
Adaptación fallida de un relato
Los suicidas (Argentina/2005). Dirección: Juan Villegas. Guión: Juan Villegas, según la novela homónima de Antonio Di Benedetto. Con Daniel Hendler, Leonora Balcarce, Elvira Villarino, Eugenia Alonso, Mario Mahler, Laura Agorreca, Liliana Weimer, Mariel Sánchez. Fotografía: Paola Rizzi. Montaje: Martín Mainoli. Música: Guillermo Guareschi. Presentada por Primer Plano. Hablada en castellano. Duración: 85 minutos. Calificación: para todo público.
Nuestra opinión: regular
Un suicidio, una investigación, un enigma por resolver, si es que existió tal suicidio, si es que es real el enigma. Un periodista, acorralado por una historia personal -el suicidio de su padre, cuando él todavía era muy pequeño-, que pide a los gritos una resolución. Una reportera gráfica, silenciosa, hermética pero sugestiva, con buenos oídos, aparentemente menos comprometidos que los del investigador, atrapado en las redes de su propio tormento. Hasta allí las primeras pistas de este rompecabezas que en ningún momento, a pesar de los dichos de sus protagonistas, con excepción del desenlace, llega a turbar la parsimonia en que se mueven. Esas son las premisas de las que partió el escritor mendocino Antonio Di Benedetto en su novela Los suicidas , donde estaba subrayada con particular énfasis su visión del absurdo y sinsentido de la vida.
De acuerdo con estos argumentos literarios Juan Villegas estructuró un guión que, una vez hecho cine, es ineludible, requiere una comparación con el original. Villegas se ajusta con respeto a las palabras de Di Benedetto, no obstante el autor de El camino de los tontos era algo más que simple contenido: era también esencia. Se puede obviar la comparación, pero no la necesidad de tomar como referente a la pieza literaria, las verdaderas raíces de la historia de estas criaturas que mirándose al espejo intuyen que algo muy importante, aunque no saben bien qué, está por ocurrir.
Ese algo ocurre, de forma intempestiva, y lo que parecía de un color deviene en otro, en un tris. En ese punto, Villegas consigue lo que busca, pero para el espectador no es fácil encontrarlo. Para entender mejor su propuesta, es necesario digerirla y, con algo de tempo, volver a interpretarla. Es que, como asegura el director, la experiencia es más corporal que intelectual y, de hecho, para entenderla en el sentido que él le dio, hay que repensarla sin apuros. Pero ¿tiene el espectador de cine la capacidad y, en todo caso, la necesidad de repensar un hecho cinematográfico? Generalmente no, y no es por mala voluntad sino porque un sacudón al que con posterioridad hay que encontrar una explicación no tiene la fuerza de la inmediatez que en cine, incluso en las propuestas más reflexivas, no necesita aparecer allí donde se cruzan las paralelas.
Villegas acierta en tanto y en cuanto es evidente no se sintió atado al original. Acierta porque eligió a una pareja protagonista perfecta para estos personajes, Daniel Hendler y Leonora Balcarce. Pero desacierta al mostrarlos raros, en extremo pasivos, distantes de las pasiones que, se supone, los obsesionan, cada uno a su manera. Esta segunda película de Villegas abre las puertas a una necesaria discusión acerca de qué es importante de una adaptación, si la rigurosidad en el traslado de lo escrito a lo filmado, si la interpretación en función del rigor con que debe ser leída una novela en términos cinematográficos, o simplemente en capturar la esencia, o todo al mismo tiempo.
La historia del cine acredita adaptaciones memorables -Michelangelo Antonioni y Las babas del diablo , de Cortázar, en Blow Up, y Joseph Losey hizo lo propio con Ceremonia secreta , de Marco Denevi - que aún pareciendo estar lejos de sus fuentes, están muy cerca. Paradójicamente, en esos casos el cine enriquecía a la literatura.
Villegas, en cambio, no parece estar a la altura del libro en el que abreva.