A los 98 años murió Carl Reiner, una leyenda de la comedia norteamericana
A los 98 años murió Carl Reiner, una de las leyendas del humor norteamericano. Comediante, actor, guionista, director y productor, Reiner falleció ayer de causas naturales en su casa de Los Ángeles.
El comediante fue el creador de la sitcom El show de Dick Van Dyke y también formaba parte del elenco. Más tarde, en su prolífica sociedad con Steve Martin, dirigió sus películas El patán, Cliente muerto no paga, Dr. Erótico y Hay una chica en mi cuerpo.
Aunque algunos lo recordarán como intérprete gracias a su participación en la trilogía de La gran estafa, dirigida por Steven Soderbergh, en la que encarnaba al ingenioso Saul Bloom y a sus papeles televisivos en programas como Frasier y Mad About You, por el que ganó un premio Emmy como invitado especial. Ese galardón se sumó a las cinco estatuillas que ya había conseguido por El show de Dick Van Dyke y las otras dos que ganó en la década del sesenta gracias a su aparición en el show de variedades encabezado por Sid Caesar.
MY HEROS CARL REINER ANNIE REINER & MEL BROOKS pic.twitter.com/yimJbwoqCU&— George Shapiro (@georgeshapiro) June 28, 2020
De hecho, fue en aquel programa en el que Reiner, nacido en 1922 en el Bronx, conoció a su gran amigo y colega Mel Brooks (que, vale decirlo, el domingo celebró sus 94 años con su amigo). Algo de esa amistad y sociedad humorística puede verse en el fantástico episodio de la serie de Netflix Comedians in Cars Getting Coffee, en el que Jerry Seinfeld comparte un día con las dos leyendas. Además de su relación con Brooks, el ciclo de Caesar le dio a Reiner las ideas para crear El show de Dick Van Dyke, aquella comedia que fue un éxito de rating entre 1961 y 1966 en los Estados Unidos y que se exportó a todo el mundo.
Más allá de su trabajo en televisión, Reiner -que había comenzado su carrera profesional en el círculo de comediantes judíos conocido como el Borscht Belt y que continuó actuando aun durante la Segunda Guerra Mundial como parte de la compañía de entretenimiento del ejército norteamericano-, también escribió la novela Enter Laughing, que luego se adaptaría para el escenario y que él mismo dirigiría cuando llegó al cine, en 1967. Entre Broadway, la TV y la pantalla grande, Reiner construyó una carrera tan prolífica como exitosa que lo mantuvo en actividad hasta el final. Gracias a su participación como actor de voz en series animadas como Family Guy, King of the Hill y como invitado especial en Ally McBeal, Boston Legal y Doctor House, entre otras.
Lejos del retiro, Reiner solía tener una participación activa en Twitter en dónde no sólo hablaba de su pasado artístico, hace un par de días escribió sus recuerdos con el dramaturgo Noël Coward, sino que también daba sus opiniones sobre la actualidad de los Estados Unidos y con mucho humor se reía de sí mismo y su avanzada edad. De hecho, el autor de varias novelas, dos libros de memorias y unos cuantos relatos infantiles alguna vez había escrito: "todos los días leo los obituarios para ver si tengo que levantarme a tomar el desayuno".
Considerado por muchos como uno de los padres de la comedia norteamericana, Reiner lo fue también de manera literal. De su matrimonio con Estelle -con quien se casó en 1943 y se mantuvo unido hasta su muerte, en 2008-, tuvo tres hijos: Sylvia, Lucas y Rob, actor y director de películas como Cuenta conmigo, Cuando Harry conoció a Harry y Mi querido presidente, entre muchas otras.
Como realizador de cine más allá de su trabajo con Martin, Carl Reiner dirigió también la película ¡Dios mío!, protagonizada por George Burns, Verano de locura con John Candy y Aquel viejo sentimiento, la fantástica comedia de rematrimonio encabezada por Bette Midler y Dennis Farina que fue estrenada en 1997 y se convertiría en su último trabajo como director.
Venerado por el público y sus pares, en 1995 Reiner recibió un premio a la trayectoria de parte del sindicato de guionistas y en 2000 fue reconocido con el prestigioso galardón Mark Twain que entrega el Kennedy Center.
La despedida de Hollywood
"Anoche murió mi papá. Mientras que escribo estas líneas me duele el corazón. Él era la luz que me indicaba el camino", escribió esta mañana en Twitter Rob Reiner y a partir de ese mensaje, muchos de los artistas que trabajaron con él y lo conocieron sumaron sus recuerdos.
George Clooney, con el que compartió escenas en las tres entregas de La gran estafa, emitió un comunicado de despedida: "Carl Reiner hacía de cada cuarto en el que entraba un lugar más gracioso, inteligente y amable. Lo hacía naturalmente. Qué gran regalo nos hizo a todos. La suya fue una vida bien vivida que nos hizo bien a todos. Descansa en paz, mi amigo".
Steve Martin, al que dirigió en cuatro comedias inolvidables también se sumó a la despedida desde Twitter con un texto breve y emotivo: "Adiós a mi mayor mentor, tanto en el cine como en la vida. Gracias, querido Carl".
Además, el excepcional actor Alan Alda escribió: "Mi amigo Carl Reiner murió anoche. Su talento seguirá vivo por un largo tiempo pero la perdida de su amabilidad y su honradez deja un gran agujero en nuestros corazones. Te amamos, Carl".
The great #CarlReiner has gone to that Show of Shows in the sky. I worked with him, loved him, and consider myself one of the luckiest people in the world to have once attended lunch with his hilarious, guarrulous gang...&— bettemidler (@BetteMidler) June 30, 2020
Entre las muchas personalidades que recordaron al comediante estuvo Bette Midler, con la que trabajó en su última película como director. "El gran #CarlReiner se fue a ese Show de Shows en el cielo. Trabajé con él, lo quise y me considero una de las personas más afortunadas del mundo por haber asistido una vez a un almuerzo con él y su hilarante y parlanchina banda de amigos", escribió Midler en su perfil de Twitter.
Lo mismo hizo Conan O'Brien quién lo invitó a su programa hace dos años para promocionar el libro Too Busy To Die ("Demasiado ocupado para morir"): "Carl era gracioso respecto a todas las facetas de la vida, incluso sobre la muerte, y si pudiera estar con nosotros en este momento se daría un panegírico tan cómico que haría volar el techo de cualquier sinagoga, iglesia o mezquita".
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