A 25 años de su estreno, Jurassic Park sigue haciendo historia
La primera imagen que nos propone la lectura de Jurassic Park, la novela, es la del vuelo rasante de un helicóptero sobre una remota aldea de Costa Rica en la que la lluvia jamás parece detenerse. La nave se posa en tierra y de allí salen dos tripulantes presurosos transportando a un muchacho malherido en una camilla. Cuando recibe los primeros auxilios, lo único que alcanza a balbucear es una palabra: "raptor".
Casi tres décadas después, la quinta película inspirada en ese libro arranca con otro helicóptero en medio de un tremendo aguacero. Todavía está en tierra, con las aspas en agitado movimiento, en el cuartel general de Jurassic World, el parque temático destruido en el cierre del film homónimo de 2015. En vez de llegar, como se cuenta al comienzo de la novela de Michael Crichton publicada por primera vez en 1990, está a punto de salir. Debe rescatar a una persona que permanece allí en medio del peligro inminente. La cámara nos sugiere que algún raptor anda cerca, amenazante.
Este juego de simetrías es una de las tantas conexiones entre Jurassic World: el reino caído, y los orígenes de una saga que acaba de cumplir sus bodas de plata. En una de ellas hasta se mezclan la realidad y la ficción en materia climática. En la película que acaba de estrenarse, la erupción de un volcán amenaza con aniquilar cualquier vestigio de vida en la isla Nublar, hogar de los dinosaurios reaparecidos. Un cuarto de siglo atrás, el huracán Iniki y sus ráfagas de hasta 260 kilómetros por hora destruyeron los decorados y todos los dispositivos armados por la producción para el rodaje en Kauai, la "isla jardín" del archipiélago hawaiano, a mediados de 1992.
Sospechamos que deben haberse reunido unas cuantas veces Spielberg y el español Juan Antonio Bayona (El orfanato, Lo imposible, Un monstruo vino a verme) en la pre-producción para hablar de estos puntos en común y cómo conectarlos. El reino caído, que ocupa 407 de las 1000 pantallas disponibles en todo el país desde este jueves 21, es a primera vista el capítulo que alude de manera más explícita y amplia a los orígenes de una historia que empezó el 11 de junio de 1993.
Ese día se produjo en Estados Unidos el lanzamiento mundial de Jurassic Park, la adaptación cinematográfica que Steven Spielberg hizo de la novela homónima a partir de un guión escrito por el propio Crichton y David Koepp. Cuatro días después, el martes 15 de junio, se estrenaba en la Argentina una película que, vista a un cuarto de siglo de distancia, significó un final y un nuevo principio para el cine dedicado a contar historias de dinosaurios.
No es casual que un extraordinario escritor y crítico de cine de altísimo vuelo como el cubano Guillermo Cabrera Infante haya señalado que Jurassic Park merecía volverse a ver y a analizar desde una perspectiva histórica. "O prehistórica", agregó con zumbona exactitud. Aunque hoy parezca extraño, reivindicaciones como las de Cabrera Infante son imprescindibles para corregir todos los equívocos que estallaron sobre todo cuando Spielberg recibió en septiembre de 1993 el León de Oro a la trayectoria en el Festival de Venecia y allí buena parte de la crítica internacional se ensañó con Jurassic Park, que el director prefirió no estrenar allí, aunque fue exhibida en una proyección especial. "Este alquimista del negocio audiovisual necesitaba urdir un proyecto sin riesgo para demostrar a su cobertura financiera que sigue siendo capaz de convertir barro en oro", escribió en aquél momento con desdén Angel Fernández-Santos desde las páginas del diario El País. Tras caracterizar a Jurassic Park como un "circo audiovisual" cargado de "efectismos artísticamente nulos y de eficacia visual tan fulminante como efímera", el ya fallecido crítico español vaticinó que "nadie hablará de esta vacía película dentro de un par de años".
Hasta un crítico tan reconocido por su cultura e integridad profesional como Fernández-Santos podía equivocarse. Y de qué manera. Jurassic Park ya es un símbolo consolidado de la cultura pop del último cuarto de siglo. Su influencia en el crecimiento del espíritu divulgador de disciplinas como la paleontología es indiscutible. Dos de los protagonistas de la película de 1993 ejercen esa profesión, la pareja integrada por Alan Grant (Sam Neill) y Ellie Settler ( Laura Dern ), aunque esta última tiene en esa disciplina un perfil más orientado a la botánica. Ambos reaparecerán en Jurassic Park III (2001).
