Adiós a Fox, un estudio que estuvo en lo más alto de toda la historia de Hollywood
Nuestra conexión cotidiana con Hollywood empieza con algunos signos. Uno de ellos es la placa tradicional que pone en marcha cada película producida por los estudios 20th Century Fox. Una señal con letras mayúsculas bien visibles, encaramada a una plataforma iluminada con reflectores y las luces de la ciudad de Los Angeles en el fondo, mientras suena una poderosa fanfarria encabezada por la marcialidad de los redoblantes. Pocas imágenes simbólicas se asocian tan de inmediato con la memoria y el presente de la todavía llamada Meca del Cine. Tras su adquisición por parte de Disney, vale la pena recordar sus inicios.
Esa historia, como es habitual en los albores de Hollywood, empieza con el dueño de un apellido centroeuropeo que decide cambiarlo por otro de resonancias mucho más anglosajonas cuando empezó a vislumbrar su crecimiento en el incipiente negocio del cine. Wilhelm Fried había nacido en Hungría en 1879. Sus padres, de descendencia judeoalemana, emigraron a Nueva York cuando Wilhelm apenas tenía nueve meses. A los once años empezó a trabajar en la precoz industria del vestido y la indumentaria. Mezcló una envidiable capacidad de ahorro con la convicción de que su talento estaba en otro lado. En 1904, con el dinero acumulado en sus oficios previos, adquirió una cadena de salas alrededor de la Gran Manzana. Allí presentaba una mezcla de cortos filmados y shows en vivo. Para 1912 ya producía sus propias películas. Cuenta en el libro The Big Screen el británico David Thomson –uno de los más relevantes especialistas mundiales en la historia del cine– que el hombre no tenía ambiciones creativas, sino un ansia mayúscula de expandir sus negocios "y tener más productos a disposición del público". Tres años después, en 1915, puso en marcha la empresa que por fin llevaba el nombre que eligió para cumplir sus sueños: la Fox Film Corporation. Llegó a pagar unos quince millones de dólares, según relata Thomson, para adquirir en Nueva York el teatro Roxy (6200 butacas), en donde exhibía películas de Theda Bara (la primera estrella del cine mudo promovida por Fox) y Tom Mix, además de controlar su distribución.
Fox quería convertirse en el más poderoso entre sus pares. Tenía una ambición infinita, que en términos artísticos quedó a la vista, por ejemplo, con la convocatoria al afamado director alemán F. W. Murnau, famoso por la primera (y extraordinaria) adaptación al cine del legendario mito de Drácula, estrenada como Nosferatu en 1922. En línea con la tradición de los incipientes estudios de la época, ya instalados en Hollywood, de sumar a afamados realizadores y actores europeos en sus proyectos, Fox, todavía en Nueva York, puso a Murnau al frente de la ambiciosa Amanecer (Sunrise, 1927), rodada en los últimos tiempos del cine mudo, con papeles protagónicos a cargo de dos grandes estrellas de la época, Janet Gaynor y George O’Brien.
Eran tiempos en que los estudios comenzaban a construir instalaciones y a impulsar el desarrollo de equipos que facilitaran la transición del cine mudo al sonoro, cuyos films empezaban a llevar mucho más público. Warner tomó la iniciativa a través de un sistema desarrollado en conjunto con la empresa Western Electric, pero Fox siguió rápidamente sus pasos y promovió la creación de un sistema sonoro propio, que el crítico, historiador e investigador uruguayo Homero Alsina Thevenet identificó como "más flexible" que el de Warner. A la vez recuerda en el muy documentado libro Cine sonoro americano y los Oscars de Hollywood que a través de Amanecer, Fox logró por primera vez convertir en sonoro un film sin diálogos, gracias al uso de la música.
La crisis económica y el colapso bursátil de 1929 golpearon muy fuerte los negocios de Fox, que casi al mismo tiempo sufrió un durísimo accidente automovilístico que lo dejó seriamente lesionado. Su codicia lo llevó tan lejos que terminó perdiendo todo, empezando por la empresa que llevaba su propio nombre en 1931. Algunos años después quiso recuperar ese lugar, pero terminó pagando en prisión durante seis meses el intento de soborno a un juez. Tras cumplir la condena nunca volvió a vincularse con el cine y murió en 1952.
Los cinco grandes de Hollywood
Pero la compañía logró sobrevivir y en 1935 la antigua Fox Film Corporation se fusionó con un estudio más pequeño llamado Twentieth Century Pictures, creada dos años antes por Joseph M. Schenck y Darryl F. Zanuck, que se convirtieron, respectivamente, en presidente y vicepresidente a cargo de la producción del nuevo emprendimiento, bautizado definitivamente a partir de allí como 20th Century Fox. El talento intuitivo de Zanuck, una de las personalidades creativas más destacadas de toda la historia de Hollywood, llevó a Fox a integrar el privilegiado elenco de los cinco estudios más grandes (The Big Five) en los primeros tiempos de lo que se conoció como la Epoca de Oro de Hollywood, dominada por el sistema de estrellas (star system). Las otras cuatro eran Paramount, Warner, MGM (Metro-Goldwyn-Mayer) y RKO (Radio-Keith-Orpheum).
