Richard Linklater estrenó en 2004 la segunda entrega de lo que eventualmente se convertiría en una de las mejores trilogías de la historia del cine, protagonizada y coescrita por Ethan Hawke y Julie Delpy
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“¿Eres un romántico o un cínico?”, pregunta Jesse (Ethan Hawke) ante la audiencia que fue a la presentación de su libro, This Time, en la librería parisina Shakespeare and Company. Jesse, en realidad, está retrucando la consulta de un periodista respecto al final de su novela autorreferencial: ¿el joven idealista que conoce a mujer en un tren rumbo a Viena se reencuentra con ella seis meses más tarde como se prometieron o jamás vuelven a verse? La ambigüedad de su relato deja la puerta abierta a tres posturas: romanticismo, cinismo, e indecisión. Tras esa repregunta, Jesse levanta la mirada y allí está Céline (Julie Delpy), sonriendo con complicidad.
El libro la interpela, el libro es sobre ese encuentro de ambos en su juventud cuando todo era pulsión por lo desconocido, sin tanto miedo al reloj, con una caminata y una charla que podría haber continuado eternamente. El comienzo de Antes del atardecer, la secuela de Antes del amanecer dirigida por Richard Linklater y coescrita por el realizador junto a Hawke y Delpy (los tres fueron nominados al oscar por su guion), se estrenó en 2004, nueve años después de la primera parte, y es la predecesora de -hasta el momento-, la última entrega de la saga: Antes de la medianoche.
Volver a volver
Como lo declararon en múltiples ocasiones sus protagonistas y su director, ninguno estuvo listo para soltar a Jesse y a Céline, quienes de hecho hacen un cameo en el film animado de Linklater, Despertando a la vida. No se trataba de pensar el cine en función de darle una respuesta definitiva a la audiencia sobre qué sería del destino de esos representantes de la generación X que hablaban de Georgres Seurat, que leían al poeta David Jewell, y citaban a otro poeta en el umbral de su separación forzada: a Wystan Hugh Auden y sus reflexiones sobre la imposibilidad de conquistar el tiempo, una de las grandes obsesiones de Linklater como cineasta, como pudimos vislumbrar en Boyhood, toda una hazaña cinematográfica.
No se trataba de pensar el cine en función de dar una respuesta definitiva porque no se trataba de forzar la narrativa. Se trataba de dos personajes que no abandonaron el pensamiento de la trifecta creativa en esos años en los que estaban abocados a otros proyectos. Linklater, Hawke y Delpy solían enviarse mails con ideas sueltas sobre Jesse y Céline y un posible reencuentro, diálogos que podrían compartir, frases que surgían y que quedaban entre ellos.
"Siempre fue un proceso colaborativo, y en mi caso Ethan y Richard querían darle importancia a la voz feminista de Céline, nuestro ida y vuelta no concluía nunca"
Julie Delpy
La conclusión siempre era la misma: la historia no estaba terminada y Linklater estaba volviendo a las fuentes de Slacker, al deseo primigenio de captar algo que va hacia adelante, con esos “deseos que se renuevan constantemente”, ni más ni menos que la prueba concreta del disfrute del aquí y ahora.
“Cuando empezábamos a escribir, empezábamos mal. El guion no era bueno”, le contó Hawke a The Guardian. “Porque todo comienza con esas ideas que después tenés que amoldar a ciertas escenas, y ahí empezás a preguntarte: ‘¿cómo esto que estoy escribiendo va a surgir naturalmente en una charla, por qué alguien diría eso en ese momento’?”, expresaba el actor. Para Delpy, revisitar a Jesse y Céline fue un trabajo que consistió en pulir todos esos mails que se enviaban. “Cuando veíamos que algo quedaba forzado, lo reescribíamos hasta que saliera natural. Con Rick teníamos una regla: si alguno no estaba de acuerdo con una línea de diálogo, la sacábamos”, amplió Delpy, remarcando que la trilogía de Antes del amanecer -y particularmente en el caso de Antes del atardecer- no tiene momentos de improvisación. La magia de la saga está, entre muchos factores, en las interpretaciones de sus protagonistas, cuyos diálogos tan extraordinarios, que van del humor a la melancolía en cuestión de segundos, fluyen como si nadie los hubiera escrito. Por el contrario, el trabajo que hubo detrás de los mismos les llevó años.
“Siempre fue un proceso colaborativo, y en mi caso Ethan y Richard querían darle importancia a la voz feminista de Céline, nuestro ida y vuelta no concluía nunca”, contó Delpy. En Antes del amanecer, si bien los actores no recibieron su crédito, también trabajaron en el guion basado en la historia de Linklater y Kim Krizan, y escribían fragmentos del film mientras rodaban en Viena, pero no solo apuntando a los denominados Gen Xers. “Siempre supimos que queríamos contar una historia de amor universal”, remarcó el trío.
