El actor habló con LA NACION sobre cómo fue ponerse en la piel de Jonathan Larson, un innovador de la escena teatral que falleció sin poder ser testigo de su gran éxito, Rent; la biopic musical es la ópera prima de Lin-Manuel Miranda y se estrena hoy en Netflix
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En un claustrofóbico departamento de Nueva York, un compositor y cantante llamado Jon se mueve vertiginosamente de punta a punta con el lápiz en la boca y las manos en la cabeza. Su andar es frenético, perfecto reflejo del estado de su mente bulliciosa. Se sienta en el piso y ordena pequeños papeles con frases sueltas. Todo es inconexo. Sabemos que él lo piensa, aunque no lo verbalice.
Las horas pasan, el reloj corre y llega la noche. Jon mira por la pequeña ventana el transcurrir de la ciudad, sale a trabajar, regresa a ese departamento y su rutina vuelve a empezar. ¿Su miedo? Que de esas jornadas de irrupción creativa nunca surja algo lo suficientemente poderoso como para cambiar la escena teatral. Jon no aspira a escribir una buena obra, sino que aspira a modificar el mundo.
Jon es Jonathan Larson, ese rupturista que efectivamente dejó una marca en un Broadway que, según su visión, estaba estancado en un mismo modelo de relato, por lo cual una de sus creaciones más incomprendidas, Superbia, no encontró el momento ideal para ser culturalmente relevante. Cuando eso sucedió con Rent, en 1996, Larson no pudo verlo. Murió a los 35 años de un aneurisma de aorta antes del estreno, y antes de que su nombre se convirtiera en una leyenda para esa escena que quería sacudir, alterar, incomodar.
Tick, Tick... Boom!, la ópera prima del creador de Hamilton Lin-Manuel Miranda que se estrena hoy en Netflix, tiene como guionista a Steven Levenson, uno de los showrunners de la brillante miniserie producida por Miranda, Fosse/Verdon. Levenson también es un consagrado del teatro, nada menos que el dramaturgo detrás del éxito Dear Evan Hansen. La fusión de la mirada detallista sobre el proceso artístico de Levenson con la enérgica visión de Miranda para retratar el desánimo que atravesaba Larson cuando sentía que sus textos estaban fuera de su tiempo es la clave para que el film funcione.
Ese desinterés por la estructura clásica de una biopc -toma de posición que cada vez se percibe con mayor frecuencia- le juega a favor a Tick, Tick... Boom!, que, al tener en su título el de una obra de Larson, pone de relieve dos ambiciones. Una de ellas, la de intentar aprehender la figura de un artista en ese lapso en el que determinados grupos de personas lo percibían como un diamante en bruto (la más influyente fue, sin dudas, Stephen Sondheim), lo cual recuerda al abordaje de los hermanos Ethan y Joel Coen para la biopic apócrifa Balada de un hombre común. Otra aspiración del musical es la de reflejar esa carrera que emprendía diariamente Larson contra el tiempo, con ese pánico de no cumplir su sueño de triunfar en Broadway antes de determinada edad -en el musical, su trigésimo cumpleaños es el punto de partida de su catarsis-, miedo que terminó convirtiéndose en su principal aliado.
A fin de cuentas, Rent es una obra donde el acento está puesto en la diversidad, la contracultura, en la Nueva York de quienes no tenían techo, de las minorías, de los que padecían VIH, de los que hacían ruido en pos de una cambio, en los luchadores. Cuando a Miranda le preguntaron por qué había elegido a Andrew Garfield para interpretar a Larson, el ganador del Pulitzer y de varios premios Tony -los mismos galardones que obtuvo Larson póstumamente- explicó que necesitaba a alguien que haya vivido en carne propia la experiencia teatral, y que lo haya hecho a través de un personaje demandante, tanto física como emocionalmente. El creador de En el barrio no estaba hablando de Muerte de un viajante, donde el actor de 38 años trabajó junto a Philip Seymour Hoffman sino del devastador rol de Prior Walter en Ángeles en América de Tony Kushner, interpretación por la cual Garfield obtuvo el Tony en 2018.
