El elenco y el director de ‘Los últimos Jedi’ hablan sobre los secretos de la historia, un Skywalker desafecto, y una muerte en la familia
Hace mucho tiempo, un estudiante de escuela primaria se hizo con una nave espacial. Siguió las instrucciones para armarla lo mejor que pudo, conectando los cañones, el equipo de aterrizaje, el tablero interestelar. Al poco tiempo, Rian Johnson tenía su propio Millennium Falcon. “Lo primero que hice”, recuerda, “fue tirarlo al aire, para ver cómo se vería volando.” Sonríe. “Y se rompió.”
Johnson creció, fue a la escuela de cine, hizo algunas cosas buenas, incluyendo el entretenido y rebuscado drama de ciencia ficción Looper, de 2012. Ahora tiene casi 44 años, aunque sus mejillas angelicales y sus modales gentiles hacen que sea fácil imaginarse al niño que alguna vez fue (demasiado fácil, quizás: está tratando de que le vuelva a crecer una barba candado que se afeitó); incluso su camisa de manga corta cuidadosamente planchada transmite una sensación de día de foto de fin de año. A fines de octubre, está sentado en una oficina de los estudios Burbank, de Disney, que hace meses considera como su casa, donde una pizarra declara: “Estamos trabajando en Star Wars: Los últimos Jedi (en caso de que te hayas olvidado)”. Johnson es el director y guionista de la película, lo cual significa que terminó con la mejor colección de juguetes del mundo, incluyendo un set del Falcon de tamaño real en el que, cuando entró por primera vez, casi se larga a llorar. Vivió la experiencia con lo que suena como una mezcla intrigante de reverencia y diablura, y los miembros del elenco dicen que nada fue como esperaban. “Sacudí un poco las cosas”, dice, con la misma sonrisa.
Mientras tanto, en el mundo real, todo está roto. En los meses desde que la franquicia volvió a la vida con El despertar de la fuerza, de 2015, se siente más bien como si un niño incauto hubiera agarrado a toda la civilización y la hubiera tirado al aire. Y, en mitad del vuelo, muchos de nosotros nos dimos cuenta de que éramos el Imperio malvado, con un nuevo gobernante que hasta el mismísimo George Lucas más confundido por las imágenes generadas por computadora hubiera descartado por ser demasiado grotesco e inverosímil como personaje.
Extrañamente, la saga lo vio venir. O quizás no sea tan raro si considerás el comentario sobre la Guerra de Vietnam que está en el centro de la trilogía original de Lucas, o la advertencia sobre la fragilidad de la democracia en sus precuelas. En El despertar de la fuerza, dirigida por J.J. Abrams, un movimiento revanchista que se hace llamar la Primera Orden se reúne en marchas estilo El triunfo de la voluntad, mostrando la fuerza impactante de una ideología que supuestamente ya había sido vencida mucho tiempo atrás. Lo que queda del gobierno se está colapsando y es ineficaz, de modo que la única esperanza a la vista es un grupo de gente buena conocido como la Resistencia. Familiar, suena todo esto.
“Es, de algún modo, una reflexión sobre la sociedad”, reconoce la nueva estrella de la saga, Daisy Ridley, quien hace de Rey, y quien pasó de ser una desconocida actriz londinense a ser una estrella de cine absolutamente madura tan rápido como su personaje pasó de ser una cartonera del desierto a ser una Jedi en ciernes. “Pero también es escapismo, porque hay criaturas y hay gente que anda con láseres y mierdas así. Así que creo que es una maravillosa mezcla de las dos cosas.”
Y cuanto peor se pone el mundo, más necesitamos esa galaxia lejana, dice Gwendoline Christie, quien hace de la mandamás de los stormtroopers, la Capitana Phasma (al igual que de Brienne of Tarth, en Game of Thrones): “Durante momentos difíciles, no hay nada malo en que el arte te transporte. Creo que todos lo necesitamos. A muchos de nosotros nos une el amor por esto.”
