Amigos imaginarios: fallido cuento de hadas con frases inspiradoras y edulcoradas
Concebida con las mejores intenciones para despertar la sensibilidad de una audiencia familiar, tropieza con sus excesos aleccionadores y una pátina nostálgica que nunca se aleja de la tristeza y del duelo
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Amigos imaginarios (IF, Estados Unidos/2024). Dirección y guión: John Krasinski. Fotografía: Janusz Kaminski. Música: Michael Giacchino. Edición: Andy Canny y Christopher Rouse. Elenco: Cailey Fleming, Fiona Shaw, John Krasinski, Alan Kim, Liza Colon-Zayas. Distribuidora: UIP. Duración: 104 minutos. Calificación: apta para todo público. Nuestra opinión: regular.
Amigos imaginarios es un considerable paso en falso en la ascendente carrera de John Krasinski, a esta altura toda una personalidad de Hollywood, alguien que sabe moverse con destreza en todos los ámbitos requeridos para concebir allí una película de alto perfil: director, productor, guionista, actor y sobre todo mentor de proyectos valorados por esa industria.
No a cualquiera se le concede una campaña publicitaria para su nueva obra con frases tan celebratorias como “de la imaginación de John Krasinski llega…” Tal vez resulte exagerado presentar las cosas de este modo, porque todo lo que encontramos aquí ya fue en sus líneas esenciales bastante imaginado en el pasado en algunos títulos de Disney que seguiremos recordando cuando esta película ya esté completamente olvidada.
Lo que hizo Krasinski en Amigos imaginarios, tal vez con las mejores intenciones por tratarse de una historia inspiradora pensada para que toda la familia pueda compartirla frente a la pantalla, es poner en una coctelera una buena medida de Monsters Inc. y mezclarla con ingredientes extraídos de Toy Story, Ralph el demoledor, Intensa Mente y alguna otra un poco más oculta.
El resultado es tan híbrido como la contextura misma de un relato en el que se mueven al unísono seres de carne y hueso y personajes animados digitalmente de manera prodigiosa, como suele ocurrir en todas las ambiciosas producciones de este tipo (para hacer Amigos imaginarios los estudios Paramount invirtieron unos 110 millones de dólares). Y sobre todo carente de magia, de gracia y de esa misma imaginación que aparece tan exaltada en las campañas de marketing como la gran virtud de Krasinski.
Como en Un lugar en silencio, su competente díptico previo como realizador, Krasinski parte aquí del retrato de un grupo familiar amenazado por pérdidas, rupturas o disoluciones. Pero aquel escenario de terror distópico es reemplazado aquí por una combinación (otro híbrido) entre fábula y cuento de hadas lleno de forzosas “lecciones de vida” y frases inspiradoras sacadas de algún pueril texto de autoayuda.
De la mano de la traumática experiencia de Bea (la excelente Cailey Fleming), una niña de 12 años llevada por la vida a instalarse en el bello departamento neoyorquino de su abuela (Fiona Shaw), Krasinski nos lleva a través de un titiritero de rostro humano (Ryan Reynolds, con todos los tics del manual del actor “sensible”) al mundo de los seres imaginarios con los que convivimos imaginariamente en nuestra infancia y que no pueden regresar a nuestras vidas porque los abandonamos al crecer.
El resultado es decepcionante. Amigos imaginarios pretende ser una historia edificante, supuestamente llena de alegrías, reconciliaciones y recuerdos entrañables, pero queda aprisionada en medio de una pátina nostálgica con aire de duelo y de melancólica aflicción, mientras el recuerdo del Patch Adams de Robin Williams sobrevuela todo el relato. Sobra elegancia visual, pero no alcanza para equilibrar tantos excesos aleccionadores.
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