Almodóvar y un film en danza
El director español homenajea a la coreógrafa alemana Pina Bausch
Así como muchos films, anticipando algo de lo que van a contar, se inician con un aria o un dúo de ópera sobre el escenario de un teatro, Pedro Almodóvar abre su más reciente creación, "Hable con ella", con los vibrantes choques de cuerpos de "Café Müller", una obra que se ha instituido en un clásico de la danza contemporánea.
Es una pieza famosa de Pina Bausch, y se conoció en Buenos Aires, en el Teatro San Martín, en el invierno de 1980. La visita de la coreógrafa alemana y su prestigioso grupo, el Wuppertaler Tanztheater (o Teatro de Danza de Wuppertal) fue una revelación para el público y la gente de danza de la Argentina. "Café Müller" venía recorriendo el mundo y siguió haciéndolo, con sucesivos reemplazos en el elenco de la compañía, aunque de tanto en tanto alguno de los intérpretes originales retoma su rol.
Aquí hay que aclarar que a Bausch no le importan las destrezas físicas y, de hecho, ella misma (que tiene 62 años) sigue asumiendo en la pieza su personaje triste, de escasos movimientos.
Hace unos cuantos años "Café Müller" llegó a España y Almodóvar se enamoró de ella. Tanto, que en su film anterior, "Todo sobre mi madre", colgó un afiche de la obra en una de las paredes del hijo muerto de Cecilia Roth (¡la "habitación del hijo"!). Ahora, en "Hable con ella", le asigna un lugar secundario en la trama, pero es más importante de lo que parece, al punto de establecer un sutil correlato entre lo que ocurre en "Café Müller" y las alternativas de las dos parejas que viven su drama en el film, el cual, por fin, conoceremos este jueves en Buenos Aires.
"Café Müller" se estrenó en Wuppertal en 1978. Una de las actrices-bailarinas de la versión original fue Malou Airaudo, intérprete superlativa, casi legendaria en muchos países, ya retirada de la danza y consagrada a la enseñanza. Sin embargo, Almodóvar se las arregló para que Malou volviera a actuar en una etapa de la vida en la que normalmente los profesionales ya no bailan. Y su rostro sufriente, en el escenario, es la primera imagen que nos golpea en "Hable con ella". En la platea -la de ficción, en la película- hay dos espectadores: Javier Cámara (el protagonista) y Darío Grandinetti. No se conocen, pero Javier advierte que su vecino de butaca deja escapar una lágrima por la emoción que le produce la obra de Bausch.
Imágenes desoladas
La soledad y la alienación, así como los conflictos de pareja, son los temas de "Café Müller". En el ámbito del bar que muestra la escena reina la desolación: dos mujeres, una al centro (Malou) y otra recostada contra el fondo (Pina), y un hombre que aparta las sillas (Jean-Laurent Sasportes, que también vino a Buenos Aires), decenas de sillas que abarrotan la escena y dificultan el movimiento coreográfico. Arias femeninas de dos obras de Purcell sirven de background ambiental; pertenecen a "The Fairy Queen" y "Dido y Eneas", y aluden al dolor del amor, la muerte y la desesperación.
Lo que exponen tanto la danza de Bausch cuanto las arias de Purcell coincide bastante con el drama que plantea Almodóvar, que desemboca en una clínica de Madrid, donde dos hombres velan concentradamente el sueño indefinido de dos mujeres en coma.
Pero la gravitación de la coreógrafa alemana en esta sorprendente película va más allá de esa introducción o prólogo en el teatro, allí donde han coincidido por casualidad los dos hombres, Benigno y Marco, que luego trabarán una amistad en la clínica. Ocurre que uno de ellos, Benigno, que en la clínica cuida a una bailarina que permanece inconsciente desde tres años atrás, le pide a Pina Bausch que le dedique una foto, destinada a la bailarina en coma. La obtiene y la cuelga en la habitación, junto a la cama. De modo que Almodóvar, a modo de homenaje, les da a Bausch y a su personaje de "Café Müller" una presencia permanente en el film: Pina está allí, en la habitación de la enferma, aguardando la utopía de un improbable despertar.
Situaciones análogas
Son situaciones no por azar análogas: en "Café Müller" hay dos mujeres concentradas en su mundo emocional, como si fueran autistas, sin contacto con su entorno. Las dos internadas de "Hable con ella" también. En la pieza de danza y en el film estas mujeres encarnan, de distintas maneras, la incapacidad y la impotencia para comunicarse, así como el extrañamiento (o, más bien, la extranjeridad) frente a ser amado.
"Cuando terminé de escribir "Hable con ella" -dice Almodóvar- y volví a mirar el rostro de Pina, con los ojos cerrados, vestida con una exigua combinación (enagua), los brazos y las manos extendidos, rodeada de obstáculos (mesas y sillas de madera), no tuve dudas de que ésa era la imagen que mejor representaba el limbo en el que habitaban los protagonistas de mi historia."
La otra imagen doliente de la escena danzada es Malou Airaudo. Esta artista, después de aquella recordada gira de la compañía de 1980, volvió al Teatro San Martín en la segunda visita del Wuppertaler Tanztheater, en 1994; aunque ya no bailaba, aceptó interpretar, para esas actuaciones en Buenos Aires, varios personajes de "Bandoneón" (entre ellos, una fugaz evocación de Maria Callas, que avanza por el escenario aplaudida por sus admiradores).
Sus esporádicos regresos a la escena son muy celebrados y Almodóvar, por esta reciente intervención, le quedó muy reconocido: "Me gustaría agradecer la vuelta al escenario de Malou, miembro original de la compañía, actualmente profesora de sus alevines y que por pura generosidad volvió a revolcarse por el escenario para mayor emoción de todos".
El homenaje a la coreógrafa alemana se completa en el final de "Hable con ella": otra coreografía de Pina Bausch, más reciente, "Masurca fogo" (elaborada con alegres ritmos de la Costa de Marfil), cierra el film de Almodóvar, como para que el espectador no se vaya del cine con un lastre de tristeza. Y si en la historia de "Hable con ella" se produce un milagro, el autor lo celebra con otro: el de la alegría de la danza.