Los últimos Jedi, que se estrena el 14 de diciembre, es el segundo episodio de la trilogía actual, y los rumores sugieren que, al igual que en la película del medio original, El imperio contraataca, las cosas se ponen más oscuras. Pero Johnson desmiente eso, aunque admite cierta influencia de la reversión moralmente ambigua de Battlestar Galactica del año 2000 (lo cual es gracioso, porque Lucas consideró que el programa de televisión de los setenta era un plagio, y realizó una demanda por la que hace tiempo se llegó a un arreglo). “Esa es una cosa que espero que a la gente le sorprenda de la película”, dice Johnson. “Creo que es muy graciosa. Los trailers fueron un poco oscuros. La película tiene eso, pero también hice un esfuerzo consciente para que sea como una revuelta. Quiero que tenga todas cosas que yo asocio tonalmente con Star Wars, que no es sólo la cosa Wagner. También es Flash Gordon.”
A fines de octubre, casi nadie la vio todavía, pero Johnson parece extrañamente libre de todo recelo respecto de sus proyectos. Exudaba una calma parecida en el set, según Adam Driver, quien hace de Kylo Ren, el hijo pródigo de Han y Leia que adora a Darth Vader. “Si tuviera ese trabajo, yo estaría estresado”, dice. “Agarrar algo donde otra persona lo dejó y hacerlo avanzar, pero también introducir un vocabulario que no se haya visto antes en una película de Star Wars, es una tarea difícil de hacer bien. El es increíblemente inteligente y no siente la necesidad de que todo el mundo lo sepa.” (“Sentí como si estuviéramos jugando todo el tiempo”, dice Kelly Marie Tran, en el rol del personaje nuevo más importante, Rose Tico). Un par de semanas después de hablar, Lucasfilm anunció que Johnson firmó para hacer tres películas más de Star Wars en la próxima década, la primera por fuera de la saga de Skywalker, indicando que Disney y Kathleen Kennedy, la matriarca de Lucasfilm, están más que contentos con Los últimos Jedi. Y Kennedy no es fácil de contentar, habiendo despedido hace poco a los directores de una película derivada sobre Han Solo a mitad del rodaje, y despachando al director original del Episodio 9, Colin Trevorrow, para pronunciarse en favor del regreso de Abrams.
El mayor triunfo de El despertar de la fuerza fue la introducción de personajes nuevos queribles, liderados por Rey y Kylo Ren, además de Finn, el desertor representado por John Boyega, Poe Dameron, de Oscar Isaac, y más. Kylo Ren (nacido con el nombre de Ben Solo) le clavó la espada láser a Han (Harrison Ford), privando a Johnson de una codiciada figura. Pero la película nos dejó con la Princesa Leia, de Carrie Fisher, ahora en el rol de general que lidera la Resistencia, y con la revelación climática del canoso Luke Skywalker, de Mark Hamill.
Los últimos Jedi será la última película de Star Wars de Fisher. En los últimos días del cruel 2016, tuvo un infarto en un avión, y falleció cuatro días después. Menos de un mes después, alrededor de 500.000 personas se reunieron en Washington D.C. para la Marcha de las Mujeres, y Leia estaba por todas partes, en pósters con su imagen de 1977, con los cabellos como donas, y eslóganes correspondientes. (“El lugar de la mujer es la Resistencia” era, quizás, el mejor).
Johnson se había hecho amigo de Fisher, y se pone contento cuando le comento que la visité en su hogar –una casa con decoración psicodélica en Beverly Hills– hace un par de años, donde me dio una entrevista hilarante acostada en la cama. Después, hizo chistes sobre drogas y enfermedades mentales frente a un publicista de Disney. “Pudiste vivir un poco de esa esfera mágica que ella creaba”, dice Johnson, quien revisó el guión junto a ella en esa misma habitación. “Yo estoy feliz de haber vivido eso, brevemente, y de haberla conocido un poco.”
Dejó intacta la parte de ella en la película. “No terminamos cambiando nada”, dice Johnson. “Por suerte, teníamos todo su trabajo terminado.” Ahora es Abrams quien tiene que ver cómo hace para lidiar con la ausencia repentina de Fisher y Leia. (Es típicamente aforístico respecto a esto: “Es una realidad triste”, dice. “En términos de avanzar... el tiempo dirá lo que terminarán haciendo.”)
