Aniceto, a los pies de dos chicas muy distintas
Alejandra Baldoni y Natalia Pelayo bailaron para Favio
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“Naty era muy chiquita, rubiecita y yo decía que cuando fuera grande iba a ser su manager”, recuerda Alejandra Baldoni, con sus casi tres décadas, siete años mayor que Natalia Pelayo (la rubia en cuestión). Ellas hace rato que se conocen, de La Plata, cuando trabajaban en el Ballet de Iñaki, donde compartieron tantas giras. Después las dos cambiaron la compañía privada, con su agitación, por las oficiales y su estabilidad. Hasta que un día de noviembre de 2006, Favio les cambió los planes.
Pelayo: -Estaba en un ensayo del Colón, mi trabajo diario habitual, cuando vino la coreógrafa Laura Roatta a pedirme mis datos. Después me citaron en la oficina de Favio, para que él me viera. Fue especial, porque entré, se hizo un silencio muy grande y en eso oigo: "Es ella". Yo no entendía nada. A los dos o tres días quiso hacer una prueba de cámara y decidió que yo sería la Francisca. Le expliqué que nunca había hecho un trabajo actoral, que era bailarina, y me dijo que estuviera tranquila, que íbamos a ir de a poco, que confiaba en mí. Como un padre o como un abuelo.
Baldoni: -Yo trabajo en el Ballet del Teatro Argentino de La Plata y en ese momento Favio convocó a mi maestra, Lidia Segni, para que buscara bailarinas que dieran para el rol de la Lucía. Así que me presenté a una clase y Leonardo estaba ahí. Me causó mucha gracia, porque yo estaba poniéndome las puntas, él me miró y luego se fue así, sin ver la clase. Después me mandó llamar, me invitó a tomar un café, charlamos de mi vida y me volvió a citar para una prueba de cámara. Dijo que le había llamado la atención mi mirada y que no necesitó ver nada más.
Así recuerdan las jóvenes bailarinas el minuto cero de su experiencia Aniceto , el mismísimo instante en que Leonardo Favio quiso que ellas pasaran a ser, para siempre, la Francisca y la Lucía. Dos mujeres muy distintas. Antagónicas. "Francisca es una joven de una gran inocencia y calidez, muy frágil y sensible. Mi aspecto me iba bien", asume Pelayo. "Como Lucía, soy transgresora, muy sexual; ella no puede llegar a enamorarse, porque es libre, no es de nadie", se compara Baldoni, que encuentra además en este personaje un carácter emparentado con la Carmen, de Bizet, que ya le ha tocado representar. Pero aclara: "Lucía es una mujer muy terrenal, va a los bailes, anda de tipo en tipo y para mí no hay nada más jodido que no poder estar bien con alguien".
De lunes a sábado, durante marzo y abril de 2007, las dos bailarinas se dedicaron exclusivamente a bailar para Favio, a repetir más de una variación de madrugada, cuando el maquillaje ya no daba más y el cuerpo combatía contra el cansancio en el hangar de Quilmes.
Pelayo: -Favio es un místico y nos puso a todos en esa atmósfera de espiritualidad y amor por lo que hace. Me impactó la cantidad de gente que trabaja para un fin común: todos poniendo lo mejor de su arte, ganas, pasión. La danza no es así; es muy individualista.
-Terminado el rodaje, ¿cómo fue volver a la rutina?
Baldoni: -Fuerte, muy fuerte. Cuando regresé al teatro no entendía nada. Estuve cinco o seis días llorando. Después me acostumbré.
Pelayo: -No sé si viví con tristeza terminar la peli, porque en un punto también tenía que volver a mi vida. Pero fue tan lindo y tan nuevo que siento que me quedó una puerta abierta.
-¿La experiencia las modificó como bailarinas?
Baldoni: -Me abrió la cabeza. Retomé la actuación. Quizá cuando no baile más, cuando a los 40 me jubile, pueda hacer otra cosa que dar clases o coreografiar.
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