En palabras de Thevenet, 20th Century Fox se distinguió entre las Big Five en el "culto a los géneros" sin especializarse en ninguno. Fue el estudio que procuró mostrarse más cerca de la gran tradición estadounidense porque tenía, según observa el experto uruguayo, mucho más público en las zonas rurales de Estados Unidos. Había heredado de la vieja estructura de la primitiva compañía Fox estrellas como Shirley Temple y Will Rogers. Sus musicales estuvieron protagonizados por Alice Faye, Carmen Miranda y Betty Grable. Y de a poco fue sumando nombres de peso como Henry Fonda, Marlon Brando , Tyrone Power, Gregory Peck y, entre las mujeres, el de Marilyn Monroe , que hizo muchas de sus películas para el estudio, así como títulos de las más variadas temáticas: policiales, westerns, grandes superproducciones. Entre las películas más recordadas que produjo 20th Century Fox aparecen Viñas de ira (John Ford, 1940), Bernadette (Henry King, 1943) y La luz es para todos (Elia Kazan, 1947). En 1953, Fox fue el primer estudio en desarrollar y presentar una película filmada en Cinemascope, El manto sagrado.
Como si su historia hubiese quedado marcada por las ambiciones sin fin de su primer gran mentor, Fox estuvo a punto de colapsar en su siguiente etapa por culpa del desastre provocado en 1962 y 1963 por Cleopatra, un proyecto desmesurado dirigido por Joseph L. Mankiewicz, que terminó naufragando en medio de un rodaje lleno de situaciones accidentadas y un presupuesto completamente fuera de control. "Cleopatra empujó a 20th Century Fox al borde de la quiebra con un déficit de casi 40 millones de dólares", recuerda el crítico e investigador español José Luis Guarner, que identificó a esa superproducción como la película más cara de todos los tiempos si ajustamos su presupuesto a las cifras actuales. Fue la primera vez, entre otras curiosidades, que una estrella (en este caso Elizabeth Taylor ) cobraba un millón de dólares por hacer una sola película.
Zanuck, que había dejado el estudio para convertirse en productor independiente, debió hacerse cargo nuevamente de Fox tras el forzado alejamiento de Spyros Skouras (presidente del estudio desde 1942). Tuvo que despedir a la mitad del personal y desprenderse de los derechos de más de 200 títulos para equilibrar las cuentas. La estrella de Zanuck daría vuelta poco después la historia gracias a La novicia rebelde (Robert Wise, 1965). El estudio que se identificaba por entonces cada vez más con los Zanuck (Darryl y su hijo Richard, convertido en 1969 en jefe de producción) que con el nombre de su fundador compartía con la mayoría de sus pares el declive derivado de la crisis del star system y la transformación a toda velocidad de Hollywood en aquélla década.
La adquisición en 1981 de 20th Century Fox por parte del multimillonario petrolero Martin Davis fue una de las muchas señales de una nueva tendencia en Hollywood. La incorporación de los estudios tradicionales al patrimonio de grandes corporaciones ajenas en su origen, su integración y sus características a la industria del entretenimiento. Todo pareció cambiar desde 1985 cuando la compañía quedó en manos del magnate de la comunicación Rupert Murdoch.
Integrando el estudio a su poderoso holding News Corporation, el australiano Murdoch fue de a poco integrando los negocios cinematográficos a la cada vez más fuerte producción consagrada a la TV y al entretenimiento hogareño. Fueron años de enormes éxitos de taquilla como Duro de matar y Mi pobre angelito, con sus correspondientes secuelas. Y a ellas se sumaron más tarde, de la mano de James Cameron , las dos películas más lucrativas de la historia en la taquilla global: Titanic y Avatar.
Esta historia acaba de concluir. Con el histórico acuerdo que convierte a Disney en el virtual dueño de 20th Century Fox concluye una era. Robert Iger, CEO de Disney, prometió hace unos días que en el futuro seguirán estrenándose películas bajo el signo identificatorio de Fox, con su señal, sus colores y su música marcial. Es probable que Fox nunca deje de ser una marca relevante y con valor propio en la industria del entretenimiento más poderosa del mundo. Pero a la vez la realidad nos dice que a partir de ahora, en vez de la major que siempre fue, Fox será parte de la major más grande de todas. Para verificar su grandeza no alcanzará el presente. Habrá que visitar la historia.
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