
Arturo Ripstein da pelea
Los Ripstein -el cineasta Arturo Ripstein y su esposa, la guionista Paz Alicia Garciadiego- son visitantes frecuentes de la Argentina. "Paz y yo tenemos pasados argentinos, hemos estado indisolublemente ligados a este país, mucho más de lo que cualquiera podría suponer ", asegura el director mexicano, que aprendió a hacer cine con su padre, productor de películas populares. Es el cineasta mexicano más respetado: acredita obras importantes, como "La reina de la noche", "La mujer del puerto" y "Profundo carmesí", entre otras. En 2000, con "La perdición de los hombres", ganó la Concha de Oro, el premio a mejor guión y el de la Fipresci en el Festival de San Sebastián. Experto en zonas marginales, marcadas a fuego por las pasiones, la sordidez, algunas veces atravesadas por observaciones corrosivas, ha adaptado a algunos escritores famosos, como Guy de Maupassant, Gabriel García Márquez y Naguib Mahfouz.
"Paz tiene una hija que vive aquí, en Buenos Aires, y la madre de mis hijos es argentina", contó a LA NACION al final de una tarde de lunes muy agitada. Fue la primera de una semana en la que ambos, invitados por la EscueLA NACIONal de Experimentación y Realización Cinematográfica (Enerc), dependiente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), darán clases magistrales en el ciclo "Diálogo con los notables del cine mundial". Hoy, a las 18.30, será la de Ripstein; mañana, en igual horario, la de Garciadiego (ambas en Moreno 1199, con entrada gratuita).
El cineasta acaba de terminar la coproducción con España "El carnaval de Sodoma", adaptación de una novela del dominicano Pedro Antonio Valdez, con eje en un burdel ("pequeños mundos donde desaparecen las reglas de la sociedad, más fotografiables", asegura) y que tiene como protagonistas a las prostitutas y sus clientes.
-Los latinoamericanos ¿nos entendemos entre nosotros?
-No, para nada. Somos una docena y media de países desunidos por una misma lengua. Hay películas colombianas, como "La vendedora de rosas", o argentinas, como "Pizza, birra, faso", que sin subtítulos no las hubiésemos entendido. Ya no hablamos un español neutral, y en el lenguaje coloquial los abismos se agrandan. Cuando el cine se vuelve a colores se acerca mucho a la realidad, y la realidad está determinada por sus usos y costumbres.
-El color o el blanco y negro, el registro fílmico o el digital, ¿no son cosas que ponen en apuros a un cineasta?
Ripstein: -Para empezar, el formato digital es más barato: es la diferencia entre filmar o no una película. El mundo del cine es muy conservador, hay muchos corazones de celuloide, como el mío, que se rehúsan al cambio, pero cuando es indispensable no hay otra salida.
Garciadiego: -Cuando Ripstein aceptó usar por primera vez el formato digital le pregunté si eso iba a afectar mi trabajo como guionista y él me dijo que, simplemente, era más barato. Sin embargo, después me di cuenta de que algo cambiaba: si la producción iba a ser muy barata, no iba a ser mi última película. Cuando las películas eran en celuloide siempre pensaba que la que estaba haciendo podía ser la última y debía decir todo. Tener la certeza de que no aligera el alma. Al recuperar lo lúdico de hacer cine uno se atreve más en lo narrativo.
-¿Cuál es la principal dificultad actual del cine?
Ripstein: -Que se pueden tener las películas, pero no se las puede exhibir. Hay alternativas: Internet, o la distribución personal en DVD. No aparece el negocio, pero la película puede llegar al espectador. La tecnología hace posible el cine, lo que no significa que sea bueno. Hay una cantidad fulgurante de basura, aunque atrás siempre estará el que haga una obra notable. Es igual que sentarse a escribir un cuento. Cualquiera puede hacerlo, pero de allí a que haya buenos sólo porque hay muchos, no es cierto. Dios no es democrático y no le da el talento a todo el mundo. Lo da con cuentagotas: a unos les toca, a otros no.
-¿Es difícil para un director consagrado dirigir en México?
Ripstein: -Es difícil para todos. Este es un buen momento para el desastre. Antes se necesitaba una maquinaria. Ahora se puede coger una cámara e ir reduciendo costos. Consagrados o no, viejos o jóvenes, a todos nos cuesta el mismo trabajo. Incluso puede ser más difícil para mí que para un joven talento con cero experiencia, que puede tener mérito artístico o no, pero sí el mérito de ser joven, y que los productores tienen la certidumbre de que son controlables.
-¿Alguna vez pensó que la película que estaba filmando podía ser la última?
Ripstein: -Todas las veces.
Garciadiego: -El problema ahora radica en tener un montón de películas clandestinas, que no tienen una exhibición formal, algo que nos aqueja a jóvenes y viejos. "Ya hice la película", sí, pero no hay mecanismos que aseguren su estreno.
Ripstein: -De las muchas películas que se hacen aquí en la Argentina probablemente se estrene la mitad, ¿y con las otras qué pasa? En otros tiempos todas las películas mexicanas se estrenaban en nuestro país. Ahora no. ¿Qué sentido tiene que haga cine para mi familia y mis amigos?
-¿La realidad es más difícil de entender que el surrealismo?
Ripstein: -El surrealismo se entendía muy claramente. La realidad no, no parece tener ninguna meta clara.
-¿Cómo define su cine: realista, surrealista?
Ripstein: -Vengo de un país que es absurdo. No hago surrealismo, como han dicho algunos. El surrealismo nació revolucionario y demoledor y termina siendo complaciente y ornamental. No tengo nada que ver con eso salvo que vivo en un país completamente demencial, en donde lo que filmes sale así como extraño. Lo que pasa es que hay más cine realista que del otro, porque el cine se parece mucho a lo que se ve. Mi cine alude a la realidad como una nostalgia distante.
-¿Prefiere el blanco y negro?
Ripstein: -Filmaría todo en blanco y negro. Las películas gloriosas de los grandes cineastas, todas son en blanco y negro. ¡Qué hubiera sido de Buñuel si hubiese tenido la desdicha de filmar "Los olvidados" en color! hubiese sido "Belle de Jour" entre la mugre. No es de extrañarse que las grandes exposiciones de fotografía sigan siendo en blanco y negro. Si toda mi obra hubiese sido en blanco y negro, seguramente hubiese sido mejor. Con el blanco y negro trabajan los ojos y las tripas.