Badalamenti: música con sello reconocible
"Uno estaba obligado a utilizar un seudónimo, especialmente si era judío o italiano", explica ahora. Pero aquel Andy Badale de los comienzos -de cuando un editor le confió por primera vez la composición de melodías a cambio de 50 dólares semanales- sólo es recordado hoy por las notas periodísticas que hurgan en su biografía. Después de haberles puesto música con sello reconocible a films tan diversos como "Corazón salvaje", "Primos", "Intriga en la calle Arlington", "La playa", "Amor eterno" o la flamante "Agua turbia", Andy está muy orgulloso de ser conocido y aplaudido como Angelo Badalamenti.
Con ese nombre lo bautizaron en Brooklyn, donde nació el 22 de marzo de 1937, hijo de un siciliano y una norteamericana. El mismo nombre que estaría en boca de sus primeros maestros de piano al comentar asombrados las improvisaciones que era capaz de desarrollar ese chico de 11 años que apenas llevaba tres de estudio. Sin embargo, todo parecía conducirlo a la enseñanza, o por lo menos ese fue el medio con el que pensó ganarse la vida cuando egresó de la Manhattan School of Music. No sería la gran vida, pero le permitiría seguir componiendo y, de vez en cuando, ir a golpear las puertas de los editores. La oportunidad de hacerse oír se la dio un canal de TV que transmitió un musical sobre "A Christmas Carol" que él había compuesto para sus alumnos. "Ahí apareció el editor de los 50 dólares; no tuve que pensarlo más de un minuto", le gusta evocar.
Parece novelesco, pero también suele recordar que su debut como músico de cine se debió a haber tocado las notas justas en el momento oportuno: estaba en Palomar Pictures, donde gracias a un amigo letrista de canciones había sido contratado para musicalizar shows de TV, cuando conoció a un cineasta también checo, Ivan Passer, que estaba preparando un policial con Ernest Borgnine, "Law and Disorder". A Andy (todavía era Andy) le bastó una rápida lectura del guión para inspirarse y quiso mostrarle a Passer sus ideas musicales. El director se negó en principio: tenía que ir al correo a despachar una carta. Pero antes de que saliera, Andy se sentó al piano y tocó... Un rato después, cuando ya lo había comprometido a componer la música, Passer le comentó: "Tuviste suerte: la carta que estaba por mandar era para Aaron Copland".
Hizo dos films con Passer -el segundo se titulaba "Gordon´s War"-; estuvo dedicado al pop y el soul, y no volvió a trabajar para el cine hasta doce años después, en 1986, cuando recuperó su nombre completo y tuvo un encuentro decisivo. Con David Lynch, claro.
Llegó como instructor para Isabella Rossellini, que debía cantar "Terciopelo azul" en el film de ese título, pero no lograba interpretarla del modo que Lynch juzgara apropiado a su atmósfera. En dos horas de trabajo con ella -cuenta- consiguieron la versión que satisfizo al director. Y detrás de ello, vino otro pedido: el productor Dino de Laurentiis, que debía pagar los derechos de la canción que quería Lynch ("Song of the Siren", de los Cocteau Twins), le sugirió que compusiera una canción propia en ese estilo. El cineasta aceptó escribir la letra de "Mysteries of Love", pero su poema no tenía rimas ni asonancias, todo un problema para Angelo. "Que sea como el mar, que fluya en el tiempo", le sugirió el director. El resultado convenció a Lynch de que nadie mejor que Angelo podría traducuir en música los climas de su historia y le encargó que se ocupara de ella. "Fue el comienzo de nuestra relación profesional y de nuestra amistad", asegura el músico, que se declara enamorado del cine negro y define su música como "trágicamente bella". Y fue también el espaldarazo que lo convirtió en uno de los músicos más cotizados del cine actual. Con "Twin Peaks" (en TV y en cine) y "Corazón salvaje" consolidaron la sociedad, que continuaría en "Carretera perdida", "Una historia sencilla" y "El camino de los sueños". Lynch reconoce que en el piano de Angelo nacen sus imágenes.
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Ya no se concibe hoy un film suyo sin la música de Badalamenti. El método de trabajo es siempre el mismo: David habla de la historia que quiere contar mientras Angelo traduce en el piano la emoción que le produce el relato. "La descripción del alma emotiva de un film es algo mágico, fundamental para mí: de ahí toman vida mis invenciones musicales", dice el compositor, que ha trabajado de igual modo con Jean-Pierre Jeunet, Danny Boyle, Jane Campion, Paul Schrader y otros. Entre ellos Walter Salles, que al rato de hablar sobre "Agua turbia" (con Angelo sentado al piano) ya estaba telefoneando a sus amigos en Brasil: "¡No podrán creerlo, pero tengo ya una hora de música para mi film y ni siquiera un solo fotograma!".
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