Albert Brooks: me río de la vida pone el reflector sobre “el hombre más gracioso del mundo” al que nadie conoce por su verdadero nombre
Este extendido diálogo con otro gigante de la comedia norteamericana, Rob Reiner, amigo desde la infancia, sirve como sólido repaso de la carrera del creador de Visa al paraíso, mucho más famoso en su país que en el resto del mundo
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Albert Brooks, me río de la vida (Albert Brooks: Defending My Life, Estados Unidos/2023), Dirección: Rob Reiner. Fotografía: Barry Markowitz y Rocker Meadows, Edición: Bob Joyce. Música: Marc Shaiman. Con: Albert Brooks, Rob Reiner, Judd Apatow, James Brooks, David Letterman, Chris Rock y otros. Disponible en: HBO Max. Duración: 88 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
“Es como un tornado cómico”, señala Steven Spielberg. “Sentía que me hablaba directamente a mí”, dice Ben Stiller. “Es el caviar de la comedia”, añade Sharon Stone. Y mientras tanto, un monólogo reflexivo sobre el futuro culmina en otra hilarante sátira. Ese es el prólogo desde el cual Albert Brooks, me río de la vida presenta la trayectoria de uno de los comediantes más relevantes de la historia del espectáculo norteamericano. Se lo define como “el hombre más gracioso del mundo”, pero ese talento –curiosamente- quedó encapsulado en una enorme popularidad local que no trascendió las fronteras de los Estados Unidos con el ímpetu con el cual se lo reconoce como uno de los grandes nombres de toda la historia de la comedia norteamericana.
Es solo el prólogo del convencional pero muy simpático documental de Rob Reiner con el cual homenajea a su amigo de la infancia: “Todos, o la mayoría, saben que tu verdadero nombre es Albert Einstein”, dice Reiner; “No lo decía porque eso siempre provocaba una discusión hasta que me lo cambié”, responde Brooks en una mesa de café que hilvana el trabajo documental y permite la sustentación narrativa de una profusa cantidad de material de archivo y opiniones de periodistas, actores, realizadores y, sobre todo, eminentes colegas del multifacético Brooks. Desde Judd Apatow a Chris Rock todos son elogios para ese gran genio cómico que define en buena medida el vínculo del espectáculo norteamericano con la comedia desde hace medio siglo y lo proyecta al mundo. Esa piedra basal, como en otros tiempos fue Bob Hope, hoy es Albert Brooks para la joven generación. El comediante, de actuales y vitales 76 años, fue figura central de la televisión, donde dirigió segmentos de Saturday Night Live; debutó como actor de cine en Taxi Driver, de Scorsese, consiguió una nominación al Oscar por Detrás de las noticias, y también dirigió sus propias películas. Si Los Simpson es un termómetro de popularidad para los Estados Unidos, su quíntuple participación habla de su enorme influencia en el espectador norteamericano.
En 1979, Brooks además debutó como realizador con Real Life, que también escribió y protagonizó, para continuar con Reto al amor (Modern Romance) y su gran Lost in America. Pero las películas de Brooks no consiguieron, pese a tocar en muchos casos temáticas similares y miradas irónicas comunes con el cine de Woody Allen (como es el caso de Visa al paraíso, otra multilabor que protagonizó junto a Meryl Streep), el éxito global que sí conquistó el director de Manhattan. “Creo que Scorsese me había visto mucho en los shows de variedades y él amaba la comedia y sintió que yo podía hacerlo. Pero para mí, ir al set los días que yo no trabajaba y ver a Marty era una gran experiencia”, confirma Brooks sobre sus inicios como actor de cine y desde entonces además de las ocho películas como realizador compuso infinidad de papeles: su Norman Robbins en Infielmente tuya, su inolvidable Aaron Altman para Detrás de las noticias y la voz de Jacob, el tigre para Dr. Dolittle, o acaso más popular, la de Marlin –el neurótico padre sobreprotector del pececito protagonista– en Buscando a Nemo.
La idea de Reiner de retratar a Brooks en un documental permite reencontrar buena parte de estos extraordinarios momentos que brindó al cine y en buena medida salda una cuenta pendiente, porque el cine reunió a Reiner mucho más con Richard Dreyfuss que con Brooks, a la sazón, todos compañeros de escuela y por lo tanto conocidos desde la infancia. Facetas personales del personaje también se ponen de manifiesto en el documental: “Si alguna vez alguien me pide un consejo al respecto de cómo encontrás al amor de tu vida, la respuesta es: dejás de buscar”, dirá sobre su vínculo sentimental que la unió a Kimberly, quien confiesa en el documental: “¿Este hombre escribió, dirigió y protagonizó? Es el tipo de hombre con el que me quiero casar. Juro que lo dije”, dirá sobre el enorme talento creativo de Brooks. “Nos enamoramos hablando”, añadirá Kimberly. Como charla de amigos, Rob afirma la evolución que significó ese matrimonio.
Pero el énfasis local debe señalarse en todo momento porque el documental celebra a un actor, guionista y director enormemente popular en Norteamérica pero, reiteramos, no con tanto reconocimiento en el resto del mundo. Por eso este documental de Reiner (Cuenta conmigo, Cuando Harry conoció a Sally, Misery), si bien carece de creatividad tiene el notable hallazgo de ese diálogo casi íntimo que permite una profunda reflexión sobre la vida, el humor y los secretos de la creación artística. Inevitable, el gran cultor del humor mordaz ofrece tanto en el diálogo como en el profuso material de archivo momentos hilarantes que el fanático celebrará como aproximación a su talento. Para el novato resultará un delicioso descubrimiento que permitirá acercarse mucho más a uno de los nombres referenciales del humor con iguales dosis de inteligencia y extendida irreverencia.
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