Amazon: Bliss, la nueva película de Owen Wilson y Salma Hayek deja sabor a poco
Bliss. (Estados Unidos, 2021). Dirección y guion: Mike Cahill. Elenco: Owen Wilson, Salma Hayek, Nesta Cooper, Jorge Lendeborg, Jr. Duración: 103 minutos. Disponible en: Amazon Prime Video. Nuestra opinión: regular.
Este nuevo film del director y guionista Mike Cahill (Another Earth) parte de una premisa característica de los relatos de Philip K. Dick: Greg (Owen Wilson), un hombre del montón que mantiene un trabajo alienante y una contundente adicción a los ansiolíticos, se adentra en una espiral descendente en la que pierde su empleo, queda envuelto en una muerte y se involucra con una mujer sin techo llamada Isabela (Salma Hayek), quien está convencida de que el mundo opresivo en el que viven es falso, que lo que se les presenta por realidad es una simulación. Aunque Greg no se toma en serio semejante disparate, Isabela le demuestra que consumiendo unas piedras muy parecidas al crystal meth y con apenas un gesto de la mano puede hacer que un desconocido tropiece o que objetos se muevan sin explicación. Ante ésta y otras pruebas, Greg empieza a creer y los espectadores nos preguntamos si está sufriendo una psicosis alucinatoria debida a que es un adicto o si, efectivamente, el mundo no es lo que parece.
Como otros films del realizador, la película juega con esta ambigüedad durante todo el metraje, pero a diferencia de cualquier relato de Dick, no logra hacer mucho con su cuestionamiento paranoico de la realidad. En los textos del autor de El hombre en el castillo, la sospecha de que lo que se presenta como real es una ilusión va de la mano del descubrimiento de un plan de dominación: la realidad falsa es un dispositivo de control, tiene una finalidad afiliada a un poder autoritario. La película jamás se muestra tan abiertamente política.
La noción del mundo como simulacro de Dick anticipó por dos décadas los escritos del filósofo Jean Baudrillard, sugeridos por textos de Borges que Dick también conocía bien. Baudrillard teorizó acerca de la desintegración de la realidad al ser filtrada una y otra vez por los medios masivos, al punto de que no representan nada del mundo sino a otras representaciones: el referente, la cosa real a la que deberían remitir, dejó de existir y en su lugar solo quedó una copia, un simulacro. No se necesita un gran salto para pasar de esas ideas al mundo actual de las fake news y las “burbujas” de información creadas por algoritmos que conectan a grupos afines en las redes sociales. Cuando lo que se sabe del mundo está tomado de un posteo de Facebook que cita un tuit que parafrasea un artículo periodístico que surgió de otro tuit, cada cual vive en una realidad diferente de acuerdo a los medios que consuma. Basta presenciar una discusión entre partidarios de ideas políticas opuestas para que quede claro que “los hechos” o “la realidad” no son tan fácilmente accesibles como uno presupone.
Para volver al film, se puede imaginar, entonces, que su presentación de la realidad como simulacro, como un “relato”, tal vez aluda a los años de Donald Trump y a la explosión como nunca antes de las fakes news y la imposibilidad de acordar cuál es la verdad. Sin embargo, la película no acompaña este esfuerzo interpretativo y se contenta con la construcción de una ambigüedad que nos lleve de modo más general a cuestionar lo que damos por verdadero. También insiste con la noción un tanto ramplona, en particular para semejante andamiaje narrativo, de que no apreciamos las cosas buenas hasta que las perdemos (dado que -viene un spoiler- el que pareciera ser el mundo “real” es un paraíso). El film es una metáfora demasiado trabajosa para un sentido tan pedestre que, salvo porque es enunciado al pie de le letra en los diálogos, tampoco es mostrado de modo convincente. Por momentos, la narración es una acumulación de sucesos caprichosos, cuya necesidad y credibilidad se ve debilitada por las pésimas interpretaciones, en particular la de Salma Hayek, que parece una actriz vocacional en su primera clase de improvisación.
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