Un cine verdadero
Delpy, quien filmó una suerte de variación de Antes del atardecer con la brillante Dos días en París, contó que quería contribuir en el guion de la saga de Linklater siguiendo el consejo del cineasta polaco Krzysztof Kieślowski, con quien trabajó en Tres colores: Blanco. ¿El consejo? “Toma una semilla de verdad y conviértela en un árbol”. El consejo se expandió a todo el desarrollo de Antes del atardecer, película que estudia el tiempo desde el libro de Jesse y su intención de capturar un instante “que dure lo que dura una canción pop”; el vals de Céline que encapsula otro momento efímero, hasta esos flashes del primer encuentro que Jesse recuerda cuando Céline pisa la librería y todo queda suspendido, como el cierre mismo del film, quizá uno de los mejores finales de la historia del cine.
Para Linklater, encontrarse con Hawke y Delpy en París fue “magia pura”. “Desde que los personajes reaparecieron en Despertando a la vida que sabía que estaba esa necesidad de volver a ellos, así que cuando nos organizamos para filmar, trabajamos un par de días reescribiendo algunas cosas y luego filmamos en quince días”. El recorrido que emprenden los personajes desde Shakespeare and Company hasta el departamento de Céline está filmado casi enteramente en un plano secuencia y, en tan solo 80 minutos, se logra un objetivo monumental. En primera instancia, hacerle sentir al espectador que él mismo está yendo a una cita, al reencontrarse con esos personajes que, a su vez, se vuelven a ver tras nueve años, sin saber por qué no cumplieron con la promesa que se hicieron luego de esas horas compartidas en Viena.
En segundo lugar, una vez que las explicaciones son dadas, Jesse y Céline retoman el ritmo de sus conversaciones como si no hubiese pasado el tiempo -podríamos argumentar que, para ellos, efectivamente no ha pasado, que éste se detuvo en esa otra ciudad europea-, se ponen al día, comparten sus frustraciones sentimentales y, al subir al auto que los conduce al hogar de Céline, la verdad aflora. Miradas, reproches, confesiones, abrazos que los disuelven “en moléculas”, y una realidad compartida: ninguno pudo dejar de pensar en el otro mientras la vida los fue poniendo en diferentes lugares. En París el reloj sí corre con mayor prisa, un avión está a punto de despegar y lo que está en juego es algo mucho más grande: alterar un presente menos idealista, con mayores responsabilidades. Paradójicamente, Linklater retrata esto con un abordaje más intimista, y con su actual colaborador Lee Daniel como director de fotografía, pieza clave del largometraje.
La fantasía de Antes del amanecer regresa bajo otra forma en Antes del atardecer, con Jesse y Céline enfrentando lo evidente: para los jóvenes, las figuras de Seurat eran transitorias. De adultos, se confiesan que no solo nunca se olvidaron de lo que vivieron juntos, sino que incluso Jesse le relata a Céline con la voz entrecortada que creyó haberla visto cuando ella vivía en Nueva York, aún sin saber que ella pasó un tiempo allí. Un recuerdo que jamás pudo soltar. Antes del atardecer es la forma de decirle a sus protagonistas que es momento de lidiar con lo que está enfrente. Ahora hay que responder a la pregunta. ¿eres un romántico o un cínico?
Justo a tiempo
Como todo el proceso creativo de la trilogía, el memorable final llegó con una idea hermosa en un día normal. En este caso, de la mano de Julie Delpy. “Estaba escribiendo para otra película y de repente se me ocurrió un cierre en el que yo imitaba a Nina Simone y le decía a un personaje que iba a perder el avión. Le mostré a Richard y le encantó. Si bien al principio no estaba segura de soltar esa idea, pensé que la saga era más importante que cualquier otro film que yo hiciera porque le estaba hablando a todo el mundo”, aseguró la actriz.
Efectivamente, en los últimos minutos, cuando Jesse retrasa una vez más su partida al aeropuerto para volver a su vida con su esposa y su hijo Henry, Céline le prepara un té y pone música. Pone a Nina. Suena “Just in Time”. Como si volviéramos al principio, ahora es Jesse quien la mira sonriente mientras ella habla sobre cómo Simone interactuaba con la audiencia. Un libro, una canción, el mismo concepto. “Baby, vas a perder el avión”, le dice Céline. “Lo sé”, responde él, pero no solo a ella sino a ese periodista que le hizo esa pregunta en Shakespeare and Company. El romanticismo prevalece.
Un gesto perfecto de Hawke, un fundido a negro y nada más. Un cierre extraordinario que, como el de Boyhood, nos vuelve cómplices del protagonista con esa mirada que nos instala en un lugar donde se vuelve a empezar, como cantaba Arcade Fire en ese último plano del film nominado al Oscar, y como canta Simone en Antes del atardecer: “Ahora estás aquí y sé hacia dónde ir”.
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