Alexander Skarsgård, un actor que vive entre dos mundos
El protagonista de La leyenda de Tarzán habla de este desafío en su carrera
"En la adolescencia decidí que no quería ser actor. Es que lo fui de niño y a los 13 años hice una película que tuvo cierto éxito en Suecia y me puso muy incómodo. Ser una celebridad con esa edad puede no ser una gran idea. Especialmente para alguien como yo, que solo quería ser normal, no destacarme en la multitud. Mi padre me apoyó. «Si no lo estás disfrutando, dejálo», me dijo. Y así lo hice por ocho años. Pero a los 21 me di cuenta de que extrañaba la actuación, no la parte de la fama, pero sí el trabajo en equipo y las cámaras y los escenarios. Y entonces regresé. Y aquí estamos, en la hermosa Buenos Aires", dice Alexander Skarsgård, el protagonista de La leyenda de Tarzán, el film que se estrena hoy y que vuelve a repasar la historia del rey de la selva creada por Edgar Rice Burroughs a principios del siglo XX. De visita relámpago a la Argentina para presentar la película el actor conocido por su papel en la serie de HBO True Blood en la que interpretó al malvado y seductor vampiro vikingo Eric Northman, llegó a Buenos Aires directo de su Estocolmo natal donde lo esperaba el público más difícil: su familia.
"Hace un mes que estoy en este tour de prensa y esa parada fue la más emocionante. Estuvieron mis padres, mis hermanos, mis amigos de la infancia, hicimos una gran premiere y mi hermana se encargó de organizar la fiesta después de la proyección. Fue debajo de un puente, todo el mundo bailando y tomando hasta las 3 de la mañana. Nos divertimos mucho. Fue un momento bastante fuerte también porque mi papá es fanático de Tarzán desde que era chico. Fue quien me hizo conocer al personaje hace más de treinta años", recuerda el actor y no es complicado imaginar la cargada escena entre padre e hijo, especialmente porque a su papá le conocemos casi cada gesto. Se trata de Stellan Skarsgård, el actor que antes de que su hijo mayor empezara a filmar películas taquilleras, era la estrella de la familia gracias a su trabajo en el cine europeo y sus papeles en Hollywood donde hizo películas como En busca del destino, Thor y La chica del dragón tatuado, entre muchas otras.
-¿Tu padre le dio el aprobado a tu Tarzán? ¿Llegaste al nivel de Johnny Weissmüller, el Tarzán de las películas de su infancia?
-Nunca podré ser Weissmüller. Pensá que fue su ídolo desde los seis años. Pero sí dio su visto bueno. Fue una noche que nunca olvidaré.
-¿Por qué te parece que el personaje sigue generando interés después de tantas versiones hechas a través de los años?
-Creo que tiene que ver con la idea del regreso a lo salvaje, al mundo primitivo. La historia original transcurre en el contexto del final de la revolución industrial, cuando la gente ya se instalaba en las ciudades, viviendo unos encima de los otros y cada vez más desconectados de la naturaleza. Las ciudades eran hervideros de personas y polución y había una fascinación por África, la selva, los lugares exóticos. Y atrapa la idea de este niño vulnerable e inocente que creció ahí y que para sobrevivir debió convertirse en una especie de superhéroe. Pero no es una mutación, no vino de otro planeta, ni tiene aparatos sofisticados, sólo usa su cerebro y sus puños. Para mí, de chico, eso era genial porque usaba su fuerza y velocidad pero sobre todo era inteligente.
-Y todo el asunto de andar de liana en liana tampoco estaba mal.
-Para nada, pero habiéndolo hecho ahora te digo que no es nada fácil de conseguir. Tuve que entrenar mucho. No soy una persona muy flexible, usualmente soy bastante rígido, así que tuve que hacer un montón de yoga y pilates para lograr hacer algunos de los movimientos del personaje.
-Aunque casi toda la película transcurre en África se filmó en un estudio en las afueras de Londres. ¿Te decepcionó no poder rodar en la selva?
-Es una película tan grande que entendí que era imposible hacerla en el medio de la jungla. Con un equipo de más de 400 personas hubiera sido una locura. Si llueve, te quedás atrapado en el fango por tres días. Se podría haber convertido muy rápidamente en Fitzcarraldo. Y como actor, debo decir que no me molestó demasiado porque teníamos una microjungla en el norte de Londres. Fue el set más grande que haya visto nunca. Convirtieron dos hangares de aviones en una selva con árboles y malezas verdaderas, un río, cascadas, una montaña, todo. Hasta tenía la humedad y el aroma de la jungla porque había plantas y vegetación real. De hecho, un año antes de que empezáramos a filmar plantaron pasto africano para recrear la sabana africana en una parte del estudio. Cada mañana cuando llegaba al set sentía que estaba en un parque de diversiones y no podía creer que me iban a dejar jugar ahí todo el día.
-El director de la película, David Yates, dijo que tenías cierto aire de otredad que encajaba muy bien con el personaje. ¿Estás de acuerdo?
-Creo que entiendo lo que quiso decir. La película trata sobre alguien que no encaja en ningún lado, que está tratando de encontrar su hogar y que extraña su tierra natal y yo me puede identificar con eso. Por supuesto que no es tan extremo en mi caso, pero habiendo nacido y crecido en Estocolmo, ahora estoy viviendo hace doce años en los Estados Unidos que, aunque ahora es mi hogar, al mismo tiempo me sucede que no me siento norteamericano. De hecho me siento muy sueco aunque no haya vivido en mi país por más de una década. Y cada vez que vuelvo estoy cómodo pero también percibo que mi casa está del otro lado del océano. Estoy entre dos mundos y en eso puedo relacionarme con el conflicto de Tarzán. El creció en África e intenta encajar en Inglaterra pero no lo consigue del todo. Quizás como él algún día regrese a Suecia, a mis raíces.
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