El director argentino habla de su 2017, año en el que sobrevivió a dos terremotos, dirigió al Señor Barriga y rompió la taquilla con ‘Mamá se fue de viaje’
Es una locura, boludo”, dice Ariel Winograd, el director argentino de 40 años que en 2017 se convirtió en el más taquillero del cine nacional. Su película Mamá se fue de viaje –donde el personaje de Diego Peretti, un marido inútil en cuestiones domésticas, tiene que hacerse cargo de sus cuatro hijos cuando su mujer, Carla Peterson, se toma unas merecidas vacaciones– se estrenó en vacaciones de invierno y les ganó a todos los tanques internacionales. Winograd, que empezó filmando rap en VHS (en 1998 hizo El Juego, el primer documental de rap argentino) y dirigió videos de Massacre, se ha vuelto el referente de la comedia para toda la familia, un género “bastardeado”, según dice. Acaba de volver de México, donde sobrevivió a dos terremotos, fue al show de los 20 años de ¿Dónde jugarán las niñas?, de Molotov (“Me sentía en Wayne’s World 2”), y por primera vez hizo un film que se estrenará en Estados Unidos, en el que actúa Edgar Vivar, el Señor Barriga. “Estar dirigiendo a un tipo que vi toda mi infancia en el Chavo del 8”, dice, “me hizo pensar: ‘¿Cómo llegué acá?’”.
¿Por qué creés que la gente conectó tanto con Mamá se fue de viaje?
Yo siempre la sentí como una película feminista. Me parecía que estaba buenísimo que un padre medio machista a la antigua se tenga que poner los zapatos de la crianza de cuatro pibes. Pero con 500.000 espectadores ya estaba hecho. Compitió contra Transformers, El Hombre Araña, Minions y todos los tanques, y hoy digo: “Boludo, ¡les rompimos el culo!”. Pero si le iba mal, también podía decir: “Y bueno, ¡qué querés!”. En Argentina, el cine “para toda la familia” quedó ligado a productos tipo Bañeros, y lo emocional sólo a las películas de animación, tipo Toy Story. Yo siento que Mamá se fue de viaje logró eso que generan las películas de animación sin serlo, porque para meter 1.700.000 espectadores tiene que haber generado mucha identificación.
También tuvo éxito fuera de Argentina.
Me sorprendió también eso. Metió 250.000 espectadores en Perú y es la película más taquillera de la historia del cine argentino allá. Se estrenó en Chile y le fue súper bien. En Uruguay le ganó a It. Donde se estrena, genera un quilombito. Es alucinante, porque el lenguaje de la comedia es universal. Todos tenemos los mismos problemas.
¿Qué te llama la atención de la comedia a nivel global hoy?
Ahora lo que veo es que, por un lado, hay muchísimas series de comediantes. ¿Viste Master of None (de Aziz Ansari)? La primera temporada está bien, pero la segunda ya es: “Wow, qué locura este tipo”. Igual la comedia ya no está sólo en las series y películas, está en todos lados. Un tweet puede ser algo gracioso, o un meme o un video viral.
Suele decirse que el tono de tus películas es “muy americano”. ¿Qué te pasa con eso?
Yo las siento súper personales a mis películas. A veces leo comentarios que dicen: “Pero esto es como una película americana”. No, boludo, somos todos argentinos haciendo películas en Argentina. El cine americano es americano y, obvio, hicieron pelis alucinantes. ¿Las vas a negar? ¿No las vas a ver?
De Cara de queso (2006) a Mamá se fue de viaje, las temáticas de tus seis comedias parecen haber ido creciendo, ajustándose a tu vida y a tu edad. ¿Qué pensás de eso?
Uno va creciendo y sus temáticas van creciendo. Ojalá llegue a viejo para poder hacer una película como Los Meyerowitz, ¡¿viste lo que es esa película?! Y sí, es así: si yo no hubiera tenido hijos, no podría haber filmado Sin hijos (2015), porque hay algo que te va modificando la mirada. ¿Cómo iba a filmar eso sin saber lo que es tener un hijo? Aparte de que se te ocurren cosas mucho más divertidas…
En Mamá se fue de viaje, de hecho, pusiste a actuar a Lorenzo, tu hijo. ¿Cómo pasó?
Pensé: “Si Apatow –que es mi maestro zen– lo hace, probemos”. Y fue un flash, porque se actuó todo el pendejo. Pero fue una locura igual, eh... Lolo volvía a casa con una energía re sacada. Nunca me voy a olvidar que, uno de los días, estaba re loco el pibe y agarró el iPad de su hermana, se paró en el segundo piso del departamento y empezó a gritar “AHHHHGGGGGG”, y tiró el iPad de la hermana a la mierda. O en el set, donde él tenía que dibujar la pared en un par de escenas, nos terminó rayando toda la casa, hasta que le explicamos que era una película (se ríe). En el guión, su personaje era una nena de 2 años que estaba todo el día a upa y no decía nada. Y acá se transformó en Alf, literalmente.
¿Cómo es la película que filmaste en México?
Es mi primera comedia romántica, pero es algo cínica y están invertidos los roles: la víctima de la rotura de corazón es el hombre. Yo fui a hacer allá lo que hago acá, porque en México no trabajan este tono y están en medio de un boom de la comedia. Una película a la que le va mal mete un millón de espectadores. Es monstruoso. Veremos cómo nos va…
¿Estabas en el set cuando ocurrieron los terremotos?
Sí. Durante el primero, estábamos filmando en un supermercado del D.F. y sentí que algo se movió. Cuando miré para arriba, los carteles de ofertas que colgaban del techo se estaban meciendo. La segunda vez, estábamos en Pedregal, y hasta que pude comunicarme con mi familia, que estaba en el hotel, pasé mucha tensión. Pero sobreviví a dos terremotos, que es una experiencia que uno tiene que pasar en la vida. Y no es como en las películas, por suerte.
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