Andrea Frigerio: la relación con su hija Fini, la película sobre una guerrillera que va a dar que hablar y su gesto para que el film pudiera terminarse
Madre e hija hablan sobre su pasión por la actuación, el desafío de protagonizar a una militante embarazada que en plena dictadura se exilia en España y que vuelve al país 40 años después; la crisis del cine local y su nuevo compromiso con el séptimo arte
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En Una jirafa en el balcón, film que se estrena este jueves 5 de septiembre en cines, Andrea Frigerio no solo comparte la pantalla grande con su hija, Fini Bocchino, sino que también asume un desafío inédito detrás de cámara. “Decidí salir a la cancha y crear nuevas oportunidades”, confiesa a LA NACIÓN la exmodelo, actriz, conductora y ahora productora. El thriller, ambientado en uno de los momentos más oscuros de la historia argentina, sigue a Lidia Muñoz, una militante armada de ideales trotskistas que, cuarenta años después, sigue aferrada a su revolución. Con las actuaciones de Juan Leyrado, Diana Gómez, Elisabet Casanovas, Mimí Ardú, Mirta Busnelli y Claudio Gallardou, el film promete generar un debate.
No es la primera vez que madre e hija comparten un proyecto, pero en esta oportunidad interpretan al mismo personaje en distintas etapas de su vida, cruzando los límites de la ficción y la realidad, en una historia marcada por la dictadura, el exilio y el peso del pasado. Andrea siente la satisfacción del trabajo cumplido, un esfuerzo que fue más allá de la actuación y que incluyó superar múltiples obstáculos para que el proyecto llegara a la pantalla grande, mientras que Fini está entusiasmada con el papel más desafiante de su carrera. “En vez de quejarme por la falta de ficción, decidí hacer algo al respecto”, afirma Andrea, dejando en claro que para ellas el cine es más que una profesión: es una forma de contar historias necesarias.
Doble desafío
Para madre e hija, la experiencia de trabajar juntas en esta película no es nueva, pero esta vez es diferente. Su primera experiencia juntas fue en Leal (2017), donde interpretaron a madre e hija. Luego, coincidieron en el elenco de Limbo (2018). Ahora, en Una jirafa en el balcón, donde enfrentan el desafío de dar vida al mismo personaje en dos etapas cruciales de su vida. “Es re lindo compartir la profesión con mi hija”, comenta Andrea.
–¿Cómo se sienten trabajando juntas?
Andrea Frigerio: –Compartir escena con Fini es algo maravilloso. Hay una conexión natural que se traduce en la pantalla, pero también es un gran reto. Verla interpretar a una versión más joven de mi personaje fue impactante. En cada escena nos íbamos descubriendo y aportando mutuamente. Me sentí muy orgullosa de verla crecer como actriz y de cómo logró capturar la esencia de una mujer tan compleja y llena de matices como Lidia.
Bocchino: –Para mí también es muy lindo. A veces le pido consejos y otras veces también le digo hasta dónde llegar. Hay muchos momentos en que se mezclan los roles de madre e hija con los de compañeras de trabajo. Está buenísimo, pero también nos pone a prueba.
–¿Cómo fue interpretar dos versiones del mismo personaje?
Frigerio: –Me sorprendió mucho la transición de Lidia. Empieza como una joven fuerte, vital y apasionada por sus ideales, y termina completamente quebrada por su historia y sus decisiones. A veces uno no ve esa transformación en el momento, sino que se percibe de golpe, como un corte abrupto en la vida. Para mi fue muy revelador interpretar esa etapa. Me hizo conectar con una parte de la historia argentina que no viví directamente, pero que sentí muy cerca.
Una militante armada
Una jirafa en el balcón, escrita y dirigida por Diego Yaker, está inspirada en una historia real y narra la vida en el exilio de Lidia Muñoz. Cuatro décadas después, Lidia regresa al país tras ser citada como testigo en el juicio por la desaparición de su compañero. “En el momento que me contaron la historia supe que iba a convertirla en una ficción”, cuenta Yaker a LA NACIÓN, aclarando que no buscaba “bajar línea” ni “generar un debate político.”
Con esa intención, el director intenta retratar “la realidad argentina durante la dictadura y la vuelta a la democracia, revelando las cicatrices imborrables de ese tiempo.” “Cada escena me recordaba lo importante que es seguir contando estas historias, sin idealizar y mostrando la complejidad de esos momentos”, agrega Andrea Frigerio.
