Adam Driver: la confirmación de un galán improbable gracias a una inusual escena de sexo
El estreno del musical Annette vuelve a dejar en claro que las intenciones artísticas de este actor de 37 años se salen de las convenciones que impone Hollywood
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Annette, el musical de Leos Carax que ya suscitó reacciones extremas en Cannes, se acaba de estrenar en Europa y llegará en noviembre a la Argentina, a través de la plataforma MUBI. La película tiene mucho de raro —no abundan en cine las óperas sobre la masculinidad tóxica y los problemas derivados de tener una hija que es una marioneta—, pero hay una escena que ya se ha hecho de culto desde su primer pase en la Croisette, cuando los críticos empezaron a tuitear sobre el tema: una en la que Adam Driver interrumpe la práctica de un cunnilingus a Marion Cotillard para seguir cantando el tema principal de la película, “We Love Each Other So Much”, de los Sparks. Cuando acaba de cantar, resume la tarea.
Al parecer, el rodaje de la escena tuvo ciertas dificultades técnicas. En los musicales, los actores suelen grabar las canciones en un estudio y hacer playback en el set, pero en este caso Carax quería que todos cantasen en vivo y que se notase en las voces el efecto de los movimientos. “Nos encontramos cantando en posiciones muy complicadas, inclinándonos hacia atrás o simulando sexo oral”, explicó Cotillard en la rueda de prensa del festival.
Además de sumarse a las escenas de sexo contemporáneas que adquieren dimensión de meme –el durazno de Llámame por tu nombre, Sally Hawkins intimando con un monstruo marino en La forma del agua–, la secuencia servirá para consolidar el estatus de galán raro de Driver, un actor imprevisible capaz de hacer cosas de las que otros no saldrían indemnes, como ponerse a cantar Sondheim en medio de un bar en Historia de un matrimonio o recitar poesía en la cama en Patterson.
Driver también ha sido noticia recientemente por protagonizar un anuncio bastante tórrido de Burberry en el que hace de centauro. Parece obvio que ese guion publicitario no hubiera funcionado si el protagonista fuese Timothée Chalamet, Chris Hemsworth o cualquier otro actor de los que se lleva los papeles grandes en Hollywood, pero que le va muy bien a este exmarine que ha conseguido mantener su vida privada al margen del cotilleo.
De hecho, nadie conoce el nombre de su hijo, del que se filtraron algunas fotos durante el muy publicitado rodaje de House of Gucci. El niño nació en 2016, fruto de su matrimonio con la actriz Joanne Tucker, pero Driver no confirmó su existencia hasta dos años después. La pareja se deja ver en algunas alfombras rojas contadas, pero mantiene un perfil mediático bajo. Se conocieron en Julliard, la famosa escuela de teatro neoyorquina que solo acepta al 0,5% de los candidatos que solicitan plaza, se casaron en 2013 y han aparecido juntos en alguna película, como The Report (2019).
El actor es hijo e hijastro de pastores baptistas y solía cantar en el coro de la iglesia cuando era niño, con su madre al piano. A los 17 años se “dejó llevar por el fervor” post 11 de septiembre, según explicó en una entrevista en Radio Times, y se alistó en los Marines, donde permaneció tres años, cuando recibió la baja médica por un accidente que sufrió yendo en bicicleta de montaña y en el que se rompió la nariz. A eso le debe ese perfil que le sirve para protagonizar campañas publicitarias millonarias. Suele decir que ser actor es bastante fácil comparado con estar en el ejército, con el que mantiene cierta relación. Fundó una ONG junto a su esposa dedicada a llevar obras de teatro a bases militares.
Justo antes de alistarse, había hecho un intento de irse a Hollywood a probar suerte como actor. Se despidió de su novia de entonces en Mishawaka, Indiana, partió en un coche viejo y volvió a las dos semanas, habiéndose gastado todos sus ahorros en arreglar el coche y pagar a un agente inmobiliario que lo estafó en Los Ángeles. “Me sentí como un jodido perdedor”, le explicó a The New Yorker. Su segundo intento de triunfar como actor fue mucho mejor. Lena Dunham le dio el papel que lo cambiaría todo, el de su novio desesperante con parafilias en Girls, que fue ganando peso a medida que avanzaba la serie. Ahí lo vio Steven Spielberg, que lo incluyó con un pequeño papel en Lincoln y desde entonces lo suyo ha sido meteórico.
Por un lado, cobra los cheques de Disney por hacer de Kylo Ren en Star Wars y, por otro, colecciona grandes directores. Ha trabajado con Scorsese, Spike Lee, los hermanos Coen, Jim Jarmusch, Noah Baumbach, Terry Gilliam y Steven Soderbergh. Todos encuentran algo nuevo para extraer de su metro noventa de estatura y de su aspecto de “hombre de las cavernas”, como decía de él en Girls el personaje de Jessa.
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