Tampoco puede soslayarse el efecto de la película de Spielberg y de sus continuaciones en el debate científico en torno de cuestiones clave como los avances en la ingeniería genética y las teorías del caos. Esta última cuestión, oscura e inquietante, reaparece en Jurassic World: el reino caído de la mano del doctor David Malcolm, el matemático escéptico y asustadizo interpretado por el gran Jeff Goldblum , al que conocimos en las dos primeras películas y ahora está de vuelta.
En su reciente y espléndido libro sobre Spielberg, el crítico y ensayista argentino Leonardo D’Esposito va más allá. Dice que Jurassic Park es "el primer film totalmente reflexivo y autoconsciente" del realizador, mientras su inmediata secuela, El mundo perdido (1997) funciona como su reverso, y a la vez como tributo al mejor cine de aventuras y de terror jamás realizado, con citas casi explícitas a películas de Hawks, de Hitchcock y al primer King Kong. "Una dice que la manipulación puede crear monstruos pero que la vida siempre se abre camino; otra, que no siempre se puede ser optimista respecto de nuestras propias invenciones. La primera es una narración segura y luminosa; la segunda, tortuosa y oscura. Una es la obra de un artista que quiere emocionar y la otra, de uno que quiere asustar", señala.
De todos modos, ni los apuntes del más riguroso de los críticos ni la colosal repercusión que transformó al film en el más taquillero de la historia hasta la llegada de Titanic cuatro años después hicieron tanto por poner a Jurassic Park en la historia como uno de los mayores portentos tecnológicos de la historia del cine. Un descubrimiento que cambió el paradigma vigente e inauguró otra era. El formidable largometraje documental de Susan Lacy dedicado a Spielberg que se estrenó hace pocos meses por HBO reconstruye el momento exacto en el que se produce esa revolución copernicana, cuando Dennis Muren, el supervisor de efectos especiales de Jurassic Park, le muestra a Spielberg desde una pantalla cómo logró por primera vez poner digitalmente en movimiento a un animal prehistórico. Un acontecimiento excepcional que Koepp comparó con el final de la era del cine mudo y la llegada del sonoro.
Ese prodigioso hallazgo fue la solución perfecta para los desvelos de Spielberg, obsesionado por encontrar la mejor forma de poner en movimiento a los enormes bichos prehistóricos de su nueva aventura. Su idea original era renovarle la confianza a Stan Winston, experto absoluto en la creación de máscaras y disfraces de asombroso realismo hechos con materiales tangibles o electrónicos (los "animatronics"), y sumarle el trabajo del genio de los efectos visuales Phil Tippett, que se ocuparía de poner en movimiento a los dinosaurios mediante técnicas de animación cuadro a cuadro (stop motion). Hasta que el logro de Muren lo llevó a otro terreno: de allí en más ese trabajo estaría a cargo de ejércitos de artistas digitales. El propio Tippett lo recordó en un homenaje a los 25 años de Jurassic Park realizado en la zona del parque temático de Universal Studios dedicado al tema. "Cuando me pidieron que recreáramos dinosaurios de un modo práctico dije que eso iba a ser como llevar carritos de golf a la luna. Francamente, no tenía sentido. Y justo en ese momento la revolución digital ocurrió", dijo.
Como señaló hace poco Keith Phipps en un documentado ensayo sobre las bodas de plata de Jurassic Park para la revista Rolling Stone, después de un cuarto de siglo de evolución en la materia, los dinosaurios de Jurassic Park no se asemejan a criaturas creadas a través de la tecnología digital en una computadora. Parecen dinosaurios de verdad. Un resultado que podría aplicarse a cualquier otra superproducción de Hollywood que depende sobre todo de los efectos visuales.
Faltan tres años casi exactos para el estreno de Jurassic World 3. Universal confirmó hace ya algunos meses al 11 de junio de 2021 como fecha del lanzamiento mundial del cierre de la segunda trilogía de una saga que algunos imaginaron extinta hace tiempo, pero que mantiene una asombrosa vigencia. ¿Será por la sorprendente manera en que el entretenimiento puro nos lleva hacia preguntas inquietantes y legítimas de la ciencia? ¿Será por la curiosidad irresistible que provocan en el público los dinosaurios, cuya desaparición del planeta todavía es objeto de investigaciones y preguntas sin resolver? ¿O será, simplemente, porque historias de este tipo todavía atrapan a ese público de todo el mundo dispuesto desde siempre y para siempre a poner en suspenso su incredulidad y dejarse llevar por aventuras que resultan más grandes que la vida misma? Esas cosas que Steven Spielberg entiende como nadie.
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