Amadeus: una película fuera de época que puso el foco en la fatal obsesión de Antonio Salieri con la genialidad de Mozart
Con dirección de Milos Forman y los protagónicos de Tom Hulce y F. Murray Abraham, el film se convirtió en uno de los más vistos y celebrados de 1984
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1984. El año de la distopía imaginada por George Orwell en las páginas de la novela homónima. El año en el que la cultura empezaba a cambiar. En la radio sonaban éxitos como “Self Control” de Laura Branigan, “Jump” de Van Halen, y otros hits de artistas como Tina Turner, Phil Collins, Cindy Lauper y Prince. En tecnología, la presentación de la Macintosh con la publicidad Apple dirigida por Ridley Scott; en cine, el inicio de las franquicias y secuelas que van a dominar el mercado durante décadas: Los cazafantasmas, Gremlins, Indiana Jones y el templo de la perdición, Karate Kid, Footloose, y Eddie Murphy en Un detective suelto en Hollywood. En política, Ronald Reagan como presidente de Estados Unidos. Un resumen de la cultura de esa época como muestra el montaje inicial de Air, la película que dirigió Ben Affleck sobre las zapatillas Air Jordan. En ese contexto social y cultural, una película de 2 h 40 m sobre un compositor del siglo XVIII no parecía estar destinada a ser un éxito. Pero lo fue.
Amadeus nació como una obra de teatro ideada por Peter Schaffer en base a especulaciones y rumores sobre la supuesta rivalidad entre el austríaco Wolfgangus Theophilus Mozart y el italiano Antonio Salieri. El encargado de adaptar la obra para la pantalla grande fue Miloš Forman, el director checoslovaco que había ganado el Oscar en 1975 con Atrapado sin salida, el clásico con Jack Nicholson y Louise Fletcher. Como esa película, Amadeus también es un relato sobre la locura que oscila entre el drama y la comedia. Pero los límites borrosos entre lo que fue real y lo que inventa la película son secundarios si se los compara con el impacto cultural que tuvo. Redefinió, en el imaginario colectivo, la figura de Salieri y lo convirtió en un concepto.
El argumento, en apariencia, es simple: Salieri es un compositor respetado y venerado por la corte de José II, el archiduque austríaco que era un aficionado de la música y uno de los grandes mecenas del arte para su época. Pero todos los honores que recibe Salieri (del público, de los que “entienden” sobre arte y del emperador) se derrumban cuando aparece una figura bufonesca, grotesca y burda: Mozart. El recién llegado Mozart es la contracara de Salieri: es joven, mujeriego, irrespetuoso, poco serio, vulgar. Salieri es una figura trágica porque es el único que parece darse cuenta de sus propias limitaciones y (peor aún) la genialidad de su nuevo rival. No puede comprender por qué él, siendo un creyente y devoto de Dios, es merecedor de tal castigo.
En la reimaginación de Mozart como un enfant terrible, Forman testeó a Kenneth Branagh y Mick Jagger para encarnar a esta versión punk rock del histórico compositor. El rol se lo quedó Tom Hulce, que trabajó en una risa estridente que Salieri interpretaba como otra burla de Dios. Según Hulce, la idea era que, al escuchar la risa, los espectadores pensaran que esa persona brillante era “de una inteligencia subnormal”.
Celos y obsesión
Pero el verdadero protagonista de la historia no era Mozart, sino Salieri. El punto de vista de la película está anclado en ese personaje, que confiesa haber “asesinado” a la voz de Dios. Jack Nicholson y Al Pacino hicieron campaña para ser los elegidos de Forman, pero el papel fue para F. Murray Abraham, que en ese momento estaba trabajando en un rol menor como narcotraficante en Caracortada, el clásico de Brian De Palma. “La obsesión de Salieri tenía que verse reflejada en la cara del actor”, explicaba el director. Salieri tiene una expresión mortalmente seria y viste ropas oscuras, en contraste total con las pelucas y atuendos coloridos de Mozart.
