Ángel Faretta: "El cine, cuando es cine, puede verse de cualquier modo"
"El cine, cuando es cine, puede verse de cualquier modo". Lo dice Angel Faretta, uno de los críticos de cine más reconocidos de la Argentina, que encontró en la larga cuarentena un espacio para seguir desarrollando una tenaz y laboriosa construcción que lleva décadas alrededor de una teoría y un pensamiento propios.
La silenciosa tarea docente y de formación que llevó Faretta a lo largo del tiempo ahora logra apreciarse de manera mucho más visible y abierta a través de una continuidad de libros, publicaciones y actividades públicas. Acaba de editarse La traducción de la melancolía, un libro de 550 páginas que lo aparta solo en apariencia de sus estudios sobre el cine para volcarse al análisis de la poética del tango.
No hace mucho se conoció Más allá del olvido, una historia crítica del cine fantástico argentino (escrito junto a Diego Avalos y Marina Cherro). El libro tiene el mismo título que la película considerada por Faretta como la mejor de toda la historia del cine argentino, dirigida por Hugo del Carril en 1956 (está disponible en YouTube). Y otro de sus libros recientes, Hitchcock en obra, se suma a la ya conocida publicación de su obra teórica, integrada por El concepto del cine, Espíritu de simetría y La pasión manda.
A la vez, el crítico aparece en pantalla por primera vez también con cierta continuidad gracias a una serie de videos presentados en YouTube a través de A Sala Llena, el espacio de crítica y comentarios sobre cine que lo tiene como firma destacada y además edita casi todos sus libros. De estos temas conversó Faretta con LA NACION.
–¿Cómo estás atravesando la cuarentena?
–Si pienso de manera personal, posiblemente egoísta, llevo en parte la vida de siempre. En casa, escribiendo, leyendo, viendo cine, cocinando… Y si lo pienso de manera no personal, con mucha incertidumbre. También con temor. Esto es una prueba, claro. ¿Saldremos exitosos del examen o nuevamente bochados? El tema es que si nos bochan de nuevo va a quedar poco para aprender.
–La aparición de la pandemia coincidió con la edición de La traducción de la melancolía, un extenso ensayo sobre la poética del tango. ¿Qué te llevó a escribirlo?
–Dos cosas. Primero mi padre, su presencia real, su influencia, el hecho de que conociera a Gardel y que fuera la persona que me inició en el tango. La otra es que no puedo creer que todavía se sigan teniendo en un limbo secundario las líricas cantables de Alfredo Le Pera, un poeta enorme, alguien que inventó una voz y una forma lírica. Está puesto en ese limbo para que terminemos sobreestimando a letristas mediocres. Con el libro, además, creo haberme extendido a otros dos temas: lo italiano en la Argentina y una poética general.
–A primera vista aparece una línea muy visible entre esta obra y tu libro anterior sobre el cine fantástico en la Argentina. Pareciera haber en ambos una búsqueda denodada de certezas alrededor de algo que muy difusamente podríamos llamar "el ser argentino".
–Así es. Si la Argentina desaparece o se disuelve en algo mediocre o vulgar creo que no existe deber más urgente y necesario para todo pensar y poetizar que la investigación de sus logros anímicos y espirituales más felices. Lo fantástico, sea cine o literatura, y la lírica del tango son indudablemente sus dos logros fundamentales.
–Ya sabemos que en tu perspectiva Más allá del olvido es la mejor película argentina de la historia. ¿Cuál sería el mejor tango?
–Para mí es "Volver". Creo que es la más bella, inteligente y aguda de todas las canciones del siglo pasado. Con la lectura que hago sobre ella en el libro espero probarlo.
–En la introducción de tu libro afirmás tu decisión de explorar la poética del tango, un tema sobre el cual parece haberse perdido todo el interés. ¿Será acaso que el tango hace tiempo dejó de existir? Te lo pregunto con otras palabras: ¿qué sería lo que hoy llamamos tango?
–El tango es una poética completa porque también es una ética. No importa que se compongan más o menos letras. Lo fundamental es entender. Es decir, trasladar a un hoy y a un aquí su significado. No solo poético. También anímico-espiritual.
–¿Y el cine? ¿Cuáles serían hoy sus signos vitales?
–Creo que puedo dar una respuesta muy similar a la anterior. No importa si se hacen más o menos films. Lo fundamental es entender lo que ya se ha hecho. Y cómo se nos empuja a buscar nuevas preguntas que ya fueron respondidas.
–Te lo pregunto porque no hace mucho publicaste una crítica muy dura contra Parasite, la película de la que todos hablaban cuando estalló la pandemia.
–Diría que los nuevos intentos del cine que intentan olvidar lo que ya se sabe deben ser puestos severamente en la picota crítica.
–A propósito de eso, uno de los directores que seguiste y estudiaste con mayor atención, Brian De Palma, acaba de cumplir 80 años. Su película más reciente, Dominó, fue muy cuestionada por la mayoría de los críticos y ni siquiera estrenada en la Argentina [está disponible en Amazon Prime Video].
–Lo más importante es que directores como De Palma siguen sosteniendo lo que han dicho casi desde el comienzo de sus obras. Las variantes son las formas de actualización posible de todas esas certezas anteriores.
–¿Qué futuro vislumbrás para el cine después de esta pandemia? Hoy no podemos ver en la Argentina películas en los cines. ¿Se puede recuperar esa experiencia en otras pantallas como las de un celular y disfrutarlas del mismo modo?
–El cine, cuando es cine, puede verse de cualquier modo. Hasta el reloj de Dick Tracy puede ser un soporte adecuado. Creo que el cine ya está padeciendo lo mismo que las artes anteriores. La ignorancia de los autores y de las obras clásicas, y su reemplazo por piezas fabricadas serialmente que intentan opacar todo lo anterior.
–¿Tiene el cine argentino actual obras que a tu juicio merecen la pena ser vistas o volverse a ver?
–Por fortuna, varias. Los films de Damián Szifron. Los dos que hizo hasta ahora Natalia Meta, el segundo todavía sin estrenar. Los dos de Martín Basterretche. Y hay más: Cómo funcionan casi todas las cosas, de Fernando Salem, y Claudia, de Sebastián De Caro.
–Veo en la solapa de tu nuevo libro que próximamente van a aparecer dos nuevos trabajos tuyos, uno con ensayos filosóficos críticos, y otro sobre la Clase B que se va a llamar Dominio eminente. ¿Qué podrías anticipar de ellos?
–Dominio eminente trata sobre lo que hemos llamado "cultura tradicional en diáspora desde el otoño de la Edad Media". Allí sostenemos que el cine de Clase B, sobre todo en su forma clásica, es la Tierra prometida de esa diáspora. Semirretiro filosófico, el otro, es una recopilación de varios de mis ensayos críticos referidos a temas estéticos de diferentes manifestaciones: literarias, pictóricas, también de cine, claro. Y habrá otros sobre temas históricos, políticos, religiosos y por supuesto filosóficos en general.
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