–Andrea, tu personaje es una exiliada que carga con el peso de su pasado. ¿Cómo fue interpretar a una guerrillera que enfrenta sus propios fantasmas?
Frigerio: –Esta es, por lejos, la película más dura que hice. Lidia es muy distinta a mí. Interpretarla fue la composición más difícil como personaje. Es una mujer que no es solo una víctima, también cargó con sus decisiones y busca su propia justicia interna. Me encontré interpretando a una mujer que vivió una situación extrema, con ideales fuertes, y que tuvo que exiliarse, algo que marcó toda su vida. Esta transformación me hizo entender muchas de las complejidades de esa época y lo que significa llevar una vida de silencios y dolores. Cada día de rodaje fue un desafío emocional y físico. Lidia no se parece en nada a mí, es más oscura, más cerrada. Tuve que aprender a caminar como ella, a moverme con su peso emocional, a usar una energía que no es la mía.
–¿Qué recuerdos tenés de esa época?
Frigerio: –Viví la dictadura siendo muy joven, y aunque no tuve familiares directos desaparecidos, el clima de la época era asfixiante. Recuerdo mi época de estudiante en la UBA, cuando las universidades estaban en silencio, casi como museos. Los pisos brillaban, no volaba una mosca, la gente hablaba en voz baja. Cuando empezó la democracia, esos mismos lugares se llenaron de carteles, los pisos estaban sucios, la gente gritaba; había vida. Ese contraste quedó muy grabado en mi memoria y lo traje a mi interpretación de Lidia, una mujer que dejó de vivir realmente durante esos cuarenta años.
–¿Cómo fue la transición de la dictadura a la democracia?
Frigerio: –Me tocó vivir esa transición y se notó en la gente, se notó en el edificio donde cursaba, y en la energía, en todo. Fue muy impresionante. Estaba muy alejada de esas situaciones y en ese momento no sabía nada. Todo era “no te acerques”, “si alguien te habla y te dice algo, cuidate, cuidate, cuidate”. Yo vivía en un mundo...
–Mucha gente vivía al margen...
Frigerio: –Claro, Rojo, la película que hice con Benjamín Naishtat, habla de eso con mucha claridad, de cómo se comportó la sociedad civil frente a un hecho tan aberrante como fue la dictadura. Es como si te dijera que en el interior, en un pueblo, toda la sociedad hace como que no pasa nada. Empieza a desaparecer gente, gente que no la ves más, y sigue todo igual, nadie dice nada. Lo mismo vivíamos nosotros. De hecho, en Una jirafa en el balcón hay una escena brutal cuando Lidia se vuelve a reunir con dos de sus compañeros de revolución 40 años después y refleja las contradicciones y los cambios de postura que muchas personas atravesaron.
–¿Cúal es la escena?
Frigerio: –La frase que dice el personaje de Mirta Busnelli a Juan Leyrado en una escena en que se reúnen con motivo de la visita de Lidia al país, mientras comen un asado: “Que voltereta te pegaste de trotskista de barricada a concejal peroncho”. En realidad muchos militantes cambiaron de ideología o de lugar, adaptándose a los tiempos o a las oportunidades. También hay un diálogo en la película cuando Lidia, mi personaje, vuelve a la Argentina para abrir el archivo de su compañero desaparecido, y el fiscal le dice: “¿Por qué no abrís el tuyo? Vos también fuiste una víctima”. Ella responde: “Yo no me siento una víctima”. Esto nos lleva a un flashback donde ella está con un secuestrado encapuchado y un arma; ella participó activamente en la lucha armada. Lidia hace un mea culpa y dice: “A mí no me corresponde la reparación histórica”. Es una postura muy fuerte porque hay personas que participaron de la violencia, ya sea como militantes o como represores, que hoy buscan una reparación. La película toca esa herida, pone el dedo en la llaga, y cuestiona quién tiene derecho a esa reparación y quién no.
Detrás de cámara
Esta vez, asumir el papel protagónico no fue suficiente. Para que el film pudiera ver la luz, Andrea Frigerio decidió también involucrarse en la producción. En un contexto de crisis para la ficción nacional, la actriz asumió un rol crucial para que el proyecto pudiera llevarse a cabo. Con recursos escasos y dificultades en el financiamiento, su decisión fue clave para no dejar que la película quedara en pausa.
–Andrea, ¿cómo fue asumir el rol de productora asociada?