En líneas generales, Johnson disfrutó de lo que parece como una autonomía casi insondable a la hora de darle forma a la historia de Los últimos Jedi. Dice que nadie le dictó ningún elemento de la trama, que simplemente él iba decidiendo qué pasaba después. Y lo desconciertan los fans preocupados por la idea de que están “inventando mientras avanzan”. “La verdad es: ¡Las historias se inventan! Ya sea que alguien haya hecho esto hace 10 años y lo haya puesto en una pizarra y ahora tengamos que atenernos a eso, o que estemos orgánicamente encontrando la historia a medida que avanzamos, eso no significa que haya menos cabeza puesta en ello.”
***
La única escena de Mark Hamill en El despertar de la fuerza dura un minuto, y no dice una palabra. Pero es una pieza indeleble de actuación, con una gravedad real, por parte de un actor infravalorado que se había vuelto más famoso por trabajos en Broadway y como voz de doblaje: ha sido, desde principios de los noventa, el Guasón animado más emblemático. (“Con los doblajes”, dice Hamill, “yo pensé: ‘¡Esto es genial! ¡Puedo hacer lo que quiera físicamente! ¡No me tengo que memorizar líneas!’”). Cuando Rey se le acerca en la montaña solitaria donde supuestamente pasó años estudiando el equivalente Jedi del Talmud, el rostro barbado de Luke Skywalker pasa del dolor al terror y la melancolía.
“No lo pensé como: ‘Oh, esta va a ser mi oportunidad’”, dice Hamill, que acaba de aparecer en la oficina de Johnson, sentado junto a él, con un termo enorme de café en la mano derecha que alguna vez cortó Darth Vader. Tiene una versión emprolijada de la barba de su viejo Jedi, a la que le tomó cariño: “Me afeité, y pensé: ‘¿Sabés qué? La barba me tapa la mejilla’”.
Hamill es un charlatán encantador y nervioso. Resulta que incluso cuando era más joven y más bello, era un nerd atrapado en el cuerpo de un niño de oro. Tiene los ojos desorbitados y te da la vaga sensación de que, como Luke, quizás haya pasado un par de años solo en un planeta lejano, y que quizás está reajustándose a la vida en la Tierra, o al menos al estrellato cinematográfico.
Admite haber sentido “frustración de que me asociaran demasiado” con Star Wars –su rol como Sykwalker le costó la oportunidad de incluso ir al casting para hacer el papel de Mozart, que ya había hecho en el teatro, en la versión cinematográfica de Amadeus– “pero nada que me causara una angustia profunda”. Se pasó las décadas desde El retorno del Jedi actuando y criando a su familia con Marilou, su esposa desde hace 39 años. ¿Y en cuanto a su actual regreso al papel de Luke? “Es la culminación de mi carrera”, dice. “Si me enfocara en lo enorme que realmente es, no podría funcionar. Le dije eso a Rian. Le dije, por más absurdo que suene: ‘Voy a tener que simular que esta es una película artística que no va a ver nadie’.”
Para su escena de El despertar de la fuerza, dice: “No sabía –y no creo que J.J. supiera tampoco– qué había pasado exactamente en esos 30 años. Honestamente, lo que hice fue tratar de darle opciones a J.J. Neutralidad, sospecha, duda... aprovechar el hecho de que son todos pensamientos. Me encanta ver películas mudas. Pensá en lo efectivas que podían ser sin diálogos.”
Abrams tuvo algunas dudas acerca de la idea de darle a Hamill un guión con un papel tan chico. “Lo último que quería hacer era insultar a un héroe de mi infancia”, dice, “pero también sabía que podía ser uno de los momentos más excitantes de la historia.” De hecho, la primera reacción de Hamill fue: “¡Qué estafa! ¡Ya no voy a correr por la Estrella de la muerte cortando cabezas con Carrie y Harrison!”.