Miranda lo vio allí y percibió en él ese magentismo que irradiaba Larson. El actor fue catapultado a la fama con el film Red social, luego pasó por el mundo Marvel con El Hombre Araña, por el indie con Nunca me olvides, 99 Homes y Under the Silver Lake, fue nominado al Oscar por el largometraje de Mel Gibson Hasta el último hombre, brindó una extraordinaria actuación bajo el mando de Martin Scorsese en Silencio, y ahora se pone al hombro este musical con una intensidad a través de la cual pudo conectarse con Larson. Su actuación es arrolladora y le podría garantizar su segunda nominación al premio de la Academia.
En diálogo con LA NACION vía Zoom, Garfield habló del compromiso de aceptar el proyecto, de cómo lo ayudó a navegar la muerte de su madre, y de lo fundamental que es vivir siendo conscientes de lo efímero de la vida, uno de los tópicos de la entrevista y del film mismo.
-¿Cómo sentís que el arte de Jonathan Larson cambió el mundo?
-Vio una comunidad, un nicho que debía reflejarse, en el sentido de que quería despertar a una generación, a todas esas personas de su edad e incluso más jóvenes, de todas las edades en realidad, porque lo que percibía era una mercantilización del espíritu humano, una comercialización, una supresión del alma, la creatividad, el arte y el radicalismo. Creo que él quería abrir todo de par en par y destruirlo y comenzar de nuevo con más vigor, energía, pasión y sentido de comunidad, con un marco ético diferente. Realmente era un socialista, se preocupaba por lo colectivo. Quería que todos prosperaran y trajeran sus regalos al mundo. Jonathan quería una revolución.
-De hecho, muchas de sus canciones parten de preguntas, de cuestionarse a sí mismo y a su contexto. En ese aspecto, ¿vos como artista qué preguntas te hacés cada vez que aceptás un rol? ¿Tenés dudas, miedos?
-Sí, todo el tiempo pienso: “¿Puedo hacer esto?”, “¿Qué hago con esto?”, “¿Cómo lo hago?”, " ¿Encontraré la respuesta?”, y lo cierto es que no, la respuesta siempre es no, incluso aunque esté muy orgulloso del resultado. Es muy poco frecuente para mí sentir que estoy realmente orgulloso de una película en la que estoy involucrado e interpretando un papel y contando una historia tan personal como este caso. Como actor, considero que nunca encuentro una satisfacción plena con lo que hago. Siempre los artistas estamos esforzándonos, buscando y alcanzando. Pienso que así era Jon también. Siempre estaba luchando, buscando y alcanzando. Y creo que es una gran manera de vivir la vida, porque nunca te conformás. Nunca lo conseguís. Ese es un lugar muy hermoso para vivir.
Esta película habla de lo efímera que es la vida
-Leí que tu mamá falleció antes de que se comenzara a filmar la película, ¿Cómo te ayudó interpretar a Jon, el estar involucrado con sus canciones, el hecho de interpretarlas? Si es que “ayudar” es el término adecuado...
-Sí, lo es. Es sanación. El arte te salva, y a mi madre le encantaba el arte. Amaba todo lo creativo, ella era una artista, ella era artesana, ella tejía, pintaba, dibujaba, hacía tortas, y muchas otras cosas. Ella consiguió alivio a través del arte. Entonces, desde lo personal, esta es mi forma de arte elegida, o la que me eligió a mí, por lo cual, el haber podido cantar para ella las canciones de Jonathan y que pudiéramos filmarlo y compartirlo con el mundo fue algo hermoso y profundamente personal por muchas razones. Esta película habla de lo efímera que es la vida, de cómo un día estamos aquí y luego no. Por lo tanto, nos tenemos que preguntar qué hacemos con el tiempo, cómo logramos que ese tiempo sea sagrado, más significativo, que esté más vivo. Otra cosa que quiero decir sobre mi madre es que era la persona más amable que jamás hubieras conocido, y vivía de esa manera. Mantenerla viva también es parte de mi vocación.
-¿Qué aprendiste como actor en el teatro y de haber trabajado con uno de sus máximos referentes como Lin-Manuel Miranda?
