en los años 80, pero también a otras caras conocidas de los 90, como Naomi Campbell y Kate Moss. La voz en off que va guiando el relato es la suya y el guion está basado en la novela autobiográfica de mismo nombre que Shaw publicó en el sello estadounidense Turner en 2017, con una preciosa tapa dibujada por otro de sus amigos, el legendario historietista e ilustrador estadounidense Robert Crumb. A esta le siguió una segunda parte, Homeward Bound, en 2018 (otra de sus novelas, Narcisa, publicada en Estados Unidos por Harper Collins, fue editada en español por el sello mexicano Sexto Piso).
Según cuenta Shaw, antes de escribir su novela autobiográfica, y por consejo de un amigo, escribió una suerte de guion sobre su vida para ordenar todo lo que tenía para contar. Entusiasmado, se lo presentó a Depp. “Siempre fuimos como almas gemelas, yo soy como un hermano mayor para él. Le regustó y me dijo que íbamos a hacer la película”, recordó Shaw. En ese entonces, la idea era rodar una biopic e incluso habían hablado de que el actor de Comando especial la dirigiera. “En ese momento Depp no era taaan famoso. Era famoso como cualquier actor, pero no era el ícono que sería después. Y justo cuando estábamos charlando sobre cómo hacer la película, llegó el ratón de Disney y le ofreció un universo de fama, prestigio y de mucha plata, y la ola se lo llevó para allá. Es decir que los que me robaron la posibilidad de hacer la película con Johnny Depp fueron el ratón de Disney y el pirata Jack”, recordó Shaw, entre risas, en referencia al famoso personaje del pirata Jack Sparrow que Depp interpretaría a partir de entonces en la serie de películas Piratas del Caribe. Nada de esto perjudicó la amistad que los une, y de la que da cuenta entre otras cosas una foto reciente en su Instagram en la que se lo ve junto al actor de El joven manos de tijera.
Pero hay más: al parecer, Depp se inspiró en Shaw para componer al histriónico pirata. “Lo más irónico es que diez años antes de Piratas del Caribe, Johnny ya me apodaba ‘Captain Jack The Pirate’. Él me consideraba medio pirata porque yo viajaba mucho, era tatuador, medio chorro, drogadicto y tenía dientes de oro… “, contó. Hacia el final del documental que se presenta en Bafici, hay un video casero tomado por Shaw hace unos años en el que se lo ve riéndose a carcajadas con Depp mientras éste le tatúa la sigla “OCJ” (“Old Captain Jack”) en el brazo izquierdo.
“La música fue siempre su primera pasión. Siempre tuvo una relación de amor-odio por Hollywood; más odio que amor, me parece, porque es un artista. Y se convirtió en una marca registrada, como Mickey Mouse”, comentó Shaw sobre su amigo.“ Por un lado le da vergüenza, y por el otro le da mucha plata y puede hacer lo que se le canta: comprar islas, comprar casas, viajar en yate… Como todos nosotros, tiene sus luchas internas”, añadió.
¿El próximo Bukowski?
Cada capítulo de la vida de Shaw parece guionado. A principios de los 80, por ejemplo, antes de abrir su icónico local en Nueva York, al que luego le seguiría un segundo en Los Angeles, terminó actuando en una película junto a Clint Eastwood. En ese entonces, tatuaba en un pequeño local de Nueva Orleans al que entró una persona buscando locaciones para Tightrope (1984). La película incluía una escena en un salón de tatuajes y fue así como Shaw también puede incluir en su “mapa kármico” dos minutos de fama junto al legendario actor y director.
Sin embargo, su vida, rica en experiencias, también tuvo capítulos oscuros, como cuando en 2010 casi va a prisión por poseer un arsenal de armas en Nueva York que incluía un rifle de asalto AK-47, 96 cuchillos ilegales y cientos de municiones. “Siempre me gustaron las armas. Era medio paranoico, quería estar preparado para cualquier cosa. Además soy medio apocalíptico. Hay que tener en cuenta que el tatuaje en una época era ilegal en Nueva York. Trabajaba a escondidas, y era un poco peligroso, porque los chorros sabían que ganaba mucha guita en cash”, dijo a este diario. “En los Estados Unidos, cada ciudad, cada estado, tiene su ley, que no tiene nada que ver con la ley federal, que dice que todo ciudadano tiene derecho a estar armado hasta los dientes. Pero cada ciudad lo interpreta a su manera”, añadió.
Hoy en día, ya limpio de las drogas y alcohol y alejado del mundo del tatuaje, Shaw está dedicado por completo a la literatura y también oficia de facilitador de rituales “sanadores” con ayahuasca para adictos. Mientras que la revista Rolling Stone lo consideró “el próximo Bukowski”, su amigo Jarmusch ha dicho que “su escritura lo certifica como habitante subversivo y criminal del mundo de las expresiones humanas”. Para Marilyn Manson, “él es Oscar Wilde y Charlie Manson tatuando un retrato de Dorian Gray en los bajos fondos de una sociedad que necesita desesperadamente este tipo de narración intrépida”.
Shaw recuerda con una sonrisa aquellos años en los que él, Iggy Pop, Depp y Jarmusch andaban por ahí “en pandilla”, aunque hoy en día lleva una vida mucho más tranquila. Ante le pregunta de si ahora se dedican a tomar juntos el té, responde divertido: “Sí, sí, obvio. Todos menos Johnny. Johnny sigue siendo bien rock and roll”.
Como hijo de una pareja célebre y habiéndose rodeado de famosos durante toda su vida, Shaw no tiene dudas de que estas deidades modernas son tan humanas como el más común de los mortales. “En el fondo son como cualquier persona. Como decía Charles Bukowski, todos cagamos por el mismo culo (risas). Pero las circunstancias de vida de cada uno cambian su trayectoria. En el fondo, todos sufrimos los mismos miedos, tenemos nuestros fracasos y victorias emocionales, nuestra evolución. La drogadicción y alcoholismo, que formaron parte de mi camino, tocan a cualquiera, no importa si sos rey o mendigo. Y si te toca, vas a tener que vivir con eso y ver qué onda”, concluyó.
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