Pero terminó estando de acuerdo con Abrams, especialmente después de contar la cantidad de veces que mencionaban a Luke en el guión, que estima son más de 50: “No quiero decir: ‘Esta es la mejor entrada de la historia del cine’... pero ciertamente es la mejor entrada de mi carrera.”
Johnson le habla a Hamill. “¿Alguna vez te dije que al principio, cuando estaba tratando de pensar en esta historia”, le dice, “tuve una idea brevemente en la que pensé: ‘¿Y si Luke es ciego? ¿Y si es como un samurai ciego?’. Pero no lo hicimos. De nada. La idea no pegó.” (Agrega que esto fue antes de que apareciera un personaje ciego en Rogue One, la película paralela de 2016).
Hamill se ríe, contemplando brevemente cómo habría sido ese giro: “Luke, ¡no te acerques tanto al precipicio!”.
Ya le costó bastante la historia que Johnson sí creó para Luke, que ahora es lo que el actor llama un Jedi “desilusionado”. “Esta no es una historia divertida”, dice Hamill, “al menos no mi parte de la historia.” Johnson confirma que Hamill le dijo llanamente, al principio, que no estaba de acuerdo con la dirección que estaba tomando el personaje de Luke. “Empezamos una conversación”, dice Johnson. “Tuvimos idas y vueltas, y después de explicarle mi versión, la ajusté. Y tuve que justificármela a mí mismo, y eso terminó siendo increíblemente útil. Al final, terminé sintiéndome muy cerca de Mark. Esos primeros días de chocar, y después entendernos, ese proceso siempre te acerca.”
Hamill se esforzó por imaginar cómo podría haber llegado Luke a su lugar de alienación. Siendo un fanático del rock amigo de Dave Davies, de los Kinks, Hamill empezó a pensar en sueños hippie destruidos mientras veía un documental de los Beatles. “Estaba escuchando a Ringo decir: ‘Bueno, en esa época, era paz y amor’. Y cómo se trató de un movimiento que en gran medida no funcionó. Y pensé en eso. En esa época, yo pensaba que cuando llegáramos al poder, ya no habría más guerras. Que la marihuana sería legal.” Sonríe en esa parte. “Creía en todo eso. Tuve que usar esa sensación de fracaso para identificarme.” (Sí sabemos que Luke estuvo entrenando a un grupo de Jedi, y que Kylo Ren se le dio vuelta).
El dolor de Hamill por la pérdida de Fisher sigue fresco, especialmente luego de que ambos pudieran renovar su vínculo, y sus peleas de hermanos espaciales, luego de décadas sin muchas razones para reunirse. “Ella había llegado a un nivel de comodidad conmigo”, dice, “porque yo no iba a atacarla ni molestarla de ninguna forma. Era la misma persona que cuando me conoció... Yo era como el hermano cuadrado y tímido, y ella era como la Tía Mame salvaje.” Estar promoviendo la película hace que todo esto regrese para él. “No lo aguanto”, dice. “Ella está maravillosa en la película. Pero le agrega una capa de melancolía que no nos merecemos. Me gustaría que las emociones vinieran de la historia, no de la vida real.”
Le menciono cuán difíciles deben haber sido las cosas para Luke: no haber conocido a su mamá; descubrir los cuerpos quemados de la tía y el tío que lo criaron; esos conocidos problemas con su papá; los años posteriores de aislamiento. “Es la vida de un héroe, man”, dice Johnson. “Es lo que tenés que hacer para ser un héroe. ¡Tenés que ver a la gente que te ama quemada hasta la muerte!”
Hamill señala que la realidad tampoco es demasiado buena. “A veces”, dice, más suave que lo normal, “uno piensa: ‘Preferiría tener la vida de Luke que la mía’.”
***
Adam Driver tiene una pregunta para mí. “¿Qué es”, me pregunta, “emo?”
