A la genérica Trolls 3 no le alcanza con la mística de la música pop de los 90
Producida por Justin Timberlake, también voz en inglés del protagonista, la tercera entrega de los muñequitos de pelo maleable se centra en las boy bands tan populares en los 90, con canciones nuevas de NSYNC
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Trolls 3: se armó la banda (Trolls Band Together, Estados Unidos/2023). Dirección: Walt Dohrn y Tim Heitz. Guion: Elizabeth Tippet y Thomas Dam. Edición: Nick Fletcher y James Ryan. Música: Theodore Shapiro. Con las voces en inglés de: Justin Timberlake, Anna Kendrick, Zooey Deschanel, Christopher Mintz-Plasse, Daveed Diggs, Eric André, Kid Cudi, Camila Cabello, RuPaul y Amy Schumer. Calificación: apta para todo público. Distribuidora: UIP. Duración: 92 minutos. Nuestra opinión: regular.
En Trolls 3: se armó la banda hay una secuencia donde los personajes hacen un “viaje” y el estilo visual de la animación abandona los estandarizados modelos en tres dimensiones para adoptar una nueva apariencia bidimensional, como si la película fuera diseñada por Heinz Edelmann, el ilustrador que trabajó como director artístico de El submarino amarillo, el clásico de 1968 de The Beatles. La secuencia funciona como gag y homenaje dirigido a los adultos, pero el cambio de registro es tan llamativo que revela la falta de inspiración visual, sonora y creativa en el resto de la película.
Hay talento en los estudios de animación de Dreamworks, el hogar de Shrek y Cómo entrenar a tu dragón, entre otras franquicias. Cuando la animación está acompañada por cierta habilidad narrativa para construir situaciones, personajes y conflictos, se puede lograr una gran película. La última vez que Dreamworks probó eso fue con El gato con botas: El último deseo.
No hay duda que parte de esa pasión por la animación sobrevive en Trolls 3. Los villanos Velvet y Veneer evocan el estilo rubber hose, popularizado en 1920 con Félix el Gato, Popeye, o (en años recientes) videojuegos como Cuphead. Incluso los habitantes de la isla Vacay, que parecen hechos de lana, dan cuenta del gran trabajo de artistas que trabajaron en esta película para capturar la esencia de ciertas texturas. Pero la narración no está a la altura del despliegue visual.
La historia es demasiado genérica: el prólogo muestra la disolución de la banda musical BroZone, formada por trolls incapaces de lograr la perfecta armonía familiar sobre el escenario cuando irrumpen sus egos. Quienes hayan vivido el auge de las boy bands en los años 90 entenderán que los trolls evocan grupos como Backstreet Boys. Un territorio familiar para Justin Timberlake que, después de 20 años, logró reunir a sus compañeros de *NSYNC para cantar nuevas canciones en esta película. Timberlake, la voz del protagonista en el idioma original, es el productor de las películas de Trolls.
Algo más que la nostalgia intervino para revalorizar parte de la música pop del siglo pasado, que produjo un quiebre en la manera de hacer, distribuir y recibir música. Es cierto que las críticas contra el género encontraron su válida razón de ser frente a la homogeneización que promovía una industria cuya mayor aspiración eran los éxitos de ventas, muchas veces en detrimento de la creatividad artística. El género más denostado por ser descaradamente comercial y autorreferencial. Parte de esa idea se refleja en los villanos de Trolls 3, dos hermanos millonarios sin talento que explotan el trabajo ajeno, como si estuvieran drogados, para construirse como estrellas musicales.
Cuando la película confía en el poder de la música y las imágenes es cuando vuela más alto. Una persecución en una autopista espacial, acompañada con remixes de canciones de Eurythmics y el musical Fama, está cargada de un ritmo y energía que desconoce el resto de la película. Ni siquiera “Better Place”, el principal tema de *NSYNC para Trolls 3, transmite el liviano, delicioso, pegadizo y atractivo ritmo escapista de Can’t Stop The Feeling, la canción original por la que Justin Timberlake fue nominado al Oscar en 2016, con Trolls.
Subtramas sobre lazos familiares perdidos y el prejuicio hacia los demás se resuelven demasiado rápido, sin integrarse con perfecta armonía a un relato que pretende denunciar la explotación industrial de aquellos están preparados y tienen talento. En Trolls 3 simplemente no hay banda.
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