-Me encanta el teatro, es donde me siento más cómodo, donde estoy como en casa, así que contar una historia sobre el teatro en una película fue la fusión perfecta para mí, fue una combinación hermosa. El teatro es una prueba de fuego. La cantidad de trabajo, rigor y disciplina que requiere son como ataques al cuerpo. Como consecuencia, acumulás mucha fuerza en el cuerpo y en tu corazón: el teatro te hace fuerte. Entonces, traer todo eso a esta película se sintió tan bien porque además de ella forman parte leyendas del teatro musical que son como caballos de pura sangre, lo mejor de lo mejor, los que están listos para filmar en cualquier momento. El aparato con el que están trabajando, sus cuerpos y sus voces, es algo insuperable, son los instrumentos más increíbles que tienen. El estar rodeado de ellos, y tenerlo al rey del teatro musical moderno como es Lin-Manuel Miranda tomando la batuta fue un privilegio. El objetivo era dar todo de nosotros para honrar a Jon. Fue un verdadero ritual comunitario en el que estábamos homenajeando a un caído, a un guerrero caído del teatro musical.
-¿Cuán familiarizado estabas con su historia personal, con su vida y la manera en que murió?
-Sinceramente, no conocía mucho sobre su historia antes de que Lin me buscara y me pidiera que lo acompañara en este viaje. Fue como si me presentara a un hermano perdido que no sabía que tenía. Me sentí muy conectado con Jonathan, sentí como si hubiésemos sido cortados por la misma tijera.
-¿En qué sentido?
-En ser un guerrero para el arte, un guerrero para el alma humana, un guerrero para quienes quieren cambiar una cultura que ves que no está mejorando, que no ayuda a quienes buscan seguir por ese camino, que no resalta lo bueno. Ser un guerrero para alguien que se preocupa por ser parte de una comunidad y que intenta no dejarse seducir por otros valores de la cultura, como el dinero o el sexo o lo que sea que te ofrezcan en exceso, es inspirador. Me conecté también en lo devoto que era a su vocación, a su oficio, era genuino e intransigente con todas esas cosas de la industria. Eso es lo que me sigue inspirando de Jon.
-¿Cómo fue el proceso de aprender a tocar el piano?
-Me encantó, yo amo tocar el piano, siempre quise aprender, y esta película me dio la oportunidad de aprender una habilidad, de conocer un instrumento que yo siempre quise tocar. Así que la aproveché. A veces era frustrante porque es bastante difícil, pero llegué a un lugar bastante bueno donde pude tocar un par de canciones de memoria y me sentí bastante seguro en el escenario. Fue muy divertido.
-¿Hubo alguna canción particularmente difícil de interpretar?
-Sí, todas ellas (risas), pero “30/90″ es un tren, no se detiene, y hay que tener el control de un tren que parece estar fuera de control. Es tan rápida e implacable... Definitivamente fue un desafío, pero en realidad todos los temas presentaban una dificultad. “Why”, por ejemplo, fue una canción tierna, pero muy desafiante que realmente queríamos cantar en vivo a la noche cuando estábamos en el Teatro Delacorte, en Central Park, solo con el piano. Realmente quería que se sintiera tan cruda, real, presente y vulnerable como fuera posible así que fue muy importante para mí hacer eso en vivo.
-Hace 11 años se estrenaba Red social ¿Qué recordás hoy de esa película que cambió tu carrera? [Garfield fue nominado al BAFTA, al Globo de Oro y al SAG por su interpretación de Eduardo Saverin, cofundador de Facebook]
-Me acuerdo de todo, fue una de las mejores experiencias creativas en cine que tuve. Es un punto de referencia en cuanto a David Fincher como director, es tan riguroso y tan implacable que dejabas el set, te ibas a tu casa y te sentías tan bien porque habías dejado todo en la cancha por así decirlo, no habías dejado nada sin cubrir. Quedabas exhausto, pero satisfecho (risas). Yo hice tomas cien veces de cien maneras diferentes y si él no conseguía lo que quería, yo al menos había hecho mi parte.
Tick, Tick... Boom! ya se encuentra disponible en Netflix.
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