Entre su entrenamiento en la Marina y su entrenamiento en Juilliard para volverse uno de los actores más extraordinarios de su generación, Driver se perdió algunas cosas, incluyendo estilos musicales enteros. Pero el resto del mundo (incluyendo una cuenta de Twitter divertidamente paródica) decidió que hay algo notablemente emo en su personaje, con su pelo exuberante, su ropa negra y sus berrinches periódicos. “Es alguien a quien toda la vida le dijeron que era especial”, dice Driver sobre su personaje, “y él lo puede sentir. Y siente todo de manera probablemente más intensa que la gente a su alrededor, ¿no?”
Como te podría decir cualquiera que haya visto a Driver en prácticamente cualquier cosa, incluyendo Girls, el propio actor parece sentir las cosas más fuertemente que la mayoría. “No me considero una persona particularmente intensa”, dice, probablemente no ignorando que está haciendo un contacto visual intenso, y que su rodilla derecha está repiqueteando con una energía excesiva. “Hay ciertas cosas con las que me obsesiono, y me gusta el proceso de trabajar en algo.” Está en un café de Brooklyn, en una calle arbolada, que parece ser su lugar para dar entrevistas. Llegó temprano, directo del rodaje de la nueva película de Spike Lee, con un suéter azul oscuro, jeans negros y zapatillas Adidas altas. Driver tiene una seguridad, un centro de acero, que es un poco intimidante, más allá de su obvia amabilidad y su risa enorme y casi constante. No es diferente de hablar con Harrison Ford, quien hace de su padre. Hasta que el personaje de Driver lo mató.
Driver, criado por su madre y su padrino predicador, luego de que sus padres se divorciaran cuando él tenía siete, no se resiste cuando le señalo que sus propios problemas con el padre pueden estar en juego en su interpretación. “No sé si siempre es algo literal”, dice. Menciona que Kylo Ren también asesina al personaje de Max Van Sydow, que era una suerte de “tío lejano” para él. “Y nadie me pregunta: ‘¿Tenés un problema con algún tío lejano?’.”
John Boyega me dijo en 2015 que Driver mantenía el personaje en el set, pero no parece ser del todo cierto. Driver sólo trata de mantenerse enfocado en las emociones de su personaje frente a un ambiente que no puede evitar encontrar ridículo. “Si ves Star Wars, es una película de aventura y acción”, dice. “Pero filmarla es una comedia. Stormtroopers tratando de encontrar un baño. Gente vestida de trolls, chocándose en los pasillos. Es hilarante.” Y cuando se pone el casco, no puede ver bien. “Tenés que ser muy sigiloso, y de repente te tropezás con la raíz de un árbol.”
Se niega a ver a su personaje como un malcriado. “Tiene una cosa un poco elitista, de realeza”, dice, recordándonos que la madre perdida del personaje es “la princesa. Creo que él es consciente del privilegio.” Sí reconoce que hizo de un Kylo Ren más joven que su propia edad de 34: “No quiero decir cuánto más joven, porque la gente va a empezar a analizarlo...” Se pone colorado, y más tarde dice que se arrepiente de haber dicho eso. Si es un spoiler, no queda claro por qué, a menos que esté relacionado con su conexión inexplicada con Rey. Los dos, aparentemente, pasaron bastante tiempo juntos en esta película. “La relación entre Kylo y Rey es maravillosa”, dice Ridley, de quien Driver dice que es una “gran compañera de escenas”, aparentemente uno de sus mayores elogios.
Al principio, Driver no estaba totalmente seguro de querer estar en una película de Star Wars. “Siempre soy escéptico con las películas de Hollywood, porque son demasiado vagas”, dice. Pero el discurso de Abrams, que enfatizó la singularidad del personaje de Kylo Ren como un villano conflictuado, lo convenció. “Todo lo exterior a él está diseñado para proyectar la imagen de que es seguro”, dice. Sólo en privado puede reconocer “cuán poco sabe de sí mismo... lo débil que es.”
Driver puede incluso defender apasionadamente la idea de que Kylo Ren no es para nada un villano.
