Amor, mentiras y sangre: collage narrativo con pinceladas de cine chicano y estética noir
La directora, Rose Glass, maneja con efectividad, aunque con demasiado cálculo, este relato apasionado y algo sórdido, protagonizado por Kristen Stewart
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Amor, mentiras y sangre (Love Lies Bleeding, Reino Unido, Estados Unidos/ 2024). Dirección: Rose Glass. Guion: Rose Glass y Weronika Tofiska. Fotografía: Ben Fordesman. Edición: Mark Towns. Música: Clint Mansell. Elenco: Kristen Stewart, Katy O’Brian, Ed Harris, Dave Franco, Jena Malone, Anna Baryshnikov. Calificación: solo apta para mayores de 16 años. Distribuidora: Cinetopia. Duración: 104 minutos. Nuestra opinión: buena.
Varios carteles dominan el sórdido gimnasio que regentea Lu: “Solo los fracasados abandonan”, reza uno; “El dolor es la debilidad que deja el cuerpo”, dice otro. Es una chica difícil, de no muy buen trato con los deportistas que allí entrenan y acostumbrada a la rudeza de ese mundo de demostración viril. Mientras se encuentra en las instalaciones recibe la visita de Daisy, una chica que insiste en un vínculo amoroso que Lou, abrumada, rechaza. Otra chica, que vive en la calle, consigue a través de un intercambio sexual el contacto para un empleo que le permita una subsistencia mientras entrena al aire libre hasta que se anota en ese gimnasio donde la atracción con Lou será inmediata. Jackie quiere triunfar en una competencia de fisicoculturismo en Las Vegas y Lou le aconseja unas inyecciones que le harán ganar masa muscular pero también tener cada vez más pronunciados arrebatos de violencia. Además, la disfuncional familia de Lou suma a la problemática de la joven donde nadie esta exento de un pasado y un presente demasiado turbios y todo, para peor, sucede en un perdido pueblo de Nuevo México en los años ‘80 que hará que pronto esos destinos signados por un espiral de violencia se crucen.
Este segundo largometraje de Rose Glass llega a los cines argentinos luego de su paso por la última edición del Festival Internacional de Cine de Berlín y si es visto desde la extravagancia de su propuesta el resultado puede resultar entretenido aunque sea una película que mute constantemente cambiando el curso del relato y ciertos lineamientos estéticos, debido a una narración cada vez más lisérgica que puede ser sorprendente o decepcionante. Contribuye a esos climas un acentuado atractivo visual que permite recordar fundamentalmente el cine de Robert Rodriguez (El mariachi o Del crepúsculo al amanecer) mezclado con una herencia donde el cine de los hermanos Coen y ciertos aires de Thelma y Louise que tiene la pareja entre Lou y Jackie, se hacen presentes en un patchwork narrativo que la directora maneja con efectividad aunque con demasiado cálculo, lo que le hace perder eficacia en esta incursión a un cine de aires chicanos y estética punk-noir.
Esa mezcla de sordidez, violencia y romance LGBT se sostiene gracias a un relato bastante previsible pero narrado con ritmo y fundamentalmente por la actuación de Kristen Stewart, a quien su rol de Lou le sienta de maravillas y consigue con Katy O’Brian una dupla potente que, ciertamente, sirve como dinamizadora de cada vez más descabelladas escenas de acción. Acompañan con acierto Ed Harris, como el rocambolesco dueño de un local de tiro con mucho pasado y no del bueno; Dave Franco, como su asistente y además familiar violento, y Jena Malone y Anna Baryshnikov, cada cual sufrida por su entorno, e incluso el policía corrupto de David DeLao, rostro característico del cine al sur del río Bravo, donde Rose Glass logra entretener aunque se intuya cierta aproximación turística a una geografía que ha brindado obras notables.
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