Aleccionadora reflexión sobre el paso del tiempo
Un relato con aspiraciones épicas que proclaman su importancia
El curioso caso de Benjamin Button (The Curious Case of Benjamin Button, EE.UU./2008, color; hablada en inglés). Dirección: David Fincher. Con Brad Pitt, Cate Blanchett, Taraji P. Henson, Tilda Swinton, Julia Ormond, Jason Flemyng. Guión: Eric Roth, sobre una historia de Roth y Robin Swicord basada en un cuento de F. Scott Fitzgerald. Fotografía: Claudio Miranda. Música: Alexandre Desplat. Edición: Kirk Baxter y Angus Wall. Presentada por Warner. 167 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: buena
Desde el principio (la música, los títulos, la anciana agonizante que en una Nueva Orleáns amenazada por el Katrina pide a su hija que le lea un diario íntimo en el que caben varias décadas de historia norteamericana), El curioso caso de Benjamin Button anuncia su aspiración épica, así como la duración -167 minutos- proclama su importancia.
Un elenco de estrellas listas para el Oscar, la generosa producción, la meticulosa tarea de la dirección de arte y el depurado lenguaje visual de David Fincher confirman esa búsqueda de grandeza. Pero si el objetivo se alcanza sólo en la forma es porque del cuento corto de F. Scott Fitzgerald en que se basa el film se ha tomado sólo el título y la idea central (un hombre que nace anciano, crece rejuveneciendo y anda siempre a contramano de sus contemporáneos) y ha sido adaptado (más bien: estirado) por Eric Roth no para imaginar las implicancias de la singular condición del personaje e indagar en su percepción de la vida, el amor, la muerte y el perpetuo desencuentro con los demás, sino para aplicar la fórmula de Forrest Gump y convertir a Benjamin en testigo (pasivo) de unos cuantos acontecimientos de la historia norteamericana. Y aunque se haga hincapié en el caso amoroso (con una ex vecinita de cuando era viejo, convertida en bailarina célebre que triunfa en el Bolshoi y el American Ballet), porque allí se manifiesta con mayor claridad la tragedia que le acarrea su naturaleza, el film acumula, además de frases aleccionadoras y símbolos tan obvios como el del picaflor y la muerte, demasiadas subtramas (la historia del padre), demasiadas anécdotas forzadas, demasiadas circunstancias pintorescas. Y lo grave es que la mayoría de ellas podrían estar o desaparecer sin que el resultado final se modificara.
Acumulación
Tanta acumulación contribuye -sumada al despliegue técnico, la variedad de escenarios, los saltos en el tiempo, la habilidad narrativa de Fincher y la excelencia de su equipo- a que el largo relato se sobrelleve sin mucho esfuerzo, pero también a que se destaquen sus altibajos. Hay sectores más logrados y entre ellos no está el del amor indestructible, tal vez porque al film le falta emoción y porque tampoco hay mucha química entre Pitt y Blanchett. Pero sí los años primeros, en la residencia para ancianos donde le dan cobijo cuando su padre lo abandona asustado ante la visión del bebe monstruo y donde crece rodeado de gente que hace el camino inverso; su aventura como marinero al lado de un capitán de historieta, o sus amoríos con una dama casada (la siempre admirable Tilda Swinton, después forzada a reaparecer para otro mensaje edificante).
Fincher asegura el espectáculo, pero la impresión que deja su extensa fábula es que no había demasiado contenido que lo sustentase. Un seguro gancho reside en la curiosidad de ver cómo Brad Pitt va viviendo -al revés, claro- sus transformaciones físicas, por obra de los efectos especiales y el maquillaje. Eso sí: la inercia de su personaje (que se deja llevar como Forrest Gump y sólo se muestra movilizado por la bailarina) lo ayuda poco.
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