“No es que la gente no estuviera viviendo en la Estrella de la muerte”, dice, y sus ojos marrones pasan de parecer los de un cachorro a ser feroces sin advertencia. Parece como si estuviera haciendo el personaje. “¿No es eso también un acto de terrorismo contra los cientos de miles de personas que murieron ahí? ¿Acaso no tenían familias? Yo veo cómo la gente puede poner ejemplos que los hacen sentir que tienen razón. Y cuando además sentís que te apoya un poder superior, y de que estás moralmente bien, no hay límites a lo que podrías hacer para ganar. Ambos lados se sienten así.”
Me estás convenciendo de sumarme al Imperio, le digo. Se ríe, y sube su interpretación aún más. “Entonces, los rebeldes son malos”, dice, y conecta su puño con la mesa. “¡Creo firmemente en esto!”
***
En un jueves extravagantemente lluvioso en Montreal, estoy sentado en Le Vin Papillon, un bar de vinos ruidoso y repleto de gente, rankeado como el cuarto mejor restaurante de Canadá, guardándole una silla a una Jedi. Ridley llega justo a tiempo, con un abrigo de piel artificial y un vestido jumper. “Las sobras de mi armario”, dice. Tiene el pelo corto atado en un rodete muy parecido al estilo de Rey, lo cual la vuelve muy reconocible, pero no le importa. “Siempre tuve el pelo así”, dice Ridley. “No voy a cambiarlo.” Lleva tres meses en Montreal, rodando una película de ciencia ficción dirigida por Doug Liman y llamada Chaos Walking, que “es un poco caótica, porque la estamos escribiendo mientras rodamos, y cosas así”, dice. “Me di cuenta de que no funciono bien así.”
Hoy está en su segundo inesperado día libre gracias a que su co-protagonista Tom Holland (el último Hombre Araña) tiene una muela de juicio incrustada, pero aún así ella está profundamente exhausta. “Necesito que me inyecten [vitamina] B en el culo”, reflexiona, con un acento británico exclusivo que hace que incluso las malas palabras suenen elegantes. Ya resulta claro que ser encasillada no será un problema para ella, como lo es para Hamill o Fisher. En su lugar, ella está ocupada de una manera que sólo una reciente estrella de cine lo puede estar. Y aún así, logró cumplir con su plan pre-fama de volver a la universidad durante un semestre el año pasado. “No tengo ningún control sobre mi vida”, dice. Tiene cuatro películas en camino, sin contar la de Liman. “Así que hay muchas cosas ahora, y nunca antes tuve que lidiar con ellas. No creo que mi cerebro pueda estar a la altura de lo que está pasando.” Tiene pesadillas graves: “Me levanto y grito”.
Rey tiene un momento histórico en la última película, agarrando su sable láser de la nieve y, con él, recuperando su poder, su destino, y su lugar en el centro de la narrativa. Su turno. Ridley sigue absorbiendo lo que ese momento, y ese personaje, significan para las mujeres y las niñas. Pero definitivamente sintió más presión esta vez, especialmente porque la última vez, “era todo tan loco que parecía un sueño”, dice. “Me acuerdo de decirle a Rian: ‘Estoy muy neurótica esta vez’. Y pensaba: ‘Voy a cagarla. Todo el mundo piensa esto. ¿Cómo hago eso?’.”
Parte del problema pudo haber sido la tendencia de Ridley para minimizar lo que había logrado en la primera película. Sus escenas desgarradoras en el primer acto, especialmente el momento en el que se come su triste “media porción” de pan instantáneo, creó una enorme benevolencia, en cuestión de segundos, para un personaje que nadie había visto antes. Ella cuenta del elogio efusivo que le hizo Harrison Ford por esa escena del pan, al punto en el que se estaba “poniendo emotivo”. “No sé”, dice encogiéndose de hombros, y dándole crédito del impacto a Abrams y el director de fotografía de la película, Dan Mindel. “¡Yo sólo estaba comiendo!”
Pero de otros modos, Rey le dio confianza. En su película actual, dice, le ofrecieron un doble de riesgo para una escena en la que se abre una puerta y la tira al piso. Llevó a Liman a un costado y le dijo: “‘Doug, no necesito un doble para eso’. Y yo pensé: ‘No sé si hubiera pasado si hubiera sido Tom Holland’.”
