Atómica: el talento y el magnetismo de Charlize Theron elevan un thriller deshilachado
Atómica / (Atomic Blonde, Alemania/Suecia/Estados Unidos, 2017) / Dirección: David Leitch / Guión: Kurt Johnstad, basado en la novela gráfica de Antony Johnston y Sam Hart / Fotografía: Jonathan Sela / Edición: Elísabet Ronaldsdóttir / Música: Tyler Bates / Elenco: Charlize Theron, James McAvoy, Eddie Marsan, John Goodman, Toby Jones, James Faulkner, Sofia Boutella / Distribuidora: UIP / Duración: 115 minutos / Calificación: apta para mayores de 16 años / Nuestra opinión: buena
La sudafricana Charlize Theron es la protagonista de "Rubia atómica" (tal sería la traducción fiel del original Atomic Blonde). Sin embargo, esta película aquí se llama solamente Atómica, lo que no deja de ser una decisión extraña. La rubia Theron es, además, productora del film. Y en un punto -o en muchos- esta película podría pensarse como una (auto)celebración de la inconmensurable fotogenia de la actriz, que se exhibe con un vestuario tan variado como espectacular. Y también, en una época en que las estrellas rara vez se desnudan, ella lo hace con notable orgullo, como si construyera una película en paralelo, una más memorable, hecha, entre otros fragmentos, de su admirable espalda.
Theron, en una película en la que tiene que manejar el sarcasmo mientras es interrogada sobre sus acciones como espía en Berlín en el final de la Guerra Fría y además debe enredarse en peleas de tremendo despliegue físico contra muchos hombres, demuestra una eficacia permanente, y un altísimo compromiso con una película por debajo de su potencia y magnetismo de estrella.
La película, por si la rubia fuera poco, tiene a su disposición las muy rendidoras calles de Berlín en los días previos a la caída del muro. Allí es enviada la espía Lorraine Broughton (Theron) a recuperar una lista microfilmada y, claro, comprometedora. No importa demasiado el argumento, Atómica es una de esas de espías desconfiados y traicioneros, con los encantos mencionados más una profunda billetera para comprar derechos de canciones paradigmáticas de la época y para retrotraer a la siempre cambiante Berlín a como estaba hace casi treinta años: dividida en dos, para empezar.
Si con todo esto Atómica logra ser apenas una película vistosa y seductora de a ratos se debe a que prácticamente carece de méritos narrativos: el relato no fluye, se entrecorta, se hace arenoso. No hay una visión organizadora que genere cohesión y tensión, que presente como necesaria cada secuencia. Se suman referencias, guiños, canchereadas diversas, verbalizaciones demasiado frontales al final, pero Atómica no hace sistema. Así, lo que queda es una suma de deslumbramientos ante el talento y el talante de Theron, y varias peleas bien coreografiadas. El director Leitch tiene más experiencia como doble y coordinador de dobles que como realizador, y lamentablemente se nota.
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