Amanecer: tensiones, caprichos y la sombra de Benito Mussolini para la obra maestra que clausuró la era del cine mudo y cambió para siempre a la industria
El director alemán F. W. Murnau desembarcó en Hollywood con una producción de alto presupuesto que marcó un punto de quiebre en la forma de pensar una película
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Su nombre original era Friedrich Wilhelm Plumpe, apellido que en alemán significa “torpe”. Nació el 28 de diciembre de 1888 en Bielefeld, un pueblo en el centro de Alemania. Alrededor de 1910 se mudó a la ciudad de Murnau que tenía una atmósfera más fértil para alguien con inquietudes artísticas. Quedó tan maravillado con la ciudad que tomó su nombre como apellido: se convirtió en F. W. Murnau. Luego viajó a Berlín impulsado por su interés en el teatro, y allí se convirtió en discípulo de Max Reinhardt en los años previos a la Primera Guerra, período en el que la ciudad era la cuna floreciente de todos los movimientos artísticos de vanguardia.
La irrupción de la guerra oscureció el ánimo de Murnau, perdió su mejor amigo y amante -el poeta Hans Ehrenbaum-Degele- en el frente ruso en 1915, y entonces pasó del Ejército a la Fuerza Aérea porque le fascinaba volar. Según reportes militares fue derribado varias veces y en una ocasión se perdió en la niebla y terminó en Suiza, donde encontró su inesperada vocación. “Mientras preparaba la puesta de unas piezas en Zúrich y Berna, se conectó conmigo la embajada alemana y me confió la tarea de realizar algunas películas de propaganda. La actividad me interesó tanto que decidí de inmediato dedicarme de lleno al cine”, contaba en 1928 en un texto autobiográfico publicado en Filmkünstler.
El último hombre fue la película que hizo famoso a Murnau en Estados Unidos. “El plano secuencia del comienzo –recuerda Paul Schrader en el documental Murnau, Borzage y Fox (2008), dirigido por John Cork y Lisa Van Eyssen-, registrado desde el interior de un ascensor en movimiento, fue algo deslumbrante para la época, que lo catapultó a Hollywood inmediatamente”. William Fox vio la película en 1924 en Nueva York, y se convenció de que Murnau era el hombre que podía llevar a la Fox Film Corporation en la dirección que él quería. Atrajo al alemán con la promesa del control artístico absoluto. “Que Murnau firmara un contrato de cinco años fue uno de los mejores tratos que hice en toda mi carrera en el cine”, declaró entonces el magnate. “Él es, desde el punto de vista técnico y artístico, el mejor del cineasta del mundo en la actualidad”. Para entonces Murnau ya tenía en mente la que sería su primera película americana: Amanecer (Sunrise: A Song of Two Humans, 1927), inspirada en la obra Pasaporte a Tilsit de Hermannn Sudermann. El guion iba a ser escrito por Carl Mayer (el célebre autor del guion de El gabinete del Doctor Caligari de Robert Wiene, y quien había colaborado con Murnau en El último hombre y Tartufo) desde Berlín, porque se negó a cruzar el océano Atlántico.
Amanecer cuenta la historia de un hombre y una mujer (interpretados por George O’Brien y Janet Gaynor) que viven en una aldea hasta que la tentación de la vida citadina, encarnada en la figura de una flapper de los años 20 (interpretada por Margaret Livingston), amenaza con ensombrecer su felicidad. La seducción de la mundanidad es también la del crimen, por ello el hombre intenta ahogar a su esposa en el lago para escapar de esa vida aburrida en el campo hacia las luces de la ciudad. El texto de Sudermann tenía un claro espíritu moralizante que Murnau y Mayer transformaron en poesía elegíaca siguiendo los mandatos del kammerspiel, teatro que tendía a despojar al drama de sus florituras para concentrarse en lo esencial. La tensión entre la ciudad y el campo, que provenía de los relatos pastoriles ya pasados de moda a fines de los 20, se reveló como eje de la encrucijada del alma humana, revelada en clave de fábula y expuesta en la maravillosa creación visual del alemán ahora que contaba con todo el vigor de la industria de Hollywood.