A diferencia de casi todo el mundo, Ridley supo, durante años, quiénes eran los padres de Rey, puesto que Abrams se lo dijo en el set de El despertar de la fuerza. Ridley cree que no cambió nada: “Pensé que lo que me dijeron al principio era lo que era”. Lo cual es raro, porque Johnson insiste en que tuvo libertad absoluta para inventar cualquier respuesta para esa pregunta. “No me dieron ninguna directiva sobre cómo tenía que ser eso”, dice él. “Nunca me dieron la información de que ella fuera esto o aquello.” La idea de que Johnson y Abrams llegaron a la misma respuesta de algún modo parece sugerir que los padres de Rey no son personajes cualquiera. Dicho esto, Abrams señala crípticamente que quizás hubo más coordinación entre él y Johnson que la que este último admite, así que quién sabe lo que está pasando acá. Quizás están jugando con nosotros para preservar uno de los misterios más preciados por Abrams. En cualquier caso, a Ridley le encanta la especulación: su teoría preferida de los fans incluye inmaculada concepción y viajes en el tiempo. Parece más probable que sea la hija o la sobrina de Luke, pero, una vez más, quién sabe.
En 2015, Ridley me dijo que estaba bien con la idea de que la vieran como Rey para siempre, así como Fisher fue siempre Leia. Ahora cambió de opinión. “No hay absolutamente ninguna similitud entre la historia de Carrie y la mía”, dice, agregando que si Fisher finalmente se inclinó más sobre la escritura que sobre la actuación, ella planea siguiendo “habitando” la mayor cantidad de personajes posible. Por otro lado, “gran parte de Rey soy yo”, dice, “pero no es que yo sea Rey. Hay partes de mí que son un personaje como Rey, porque ¿cómo podría ser de otra manera? En ese sentido, la entiendo, porque gran parte de Leia es Carrie.”
Esta trilogía va a terminar con la secuela de Abrams de Los últimos Jedi, y después de eso, pareciera que el principal impulso de la franquicia se trasladará a las misteriosas nuevas películas de Johnson, que probablemente estén desconectadas de la saga anterior. Según Abrams, será el final de la historia de Skywalker. “Yo lo veo así”, dice. “Pero el futuro está fluyendo.”
En cuanto a Ridley, el futuro de Rey es bastante claro. No quiere seguir haciendo el personaje después de la próxima película. “No”, dice llanamente. “Yo no sabía bien lo que estaba firmando. No había leído el guión, pero por lo que podía ver, había gente muy buena involucrada, así que pensé: ‘Genial’. Ahora creo que tuve aún más suerte de lo que creía, por ser parte de algo que ahora parece estar llegando a su destino.”
Pero, eh, ¿acaso eso no suena como un sí? “No”, dice otra vez, sonriendo un poco. “No, no, no. Estoy muy, muy contenta de hacer la tercera y después cerrar, porque finalmente, yo firmé por tres películas. Así que en mi cabeza son tres películas. Creo que se va a sentir como el momento adecuado para terminarlo.”
¿Y qué piensa acerca de volver en 30 años, como hicieron sus predecesores? Lo piensa sobriamente, entre mordiscos a unos repollos de Bruselas. (Compartimos el plato, así que ella comió... media porción). “¿Quién sabe? Honestamente, siento que el mundo puede terminar en 30 años, así que, si en 30 años no estamos viviendo bajo tierra en una serie de celdas interconectadas... entonces sí, seguro. Quizás. Pero, de nuevo, quién sabe. Porque lo que me pareció fantástico fue que la gente realmente la quería. Y fue hecha por gente que la ama.”
Lo piensa de nuevo más en serio, esta trilogía de Star Wars que acabamos de inventar. “¿Cuántos años voy a tener?”, pregunta, antes de hacer las cuentas. “55.” Por un momento, parece muy joven, mientras intenta imaginarse como una Jedi de mediana edad. Después se rinde. De todos modos, es hora de irse; mañana la pasan a buscar a las 5:25 a.m. para trabajar en su nueva película. “Mierda”, dice Ridley. “No puedo pensar con tanta antelación.”
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