Para el actor de El gran hotel Budapest y Balada de un hombre común, Salieri no es un hombre celoso: “Es alguien que se siente traicionado, porque es profundamente religioso y siente que hizo todo para Dios. Lo único que pide a cambio es talento. Y de pronto conoce la música de Mozart. Muchas personas se darían por vencidas, pero Salieri se enfrentó al destino”.
Saul Zaents, mítico hombre de Hollywood que años más tarde se embarcaría en la adaptación de El paciente inglés, se encargó de la producción de la película que tenía que recrear la vida en Viena en el siglo XVIII. La película se filmó en Praga, donde fue el estreno de Don Giovanni y la genialidad de Mozart siempre fue admirada.
En el set, casi por accidente, la dinámica entre F. Murray Abraham y Tom Hulce empezó a imitar la de Salieri y Mozart. Tom Hulce y Elizabeth Berridge (la actriz que interpretó a la esposa de Mozart) tuvieron una relación cercana. “Siempre estaban riendo juntos y sentía que a mí me dejaban de lado, empecé a sentir resentimiento del vínculo que tenían”, confesaba Abraham. Pero, para trabajar cuando se encendían las cámaras, Abraham admitía que eran los más profesionales: Hulce, intencionalmente, no respetaba el libreto para confundir a Murray.
En una producción descomunal como lo es Amadeus, una de las secuencias de mayor impacto visual es la presentación de Don Giovanni. Salieri admite, en secreto, haber acudido a cada performance del clásico en el que un fantasma reprueba y condena la vida de su hijo. La puesta en abismo de la obra no solo refleja la conflictiva relación de Mozart con su padre, un hombre serio y devoto de la fe cristiana, sino también la relación de los espectadores y los críticos con el arte.
La realidad y la ficción
Es cierto que Salieri y Mozart se conocieron y trabajaron juntos. Algunos historiadores especulan sobre la gravedad de la rivalidad que existió entre ambos. Mozart compuso su última gran ópera, La flauta mágica, entre vómitos, sudor y fiebre. En su delirio, creía que las visitas de una mujer que le encargó un réquiem para su difunto marido eran las visitas del Ángel de la muerte. En la película, ese rol lo ocupa Salieri, que en una fiesta se viste como haciendo eco de los fantasmas que atormentaban la brillante mente de su enemigo.
En los hechos reales, un diario de Berlín acusó a Salieri de haber envenenado a Mozart. Aunque la Corte de Viena desestimó el caso, y el compositor protestó contra la ofensa, la leyenda cuenta que, cuando Salieri intentó suicidarse cortándose la garganta, admitía haber envenenado a Mozart. La película comienza con esa confesión. El hecho, que fascina a los estudiantes de Derecho Penal y se estudia como un caso hipotético hasta hoy, va más allá del veneno porque plantea un problema más serio en cuanto a la presunta responsabilidad del autor del delito. La falta de certezas sobre estos hechos fue lo que motivó a Shaffer en primer lugar para dar rienda suelta a su imaginación y escribir la obra de teatro original.
Algunas de las escenas o diálogos que parecen inventados realmente ocurrieron. El emperador José II realmente le corrigió a Mozart, luego de una función de El rapto en el serrallo, que la obra tenía “demasiadas notas”. Sin subrayados, no es difícil trasladar la imagen del emperador a la de cualquier productor que trata de revisar el trabajo de un artista.
Contra todo pronóstico, Amadeus fue una de las películas más taquilleras del año. La banda sonora llegó al puesto 1 del Billboard, un logro sin precedentes para la música clásica. La película encantó a la crítica y ganó 8 premios Oscar, incluyendo mejor película, mejor dirección y mejor actor para F. Murray Abraham. No es una biopic en el sentido tradicional que acostumbra Hollywood. La versión latina del nombre griego Theophilus, como se llamaba Mozart, tiene dos posibles interpretaciones: el “amante de Dios” o “amado por Dios”. Ambas interpretaciones sirven para los dos protagonistas de esta historia.
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