Andrés Pérez Araya fue un renovador de la escena
El notable actor, autor y director chileno falleció a los 50 años
El actor, autor y director chileno Andrés Pérez Araya falleció a los 50 años en Santiago, Chile, luego de una prolongada enfermedad que derivó en fuerte neumonitis.
Andrés fue uno de los más impresionantes artistas contemporáneos que dio América latina en los últimos tiempos. El calificativo puede sonar grandilocuente, pero quienes tuvieron la oportunidad de conocerlo, de ver su teatro, de escuchar sus reflexiones sobre el arte que desarrollaba, adherirán sin lugar a dudas a esa definición.
Egresado de la universidad chilena en la década del 70, viajó a Francia a estudiar con Ariane Mnouchkine, se quedó seis años en Europa y cuando regresó a Santiago creó Gran Circo Teatro, una compañía que en su técnica logró demostrar que en este subcontinente eran posibles las experiencias interculturales. Todas las manifestaciones populares chilenas -la música, el circo, el radioteatro- eran combinadas por Pérez en sus espectáculos; a la vez que asomaba en su estética, con claridad, ese depurado estilo que Mnouchkine desarrolló en su Theatre du Soleil, donde una profunda rigurosidad se impone a la hora de trabajar con el actor.
"La negra Esther" fue el espectáculo por antonomasia de Andrés Pérez Araya. Es la historia de una prostituta de humanidad singular, escrita por el "tío" borrachín Roberto Parra, uno de los hombres más tiernamente escandalosos que dio la poesía del país vecino.
La pieza se estrenó en la década del 80, dentro de una carpa de circo. Giró por cuanto festival internacional se organizó en el mundo. Abrió el Festival del Mercosur de Córdoba, en 1999, y estuvo en Buenos Aires, en el Teatro de la Ribera, de forma casi secreta, en 2000, cuando el presidente chileno Eduardo Frei, estuvo en visita protocolar en el país. Nadie se enteró de aquellas dos funciones. Una verdadera lástima.
En el 99 también el grupo participó en el Festival Internacional de Buenos Aires con "Madame de Sade", de Yukio Mishima. Una de las experiencias más valiosas de aquella muestra.
El año último Gran Circo Teatro cerró la segunda edición del festival cordobés con "La huida", un magnífico trabajo que mostraba la realidad de un grupo de homosexuales perseguido por el gobierno a principios del siglo pasado en Chile.
La despedida de los amigos
Los amigos de Andrés convirtieron su velatorio en una gran fiesta. Fue maravilloso. ¿De qué otra manera se puede despedir a un artista tan vital, tan responsable, tan crítico, tan seguro de sus búsquedas?
Andrés Pérez fue un ser mágico. Hablar con él no implicaba solamente compartir ideas. Era más fuerte: de su persona emanaban sinceridad y ternura. Contagiaba alegría y, cuando se enojaba, uno sólo sentía necesidad de protegerlo. Así era él: frágil y fuerte, tan débil y tan entero como todo gran artista.
Su teatro es un verdadero ejemplo. Y tal vez por que los de su generación han sido los más castigados en América latina por las sucesivas dictaduras, lo suyo alcanzó una significación mayor. Después de tanta represión nació una luz enorme, clara y potente, definitoria. Produce mucha tristeza saber que este creador ha muerto. Asoma la imperiosa necesidad de fantasear con que su corazón, seguramente, va a encontrarse con el de la negra Ester, con el del "tío" Roberto Parra, y que los tres van a transgredir todas las normas del cielo. Ojalá así sea, por él, por su vida y por los vivos que estamos aquí abajo recordándolo, sintiéndolo más cerca que nunca.
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