Atrapados en una utopía
"La balada de Jack y Rose" ("The Ballad of Jack and Rose", Estados Unidos/2005). Guión y dirección: Rebecca Miller. Con Daniel Day-Lewis, Camilla Belle, Catherine Keener, Paul Dano, Ryan McDonald, Jena Malone y Beau Bridges. Fotografía: Ellen Kuras. Música: Michael Rohatyn. Edición: Sabine Hoffmann. Diseño de producción: Mark Ricker. Presentada por Distribution Company. Hablada en inglés. Duración: 112 minutos. Para mayores de 16 años.
Nuestra opinión: Buena
Desconcertante, provocativa, incómoda, agridulce. Ni siquiera esos adjetivos unidos alcanzan a definir en toda su dimensión esta triste balada cinematográfica de Rebecca Miller. En su tercer largometraje, la talentosa directora de "Angela" e "Intimidades" narra con esta historia ambientada en 1986, en una isla no precisada de la Costa Este norteamericana, el canto del cisne de la utopía del "flower-power" de los años 60 y 70.
Allí, donde alguna vez funcionó una comuna entre hippie y libertaria que terminó en fracaso y desbande, hoy permanecen -prácticamente aislados del mundo exterior- un iracundo, idealista y decadente ingeniero de origen escocés llamado Jack (Daniel Day-Lewis) y su hija Rose (Camilla Belle). Mientras el padre se va desintegrando moral y físicamente (sufre del corazón), la adolescente-a la que él mismo educa e intenta mantener aislada de todo contacto social- va madurando y experimentando emociones propias de una chica de 16 años. Esa tensión termina por estallar cuando Jack invita a su novia, Kathleen (Catherine Keener), y a los dos hijos de ésta (Paul Dano y Ryan McDonald) a vivir con ellos.
El arribo de esos tres extraños -una mujer controladora y dos medios hermanos decididamente opuestos entre sí- quiebra el microclima en el que vivían padre e hija hasta el momento. El aparente idilio se va tiñendo, entonces, de una creciente carga de resentimientos, angustia, desesperación, reproches y ataques de ira.
Las relaciones posesivas lindantes con el incesto, los celos enfermizos capaces de destruirlo todo, los pactos de sangre y las lealtades son algunos de los grandes temas que afloran en este guión que la directora trabaja con bruscos cambios de tono (a una escena melodramática le sigue un pasaje de humor casi grotesco, y viceversa).
Oda sobre el amor paterno-filial, esta tragedia shakespeareana aborda con enorme sensibilidad, pero con resultados dispares, temas tan delicados como las miserias de las familias disfuncionales, la frustración ante esas ilusiones quiméricas que no se han concretado, el despertar sexual adolescente y las relaciones edípicas. Le suma además -en una subtrama que remite al cine social de John Sayles- un enfrentamiento entre Jack y Marty (Beau Bridges), un ambicioso empresario que intenta desarrollar en ese paraíso natural un faraónico emprendimiento inmobiliario.
Película dominada por atmósferas sugerentes e imágenes subyugantes sobre la naturaleza que le dan por momentos un vuelco surrealista, "La balada de Jack y Rose" entrega esa sensación contradictoria entre el romanticismo y el absurdo (casi ridículo) que caracterizaron el accionar de los utópicos. La fotografía en 16 milímetros de la talentosa Ellen Kuras -habitual colaboradora de Miller, Spike Lee y Michel Gondry-, la rica banda sonora donde se lucen la poesía de Bob Dylan y las voces de Screamin´ Jay Hawkins o la gran Nina Simone, y la imponente caracterización (jugada casi al límite de la sobreactuación) de Day-Lewis para construir un monstruo querible hacen de este film un rico y poderoso poema visual.
Rodada con un presupuesto de apenas un millón y medio de dólares, esta producción independiente resulta una inquietante reflexión sobre lo que significa vivir fuera de época y a contramano de las reglas sociales. Es, también, un estudio sobre el fin de la inocencia, sobre la culpa, sobre las relaciones posesivas y el amor tan obsesivo como compulsivo. Una película adulta, ambigua y desafiante, por momentos caótica y desprolija, pero que en sus propios desbordes y en su falta de límites y de condicionamientos deja vislumbrar un cine vivo, visceral y alejado de todo cálculo previo.
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