Cuando Murnau llegó a la ciudad de Nueva York, en julio de 1926, William Fox le organizó un gran banquete antes del viaje a la costa oeste para comenzar el rodaje de la película. Lo presentó como el “Doctor Murnau”, el genio de su época. Es que el responsable de clásicos como Nosferatu y Fausto no solo llegaba como director a la Fox sino como profesor de toda la nómina de directores del estudio. “En el comienzo, esa idea no le gustó demasiado a mi padre”, recuerda William Wellman Jr. en el documental de Cork y Van Eyssen. “Sobre todo porque él luchó contra los alemanes en la Primera Guerra. Pero cuando vio sus películas escribió que quería entender cómo trabajaba. Todas las grandes producciones del estudio se pararon porque Fox quería que todos sus directores asistieran al rodaje de Amanecer”. Los directores que asistieron, además de William A. Wellman, fueron Raoul Walsh, John Ford, Allan Dwan, Frank Borzage y Howard Hawks. “John Ford era un artista visual, como Murnau, ellos se convirtieron en amigos y Ford siempre admiró su trabajo”, señala el crítico Ken Hanke en el documental. “En Cuatro hijos se puede ver claramente la influencia del alemán, y si comparamos Lazybones de Borzage, filmada en 1925, en la que la cámara solo se mueve si acompaña a algún personaje, con El séptimo cielo, de 1927, comprobamos que allí la cámara ya tiene una libertad asombrosa”.
“Amanecer fue una película de alto presupuesto”, recuerda Schrader. “William Fox le dio todo lo que quiso. Murnau operaba a un nivel inalcanzable para la mayoría de los directores de entonces. Así que los mejores técnicos y los mejores camarógrafos estaban reservados para él. Nadie en la Fox había tenido esos privilegios”. El rodaje comenzó en septiembre de 1926 y continuó hasta comienzos del año siguiente. La actriz protagónica, Janet Gaynor, fue descubierta por Frank Borzage para su película El séptimo cielo, que se filmó en simultaneo con la gran producción de Murnau. Con apenas 20 años, Gaynor sería la esencia de la heroína del melodrama de finales del cine mudo, tímida y pequeña, y formó una pareja inolvidable con Charles Farrell –con quien filmó doce películas en total-, a quien apenas le llegaba a los hombros y cuya fisonomía musculosa y atlética tenía cierto parecido con la del propio Borzage. Gaynor filmaba El séptimo cielo de día y Amanecer de noche, o viceversa, y relataba que “era muy tenso el rodaje con Murnau, porque era extremadamente racional y concentrado en los detalles de la producción, enérgico y algo autoritario en sus demandas. Borzage, en cambio, era un hombre ameno y cálido, y hablaba con los actores para guiarlos en su interpretación”.
Un set cargado de tensión
Murnau se trajo de Alemania a su ayudante de dirección, Herman Bing, y al decorador Rochus Gliese, que no hablaba nada de inglés. Ambos se encargaron de la construcción de los tres espacios principales de la película: una aldea junto a un lago; el centro de la ciudad; y un inmenso parque de atracciones salido de una fantasía expresionista. Para el pueblo, que recordaba la tierra de Westfalia en la que Murnau se había criado, se le asignó un exterior enorme cerca de un lago californiano, donde se plantaron los árboles en la ubicación que él pidió, incluso se agregaron hojas y flores para conseguir los planos adecuados.
“A Murnau siempre le interesaron los contrastes entre la ciudad y el campo y las tensiones que existían entre la superficie y las profundidades”, explica la historiadora Jeanine Basinger en Murnau, Borzage y Fox. “Era un perfeccionista y a menudo la atmósfera del set estaba cargada de tensión. Janet Gaynor siempre dijo que nunca había experimentado un sistema de trabajo tan riguroso”. Murnau dirigía a George O’Brien, su coprotagonista, con una insistente marcación que le permitía transformar su cuerpo en la expresión del debate entre dos mundos, el campo y la ciudad, representados en dos mujeres. Lo filmaba desde atrás, mostrando el caminar con un ligero balanceo, modelado por la luz y la sombra. “O’Brien medía más de 1,80 –continúa Basinger- y Murnau utilizó su físico de manera asombrosa en la película, convertido en una figura descomunal, pesada y torpe, durante todo el primer tercio de la película. Le hizo poner pesas en los zapatos para que arrastrara los pies en las escenas en el campo, movimiento que luego inspiraría al deambular del monstruo en Frankenstein, filmada años después”.
