Argylle, el nuevo artificio pop con el que Matthew Vaughn recupera su mirada irónica sobre el cine de espías
El director de Kick-Ass y la trilogía de Kingsman vuelve a jugar con la parodia de las historias de agentes secretos en su película más ambiciosa, que funciona como punto de partida de una nueva aventura y cuenta con un elenco lleno de estrellas
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Argylle, agente secreto (Argylle, Estados Unidos-Reino Unido/2024). Dirección: Matthew Vaughn. Guion: Jason Fuchs. Fotografía: George Richmond. Música: Lorne Balfe. Edición: Tom Harrison-Read y Lee Smith. Elenco: Bryce Dallas Howard, Sam Rockwell, Henry Cavill, Bryan Cranston, Samuel L. Jackson, Sofia Boutella, John Cena, Dua Lipa. Distribuidora: UIP. Duración: 139 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: buena.
Argylle es el nuevo y gigantesco artificio pop con el que Matthew Vaughn reinvidica su pasado y su identidad como creador. El director de Kiss Ass y la trilogía de Kingsman vuelve a jugar con la parodia de las historias de agentes secretos, espías internacionales y grandes conspiraciones de nuevo con la presencia central de agentes encubiertos, como ocurría en la adaptación de las historietas creadas por Mark Millar.
Vaughn siempre volcó sin titubeos toda clase de vistosos recursos de producción y un enorme despliegue visual al servicio de sus relatos de aventuras sofisticadas, acción y humor ácido, siempre marcadas por el exceso y la preferencia por un estilo bien colorido y caricaturesco, propio de la historieta y la novela gráfica.
En este sentido, Argylle funciona como resumen de su obra previa y al mismo tiempo como una suerte de flamante (y más ambicioso que nunca) punto de partida, respaldado por un aura de misterio presente y futuro (hay una escena post-créditos muy ilustrativa al respecto) que los departamentos de marketing se encargaron de estimular de todas las maneras posibles.
De Argylle (la película) se hablará tanto como de la novela que la inspira, firmada por una autora llamada Elly Conway y caracterizada por ser muy elusiva. Casi nada se sabe de ella. “Existe una Elly Conway. Y le ruego que salga de las sombras”, expresó hace poco Vaughn ante los rumores, ahora desmentidos, de que Taylor Swift se ocultaba detrás de ese aparente nombre de fantasía.
Todas las incógnitas parecen inducidas en busca de un objetivo: que se hable de la película sin que trascienda demasiado cómo la propia autora se involucra en la trama. Porque Conway, personificada con aire inocente y mucha convicción por Bryce Dallas Howard, es una escritora de exitosas novelas policiales (la saga de Argylle, cuatro libros transformados en best sellers al comienzo del relato) que de repente empieza a experimentar en la realidad hechos muy parecidos a los que escribe.
Parte del atractivo de Argylle tiene que ver con ese ida y vuelta permanente entre las aventuras ficticias de un agente secreto intrépido y seductor (Henry Cavill, con un curioso corte de pelo) y la realidad que compromete a su autora. Desde un comienzo en el que la cantante Dua Lipa se luce como glamorosa espía (una Mata Hari en versión pop), queda bien a la vista el regreso de Vaughn al mundo que mejor conoce, el de las parodias de 007 (y de series como Los vengadores o El agente de Cipol) en clave bien irónica, farsesca y celebratoria.
Peculiares héroes de acción
La excusa argumental no es demasiado novedosa: detrás de Argylle aparecen complicadas derivaciones relacionadas con el funcionamiento de una especie de sindicato del crimen y la lucha entre esa organización y los “buenos” por apoderarse de documentación clave. La diferencia aparece configurada a los costados, con detalles curiosos relacionados con la familia de la escritora y el lugar que ocupa en su vida su mejor amigo, un gato llamado Alfie.
El otro detalle interesante es el modo en que Vaughn transforma en héroes de acción a intérpretes completamente imprevistos para ejercer esa clase de roles. Antes de esta película no podíamos imaginar ni a Dallas Howard ni al siempre excelente Sam Rockwell dispuestos a pelear a punta de pistola o mano a mano (con los mejores conocimientos de artes marciales) con hordas de villanos en escenas muy imaginativas, coreografiadas con el aprovechamiento de todas las herramientas imaginables del cine digital, el comic de superhéroes y la cultura pop.
En algunas de esas escenas, que evocan por momentos el ánimo festivo de las películas de Guardianes de la galaxia, aparece lo mejor de Argylle. También hay puntos altos en un estelar elenco muy comprometido con el espíritu lúdico que propone Vaughn. Esto se nota en cada uno de los nombres muy conocidos que desfilan por la pantalla, especialmente en los casos de Bryan Cranston y Samuel L. Jackson.
Se le hace difícil a Vaughn mantener toda esa energía bien arriba durante casi dos horas y media que parecen por momentos excesivas. Y más de una vez el director cede a la tentación del uso excesivo de la ironía para mostrar que sólo él puede mover los hilos del relato. Ese pecado de arrogancia se compensa con un par de virtudes incuestionables: Argylle está concebida en todo momento como un disfrutable y muy entretenido recreo (no aparece aquí ninguna de las citas serias que estropearon a King’s Man: el origen), lleno de peleas a muerte, pero sin una sola escena o imagen cruenta.
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