Allen vs. Farrow: un documental que apunta contra Hollywood y el sistema judicial, pero peca de parcial
En 2019, HBO estrenó Leaving Neverland, un documental de cuatro horas que puso el foco en las acusaciones de abuso sexual contra Michael Jackson por parte de dos jóvenes, que tenían siete y diez años cuando ocurrieron los hechos. La película generó mucho revuelo en la prensa y la indignación de los fans del rey del pop, que clamaban por su inocencia. Este domingo, a las 23, la misma cadena presentará la primera de las cuatro partes de Allen vs. Farrow, una serie de la misma duración, con un enfoque similar (está narrado desde el punto de vista de las víctimas y luego acusadoras) y que, por lo tanto, probablemente despierte el enojo de quienes admiran y aún le siguen creyendo a Woody Allen.
Es que desde el minuto uno y hasta el 240, este documental codirigido por Kirby Dick y Amy Ziering reconstruye una historia de enfrentamientos judiciales y mediáticos desde la óptica exclusiva de Mia Farrow y todos aquellos de su entorno que la apoyaron en su lucha que ya lleva casi tres décadas contra Allen, a quien siguen acusando de haber abusado el 4 de agosto de 1992 de Dylan Farrow, cuando ella tenía apenas siete años. El director de Zelig y Match Point fue absuelto de dos procesos iniciados en los juzgados de Nueva York y de Connecticut (en la casona familiar de ese estado habrían ocurrido los presuntos hechos), pero luego perdió el juicio por la custodia de sus hijos Moses, Dylan y Ronan.
En la exploración del caso (y de la inevitable “grieta” que generó) hay en esta película solo una de las dos campanas. Woody Allen, Soon-Yi Previn (hija adoptiva de Farrow y pareja del director desde principios de la década de 1990) y Moses (quien también apoyó públicamente al cineasta) se negaron a aparecer en el documental y, por lo tanto, la otra posición solo aparece brevemente a partir de las conferencias de prensa, las apariciones televisivas y fragmentos del audiotexto que el propio Allen grabó a partir de su autobiografía A propósito de nada, publicada en marzo de 2020.
Además de los testimonios de Dylan (hoy de 35 años y madre de una niña), de Mia y de Ronan (uno de los principales promotores del movimiento #MeToo), aportan su mirada de los hechos otros integrantes de la familia, amigas (entre ellos la cantante Carly Simon), abogados ligados al caso, periodistas que cubrieron los hechos y críticos de cine que alguna vez elogiaron la filmografía de Allen y hoy la cuestionan con dureza. En ese sentido, a partir de distintos fragmentos de películas (como por ejemplo Manhattan), se expone la obsesión del guionista y director por narrar historias entre hombres veteranos (en muchas oportunidades interpretados por él mismo) y jovencitas que en varios casos eran menores de edad.
Dick y Ziering, quienes venían de dirigir On the Record, otra producción de HBO que también reconstruyó un caso de abusos como el de Russell Simmons, considerado el rey del negocio del hip hop, ofrecen en la primera parte un panorama general de la relación entre Allen y Farrow (fueron pareja durante 12 años e hicieron 13 películas juntos), mientras que en la segunda se recorre con mayor profundidad tanto las vidas de ella (hija del director John Farrow y la actriz Maureen O’Sullivan, esposa de Frank Sinatra, estrella juvenil en la serie La caldera del diablo y ya en los ’70 intérprete de El bebé de Rosemary o El gran Gatsby) como la de él.
De cómo “la” pareja perfecta, la favorita de la intelectualidad neoyorquina (y mundial), devino en dos enemigos íntimos protagonizando una despiadada batalla que hizo las delicias de los medios sensacionalistas es parte del camino trazado en Allen vs. Farrow, aunque siempre con la perspectiva de la actriz, que tuvo cuatro hijos propios y otros diez adoptados (tres de ellos fallecieron muy jóvenes).
Mientras en la segunda y tercera entrega (que se verán los domingos 28 de febrero y 7 de marzo, respectivamente) se analizarán en detalle las tramas judiciales y las actitudes de Allen (el entorno de Farrow lo acusó siempre de erosionar la autoestima, aislar y dominar a Mia para luego pasar de ocupar la figura de un padre a ser un depredador, un monstruo que usó todo su poder para tapar sus perversiones con argucias discursivas, como que Farrow había “coacheado” y “lavado el cerebro” de Dylan), en la última parte (a exhibirse el 14 de marzo) se ubicará al caso en el marco del creciente movimiento #MeToo.
Allen vs. Farrow es muy dura con todos aquellos actores y actrices que trabajaron con el director en los últimos años y lo siguieron defendiendo. Por ejemplo, con Diane Keaton, quien junto a Emma Stone encabezó un tributo al creador de Annie Hall: Dos extraños amantes durante la entrega de los premios Globos de Oro de 2014. Ahí es donde aparece con fuerza la figura de Ronan Farrow, quien publicó sendas cartas abiertas en The New York Times y Los Angeles Times criticando a quienes, según él, encubrían a un abusador. Desde entonces (2018), muchísimos artistas se desmarcaron de la figura de Allen (varios llegaron a donar los sueldos percibidos en sus rodajes con él) y la prensa estadounidense lo empezó a tratar poco menos que como un ser indeseable.
Allen vs. Farrow aporta, además del material de archivo de la época y de los múltiples testimonios, gran cantidad de home videos filmados por la propia Mia y las grabaciones de numerosas llamadas entre ella y Woody, en las que por momentos se atacan y en otras intentan poner paños fríos a la creciente contienda entre ambos.
El morbo que genera la serie es inevitable y por momentos hasta irritante: de hecho, muchos y largos pasajes del documental están dedicados a las imágenes de la pequeña Dylan explicando los detalles de cómo fue (o habría sido) aquel momento de abuso por parte de Allen en el ático de la casa de Connecticut. Quizás lo más interesante es lo que el documental insinúa pero no profundiza: si se puede separar la obra y la vida de un artista (hay un intento de sumar las historias de Roman Polanski y Harvey Weinstein) o cómo cambia el análisis y la interpretación de la filmografía de un autor según las sensibilidades, las prioridades, los valores y los paradigmas de las distintas épocas (en los ’70 y los ’80, épocas de oro de Allen, la corrección política y el movimiento de mujeres no tenían la preeminencia en la discusión pública que hoy sí ostentan).
No solo Woody Allen, su obra, su círculo íntimo y sus colaboradores (incluidos abogados y expertos en relaciones públicas) salen mal parados de este documental. El film de Dick y Ziering es muy duro con el circo mediático, con el sistema judicial que privilegia a poderosos como el cineasta y con la comunidad de Hollywood. Hay en muchos de los planteos y acusaciones que hacen los protagonistas buena parte de razón, aunque Allen vs. Farrow no deja de ser una obra parcial, sesgada, incompleta. Faltan (con las excepciones ya apuntadas) las opiniones y argumentos de la otra parte, que le hubieran dado al documental una amplitud, diversidad y profundidad que inevitablemente escasean.
Allen vs. Farrow estrena este domingo a las 23, por HBO y HBO GO.
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