Frigerio: –Decidí participar del otro lado del rodaje porque la situación actual lo exige. Nos quedamos sin presupuesto y tuvimos que frenar la grabación; por eso salí a hacer mi parte. No podía permitir que la falta de recursos afectara la continuidad del film. Las ficciones están en crisis, y si no te hacés cargo de la financiación, muchas producciones se ven demoradas o directamente no se concretan. Me metí de lleno en la producción, buscando recursos y soluciones para que esta historia pudiera contarse. Fue un compromiso doble, pero necesario, y me enseñó mucho sobre los desafíos de hacer cine en Argentina. Tuve que aprender a negociar, a buscar alianzas, a entender los números detrás del arte.
–¿Por qué decidiste involucrarte?
Frigerio: –Por la historia en sí. Es la primera vez que se hace una película sobre una guerrillera que, además de enfrentar su propio pasado, cuestiona la reparación histórica que ofrece el Estado. Cada escena me recordaba lo importante que es seguir contando estas historias, sin idealizar y mostrando la complejidad de esos momentos. Asumí la producción porque sentí que debía proteger y respaldar este proyecto. Me di cuenta que, si queremos que nuestras historias sean contadas, tenemos que asumir ese compromiso.
–La película marca claramente que hubo dos bandos. ¿Cuál es tu postura?
Frigerio: –Sí, igual no creo en la teoría de los dos demonios, porque claramente el terrorismo de Estado tiene un peso mucho más grande. Pero de los dos lados resolvieron las cosas a través de la violencia, que es justamente lo que tenemos que erradicar en la Argentina. Porque acá la violencia está latente en el día a día permanentemente. Estamos asistiendo en este momento al escándalo de un reciente expresidente que golpeaba a su mujer. O sea, la violencia a la orden del día. Vas a ver un partido de fútbol y no pueden estar las dos hinchadas porque se matan. El chorro que te roba, te mata. Nosotros no entendemos que el camino no es la violencia, sino el amor. Nos podemos equivocar, pero desde otro lugar, no desde la violencia.
–¿Qué opinás sobre la situación actual del cine argentino?
Frigerio: –Es muy difícil hacer cine hoy en Argentina, no solo por la falta de recursos, sino por las condiciones generales de trabajo. Cuando escucho a algunos políticos como (Javier) Milei decir “no hay plata”, pienso que es cierto, pero también creo que debemos buscar alternativas. El talento argentino es inmenso y no podemos dejar que las circunstancias nos detengan. Hay una urgencia de encontrar soluciones creativas. No podemos depender solo de los subsidios o del apoyo del Estado, necesitamos diversificar nuestras fuentes de financiamiento y adaptar nuestra manera de trabajar al contexto actual.
–¿Qué soluciones proponés para mantener viva la ficción?
Frigerio: –Tenemos que buscar financiamiento alternativo, como el apoyo privado, y fomentar modelos de coproducción internacional que nos permitan contar nuestras historias sin depender únicamente de fondos locales. También es fundamental que los sectores privados puedan financiar el cine. Creo que es el pilar más fuerte. Hoy, las plataformas se han convertido en los nuevos canales de distribución y necesitamos adaptarnos a esa realidad. Además, hay que aprovechar las plataformas digitales, que ofrecen una ventana global para nuestras producciones. Tenemos que ser creativos, pensar en nuevos modelos de negocio y estar dispuestos a colaborar más entre nosotros.
–El Incaa y el financiamiento del cine son temas recurrentes hoy, ¿cuál es tu opinión?
Frigerio: –Yo tengo mucho que decir respecto de eso. Yo le creo al Estado cuando dice que “no hay plata para determinadas cosas”, hasta que deje de creer. Solo pido celeridad para reorganizar el Incaa. Y también pido a los legisladores que sancionen una ley de mecenazgo para que los capitales privados puedan tener incentivo fiscal y aportar recursos a la industria cinematográfica. Así se pueda apoyar a todos aquellos proyectos que no tienen recursos. El cine es una industria como cualquier otra, la textil o la automotriz, que tiene muchísima gente que vive de esto y que además aporta muchísimo, no solo en el país, sino en el mundo.
–¿Las instituciones de fomento tienen que existir desde el Estado?
Frigerio: –Es simple, hay que mirar lo que están haciendo en Uruguay y copiarlo; y si no les gusta, está el modelo de España, con participación público privada. No hay nada que inventar, no se rompan la cabeza. Vayan y miren, anoten y copien. Ya con eso estoy contenta. Que nos den las herramientas para poder trabajar y para que toda la gente que vive del cine, que es mucha, no termine en un taxi poniéndose un kiosco o lo que sea, porque se pierde mucho el cine argentino.
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