Adolfo Aristarain: "En el mundo entero hay un 95% de películas que son basura"
Reconocido con una retrospectiva completa de su filmografía, el gran director argentino –que no filma desde 2004– sueña con la vuelta
Hace nueve años que no se estrena una película con la firma de Adolfo Aristarain, pero el gran director argentino dice que siempre encuentra cómo ocupar el tiempo y estar activo. "Escribo, leo muchísimo, veo cine", cuenta a LA NACION en un bar de Recoleta. Acaba de presentar Roma , su último trabajo hasta el momento, en la retrospectiva completa que este año le dedica el Bafici a su obra. Y aunque confiesa que no tiene ansiedad por volver a filmar, de las apasionadas opiniones sobre el cine que surgen de la charla se desprende que está listo y entusiasmado para volver a hacerlo no bien estén dadas todas las condiciones.
-¿Qué es lo que más extraña del cine?
-Que entre guita para sobrevivir. De verdad, extraño el simple hecho de estar en un rodaje, porque lo que más me divierte es hacer cine. Además, yo no he hecho otra cosa en toda mi vida. Me divierte todo el proceso: escribir, preparar la película, filmarla. Ni cuando era asistente de dirección sentí que estuviese trabajando. Lo pasaba muy bien.
-¿Y qué pasó en estos últimos nueve años?
-Varias cosas. Estuve a punto de hacer La muerte lenta de Luciana B , basada en un libro de Guillermo Martínez. El guión me encantó y estaba todo listo para coproducirlo con España. Pero pasó el tiempo, varios plazos y al final se canceló porque faltaba completar la financiación. Pero no me caliento. Toda la vida he peleado mucho para hacer películas y siempre me pasó eso de no encontrar la plata para concretarlas.
-Pero en estos últimos años se abarataron mucho los costos.
-En lo único en que pienso es en que mis películas tengan el nivel técnico y profesional que corresponde. Y no estoy dispuesto a hacer cualquier cosa sólo para ganar unos pesos, porque uno no hace esto por la guita. Además, si se fija un cierto nivel de exigencia técnica, el cine no es barato. Cuando el cine es barato sacrificás calidad. No hay vueltas.
-Para lograr ese objetivo de calidad usted siempre defendió las coproducciones. Pero la crisis de España pone en cuestión al socio principal que tuvo el cine argentino en los últimos años.
-Desde hace algún tiempo estamos mejor nosotros, con el Incaa, que España, donde la cosa se desmoronó. Los subsidios se redujeron allá casi a la cuarta parte y, en cambio, acá subieron, por lo que si la película no es demasiado complicada podés tirarte a hacerla sólo como producción argentina. Pero España sigue conviniendo, aunque te den poco dinero, por la posibilidad de estrenar allá. Con la taquilla argentina solamente no alcanza.
-Se ha teorizado mucho sobre su filmografía. ¿Siente la misma necesidad frente a una retrospectiva completa como ésta?
-Es posible que se encuentren temas, constantes y obsesiones a lo largo de mis películas, pero ese tema se lo dejo a los críticos. Yo no me doy cuenta. No pienso en la película que hice cuando preparo una nueva. Ni siquiera las veo. Gracias a Dios si se me ocurre una historia nueva. Mirando hacia atrás sólo pienso que podría haber hecho muchas más películas. Como cualquier tipo que trabaja en este oficio, sé que hice lo mejor que me salió. Y si me equivoqué, me equivoqué.
-¿Y qué le diría a una persona que nació o creció mientras usted hacia sus películas más importantes en condiciones políticas muy complicadas?
-¿Se refiere al contacto con la época? Mis películas tenían un objetivo claro, que era muy visible en La parte del león o en Tiempo de revancha: atacar al capitalismo, que es un sistema que considero salvaje. Hoy pienso lo mismo, este sistema nos destruye sin la más mínima piedad y hay que cambiarlo, no queda otra. Hay pequeñas modificaciones que fuimos viendo para mejor en América latina, muy prometedoras, pero el sistema te sigue apretando.
-Usted hace cine político, pero no a la manera explícita de un Ken Loach.
-En mi cine hay ideología, claro, pero no como bandera o mensaje, sino a través de lo que dicen o viven los personajes. Lo que hay que evitar es el embanderamiento a ultranza, porque eso sirve nada más que para hablar con los tipos que piensan como uno y no para convencer a los demás.
-¿Qué busca, entonces, con sus películas?
