Alice, la gemela del diablo: una nueva entrega del subgénero del “terror documental” que aporta pocos sustos y menos ideas
El disparador de esta historia es el rodaje de un documental sobre una familia que se muda a una casa en Savannah donde empezar de nuevo luego de la trágica muerte de su hija de siete años, que comienza a aterrorizar a sus parientes en esta nueva locación
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Alice, la gemela del diablo (A Savannah Hunting, Estados Unidos/2022). Dirección: William Mark McCullough. Guion: William Mark McCullough. Fotografía: Paul Marschall. Música: Thomas Avery. Edición: Christopher Cibelli. Elenco: Gena Shaw, Anna Harriette Pittman, Tommi Rose, Dean J. West, Simbi Khali, Jaelyn Buffkin, BIll Winkler, Moses Jones. Duración: 105 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Distribuidora: Lupino Films. Nuestra opinión: regular.
Que el género de terror viene desde hace rato en franca decadencia, no es novedad. Tampoco que a esta altura del partido, lo que antes funcionaba hoy no asusta a nadie. En los últimos años, a modo de manotazo de ahogado para recuperar algo del lustre de antaño, nuevos y viejos hacedores han recurrido a la igualmente remanida idea de conectar sus fantasías sanguinolentas con supuestos hechos reales, asumiendo que si el espectador cree que lo que está viendo sucedió, seguramente se vaya a asustar un poco más. No hay estadística, no hay evidencia, pero por las dudas parece que la moda es ir por ese camino.
Como si se tratara de un documental, Alice, la gemela del diablo comienza con declaraciones del director y sus familiares explicando que la casa en donde va a transcurrir la acción no es un set, sino una auténtica casa embrujada en la que él vivió de niño, y en la que experimentó una serie de sucesos inexplicables. También hay una productora que se refiere a situaciones sobrenaturales vividas durante el rodaje. Una decisión estilística algo forzada, pero que funciona a la hora de generar el clima previo a lo que se va a ver. El problema es lo que viene después.
La historia sigue los pasos de una familia que se muda a una casa en Savannah (que, aparentemente, es la ciudad preferida de los espíritus para afincarse), ubicada en medio de la nada. La idea es empezar de nuevo luego de la trágica muerte de su hija de siete años, Alice, que se ahogó en la pileta de la vivienda anterior. Mientras el matrimonio de Rachel (Gena Shaw) y Eric (Dean J. West) ven la mudanza como la oportunidad de empezar de nuevo, su hija adolescente April (Anna Harriette Pittman) lamenta la pérdida de sus amigos; y el pequeño Andrew (Nico Tirozzi), gemelo de la nena fallecida, sostiene un entusiasmo a toda prueba.
Con el correr de los días, Rachel comienza a tener visiones aterradoras relacionadas con Alice, Andrew habla con una persona invisible, y April conoce a una amiga de su edad, Lilath (Tommi Rose), que manifiesta tener un interés romántico y sexual por ella. Además, la esposa de un compañero de trabajo de Eric, que tiene una sensibilidad especial para detectar fenómenos paranormales, le advierte que fuerzas malignas habitan el lugar, y le da el sabio consejo de que se vaya lo antes posible ¿Él le hace caso? No.
Siendo que lo anterior (y sus consecuencias, que incluyen un giro sorpresa sobre el final) no es ni nuevo ni original, la base de credibilidad para que toda la estructura funcione se centra en las actuaciones, y ahí es donde el film se termina de hundir. Ni Shaw ni West dan la talla para sostener los protagónicos: los diálogos entre ambos son forzados, sobreactuados y anticlimáticos. El pequeño Nico Tirozzi tampoco colabora, y se convierte en otro nene conflictuado, que habla en susurros y ve lo que nadie ve.
Salva la función, en cuanto a trabajo actoral, la subtrama que involucra a Anna Harriette Pittman y Tommi Rose. Envuelta en un halo de confusión, la relación entre ambas evoluciona en un marco de tensión y complicidad, cuyo desenlace resulta, por momentos, incluso más atractivo que la historia central en sí misma.
Alice, la gemela del diablo intenta evitar el susto fácil y conectar con exponentes lejanos y no tanto de terror psicológico (de El exorcista a El conjuro, por citar dos vértices). Sin embargo, semejante propósito le queda demasiado grande, quedando apenas como una película más en el catálogo de un género alicaído, al que no le hace un gran favor.
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