El set de la casa se construyó con pisos inclinados. Alrededor se instaló una vía, del río hasta la ciudad, de una distancia de 1,6 km. Los personajes viajan del entorno pastoril al citadino y el costo de ese tendido ferroviario despertó las más acaloradas discusiones de Murnau con la producción porque resultaba muy caro realizarlo. Sin embargo, Fox siempre respaldó a su protegido. “Uno mira los sets y se pregunta, qué es un escenario y que es real, y que significan en realidad esos términos”, reflexiona Schrader. “Porque lo que realmente construye Amanecer es un mundo. La ciudad parece una ciudad real, muy organizada, construida en falsa perspectiva. Esto significa que los edificios que se pierden en la distancia eran muy pequeños. Uno de los asistentes de Murnau señalaba que si querías entrar por la puerta de una de las construcciones del fondo, no podías. Era como un cuadro renacentista, concebido según el punto de fuga”. Varios de los sets de Amanecer se usaron también en El séptimo cielo, sobre todo en la escena en la que los taxis de París se movilizan para llevar a las tropas al frente.
“En el cine de entonces existía un término para indicar una puesta de cámara compleja: ‘especial’. Una toma ‘especial’ requiere varios días para diseñarla y luego varios para filmarla. Los operadores de cámara, Charles Rosher y Karl Strauss, debieron deleitarse en el rodaje porque en Amanecer había más de una docena de tomas especiales, lo cual era atípico”, continúa Schrader. “Rosher escribió tiempo después que para conseguir la mayor profundidad de campo posible hacían cosas como colocar bombitas de luz cada vez más pequeñas conforme se alejaban de la cámara. Y la gente del fondo era más baja, de manera que no alterara la composición del cuadro”. Amanecer fue una de las primeras películas con fondos móviles. Los actores se filmaban contra un fondo fijo –lo que luego se conoció como la pantalla verde en la era digital- que podía llenarse con cualquier escenario. Ese procedimiento luego se hizo popular bajo el nombre de “back projection”, pero en ese momento Murnau experimentó con las posibilidades de transformar el exterior en relación con los sentimientos y ansiedades de los personajes.
La película que marcó el quiebre
Amanecer tuvo un preestreno en el sur de San Francisco en marzo de 1927. La película no tiene demasiados intertítulos pero tenía incluso seis menos en la versión que se mostró en esa oportunidad. El estudio decidió, en relación a las preguntas que se le hicieron al público de testeo y el registro de las reacciones, que quizás era una película adecuada para probar el sistema Movietone que estaba testeando la Fox, el que incluía una banda de sonido en la misma película y sorteaba los problemas del sistema Vitaphone de la Warner, que sincronizaba imagen y sonido en sala. El sistema Movietone era una innovación asombrosa que ya se había probado en los noticieros cinematográficos. Amanecer fue entonces, según acredita Earl Sponable, uno de los responsables del sistema de sonido, el primer programa completo en Movietone que había presentado la Fox. No tenía diálogos sino una partitura de efectos sonoros sincronizados que se acerca a la experiencia del cine sonoro. ¿Pero qué significaba que fuera el primer programa completo en Movietone? Que no tenía músicos en vivo, ni actores que oficiaran de presentadores, todo era en Movietone. Y además se grabó un noticiero en la primavera boreal de 1927 en Italia para acompañar el estreno de la película en Estados Unidos. El protagonista no era otro que Mussolini, quien finalmente se robó la atención del estreno.
Cuando llegaron las primeras críticas de la película, luego del estreno oficial en Nueva York en septiembre de 1927, los principales diarios de Estados Unidos se deshacían en elogios: afirmaban que se trataba de “una demostración de las enormes potencialidades del cine”, “una obra maestra”, “una película única”. Sin embargo, la audiencia no parecía entusiasmada. “Regalan entradas a puñados. La película es grandiosa pero el público no la compra”, escribía Variety dos meses después. Murnau no había asistido al estreno en Nueva York pero sí lo hizo en Los Ángeles, en el Carthay Circle, con una sala repleta de celebridades. Sin embargo la película no fue rendidora comercialmente, sobre todo en la medida del presupuesto y las expectativas que había concitado. Solo el tiempo demostró que Amanecer fue el film que clausuró la era muda, el que amalgamó todas sus innovaciones, rompió los límites de lo posible hasta entonces. No solo cambió el arte sino a la industria, que decidió apostar al gran espectáculo más allá de las ganancias.
En 1929, en el Hotel Roosevelt de Hollywood, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas entregó los primeros premios Oscars: quince estatuillas para películas estrenadas durante 1927 y 1928. Amanecer recibió el premio a mejor actriz para Janet Gaynor (compartido con su trabajo en El séptimo cielo), mejor fotografía para Charles Rosher y Karl Struss, y un premio que solo se otorgó esa vez: “a la única y distinguida cualidad artística” que detentaba la película. Era el tributo final a la era del cine mudo y también su despedida.
Amanecer está disponible en Qubit TV
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