-Quiero hacer pensar a la gente. En La parte del león, que filmé durante la dictadura militar, un tipo se arruina la vida y arruina a todo lo que lo rodea en su afán por tener plata y otro nivel de vida. Eso supongo que hará reflexionar a todo espectador más o menos inteligente. Al margen del cine, sin ser peronista, debo decir que apoyo absolutamente este proyecto y me gustaría que la Presidenta cuente con un nuevo período. Basta con mirar el panorama de lo que hay en la oposición para darse cuenta de que ella tiene que continuar.
-¿Nunca pensó en seguir el camino de Francis Ford Coppola, que en los últimos años se volcó a proyectos pequeños, experimentales e innovadores como el que filmó aquí en Buenos Aires?
-Debo decir que lo de Coppola no creo que sea ni experimental ni innovador. Tetro me parece un bodrio con todas las letras y la anterior, Juventud sin juventud , me dijeron que es peor. A ver si queda claro: nosotros no tenemos ni cine mainstream ni cine industrial. Toda la vida hemos tenido sólo cine independiente. No podemos ir más allá de eso. Yo llegué a tener una productora detrás como Aries, y así y todo poníamos la fecha de comienzo de rodaje calculando los tiempos desde el estreno para atrás, para que no nos comiera la inflación.
-¿De qué habla entonces cuando habla de cine independiente?
-De hacer lo que a uno se le da la gana. Y así fue toda mi carrera. Todos los que hacemos cine acá hemos tenido total libertad para hacer lo que queríamos. Desde el punto de vista intelectual siempre fuimos independientes. Mayor libertad en ese sentido no existe. Lo único que nos condiciona es el hecho de estar económicamente apretados. No podemos hacer películas de gran producción.
-Pero en ese terreno también hay matices. Películas de género, otras obras más experimentales y menos masivas.
-Da igual que sean películas de género o no. Lo que hay es un cine que muestra respeto por la profesión y otro que no. Este último cine no es independiente. Es amateur, es para los cumpleaños y no para exhibirse en salas. Pero lo hacen, van sólo mil personas a verlo y eso es vergonzoso. Por suerte tenemos un instituto que maneja el 10 por ciento de las entradas, fondos que no le sacamos al Estado, sino que aporta la gente que va al cine y está bien que una franja de ese dinero estimule un cine netamente experimental. Lo que hay que evitar son los excesos.
-¿Usted va al cine? ¿Ve cine?
-No todo lo que quisiera. El problema es que en el mundo entero hay un 95 por ciento de películas que son basura y un 5 que vale la pena. Y eso pasa en cualquier país. Acá, en Bélgica, en Italia, en España. Tenemos el mismo promedio que Estados Unidos. Tal vez el caso de ellos sea mucho más criticable, porque tienen una base industrial y técnica insuperable.
-¿Tiene algún sueño incumplido o imposible?
-Siempre quise filmar El último encuentro , la novela de Sándor Márai. Pregunté por los derechos y me dijeron primero que los tenía Milos Forman y después pasaron por otras manos, hasta que me cansé. También me atrajo una novela negra americana de los años 30, muy al estilo Hammett, de alguien que sólo escribió un libro, llamado Paul Cain, seudónimo de alguien que filmó para Hollywood. Pero para averiguar quién tenía los derechos me dijeron que tenía que contratar en Estados Unidos a un abogado especialista en el tema. Demasiado costoso. Como ve, cada vez que intento estas cosas choco con los derechos de autor. Por eso sigo escribiendo.
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"No podría decir que recuerdo mejor una determinada película. Sí que el mayor cariño nace de lo que me ha pasado alrededor de cada una de ellas. La parte del león tal vez significa mucho porque fue la primera, y Un lugar en el mundo por todo lo que se vivió en ese rodaje, pero a excepción de la que hice en Estados Unidos para Columbia, que fue un espanto, recuerdo todo mi cine con enorme afecto", dice Aristarain después de presentar Roma y antes de disponerse a un diálogo con el público al término de la proyección. En el Bafici de este año, con la citada y confesa salvedad de Dead Stranger (1987), el resto de la obra del realizador podrá volver a verse a lo largo de esta semana, en la mayoría de los casos en copias nuevas: La parte del león (1978), La playa del amor (1979), La discoteca del amor (1980), Tiempo de revancha (1981), Ultimos días de la víctima (1982), Un lugar en el mundo (1991), La ley de la frontera (1995), Martín (Hache) (1997), Lugares comunes (2002) y Roma (2004). Sedes y horarios en el sitio del festival.
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