Luis Tosar protagoniza una thriller que mantiene la tensión con herramientas clásicas del género pero aborda una temática compleja de un modo superficial.
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Atentado en Madrid (Todos los nombres de Dios, España/2023). Dirección: Daniel Calparsoro. Guion: Gemma Ventura. Fotografía: Tommie Ferreras. Edición: Antonio Frutos. Elenco: Luis Tosar, Inma Cuesta, Nourdin Batan, Roberto Enriquez, Patricia Vico, Lucas Nabor. Duración: 100 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: regular.
En Atentado en Madrid parecen convivir dos películas: una que apuesta decididamente al thriller de inspiración hollywoodense y consigue mantener la tensión que exige el género aun a costa de situaciones deliberadamente reñidas con el verosímil, y otra que apela a un tema importante para manipular las emociones.
El thriller tiene un protagonista excluyente -una vez más, un hombre común que involuntariamente debe atravesar una experiencia extraordinaria, como en algunos clásicos de Hitchcock, por caso- y varios secundarios de peso que responden a patrones bastante conocidos: su esposa y su hijo, golpeados por una tragedia familiar que alteró el vínculo entre ellos, y sobre todo una agente jerárquica de la Guardia Civil muy enérgica, temperamental, pero también empática, que reproduce casi miméticamente los ademanes y las conductas de muchas de ese mismo estilo que hemos visto demasiadas veces en ficciones policiales norteamericanas.
Todo se precipita cuando Santiago -interpretado por el popular actor gallego Luis Tosar (a los 53 años ya tres veces ganador del Goya, el premio cinematográfico más conocido y prestigioso de su país)- se encuentra inesperadamente con alguien que parece escapar como puede del desastre provocado por un atentado terrorista en el aeropuerto de Barajas, igual que decenas de otras víctimas. Pero en realidad él no está allí por casualidad. El incidente podría describirse en pocas palabras como la mala fortuna de un taxista solidario que termina atrapado en una auténtica pesadilla.
Los giros en el relato a partir de allí son bruscos, y muchos apuestan sin tapujos a la espectacularidad, al alto impacto. Pero ese tipo de operaciones son comunes en el cine de acción y apenas necesitan de un espectador cómplice que le guiñe un ojo al juego de la ficción, sobre todo si los sucesos, aún cuando estén cerca del disparate, logran capturar su atención. Y esta película por momentos lo consigue, básicamente porque su director, Daniel Calparsoro, maneja con pericia los tiempos y las energías del thriller, como demostró con el ritmo frenético de Hasta el cielo, primero película y después serie de Netflix.
Más temeraria es la elección de un tema traumático para la sociedad española -el del terrorismo, que dejó en su conciencia colectiva una huella indeleble hace ya veinte años- como telón de fondo del objetivo principal de Atentado en Madrid. Porque la película no profundiza, apela a los lugares comunes y al trazo grueso e incluso utiliza un tema espinoso con una intencionalidad que roza lo extorsivo. Una idea discutible en momentos donde los problemas con la inmigración se vienen agudizando en España y en casi toda Europa.
El último tramo del film transcurre en un lugar emblemático de Madrid transformado en escenario distópico. El cine español ya recurrió más de una vez a su influjo (en Abre los ojos, de Alejandro Amenábar; en El día de la bestia, de Álex de la Iglesia; en El crack, de José Luis Garci). Esta vez, la imagen desesperante de ese hombre atribulado cuya vida gris de pronto se transforma en el centro de atención de los grandes medios de comunicación nacionales por quedar, sin ni siquiera sospecharlo un rato antes, al borde de una gran tragedia es llamativa, poderosa.
Por lo demás, lo que queda debajo de la superficie, casi como una excusa, es un asunto delicado que Atentado en Madrid apenas sobrevuela para saldarlo con un desenlace tan obvio como cualquier enunciado que se formula por mero compromiso.
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