7 prisioneros: la impactante película brasileña que se metió en el ranking de lo más visto en Netflix
El film brasilero estrenado en Netflix, cuenta la historia de un joven que lucha por escapar de un destino trágico
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7 prisioneros (7 Prisioneiros / Brasil, 2020). Dirección: Alexandre Moratto. Guion: Alexandre Moratto, Thayná Mantesso. Elenco: Christian Malheiros, Rodrigo Santoro, Josias Duarte, Vitor Julian. Duración: 93 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena
Dirigida por Alexandre Moratto, 7 prisioneros se convirtió en los últimos días en uno de los films originales de Netflix más vistos de la plataforma. Su mezcla de thriller pero también de denuncia, a partir del calvario de quienes son víctimas de la trata de personas, generó un profundo interés por esta historia que retrata un drama que se vive no solo en Brasil, sino también en el resto del mundo.
El film comienza con Mateus (Christian Malheiros), un joven muy humilde, de una lejana zona rural de Brasil. Con la promesa de un trabajo que le permita llevarle dinero a su familia, él y un grupo de sus amigos aceptan un empleo en blanco en un desarmadero en San Pablo. Allí Mateus deberá trabajar, pero también vivir y pasar la gran parte de sus días. Pero no transcurre ni siquiera una semana hasta que los jóvenes descubren que la realidad poco tiene que ver con aquello que les habían prometido.
Mateus y sus amigos son sometidos a extensas jornadas de trabajo, duermen hacinados y la comida que les dan apenas alcanza para saciarles el apetito. Y cuando el grupo decide abandonar ese lugar, Luca (Rodrigo Santoro), a punta de pistola, le confirma eso que tanto temían: ellos están atrapados allí, bajo amenaza de matar a sus familiares si se rebelan, y sin más opción que aceptar las condiciones infrahumanas a las que están sometidos. Mientras el grupo se debate entre dejarse subyugar o procurar una huida, Mateus descubre una tercera opción, y es la de abrazar ese sistema que lo victimiza y convertirse en el hombre de confianza de su captor. Paulatinamente, el muchacho puede que comprenda que afuera de ese lugar no hay una vida mejor que lo espere, y que ser alguien importante dentro de ese mundo quizá sea su único destino.
7 prisioneros cumple su objetivo porque tiene clara su meta. El camino de la película comienza en una suerte de denuncia, que pronto vira hacia el thriller de fuga, para culminar dentro del terrible dilema que sufre su protagonista. Ir de la acción macro a la micro, de pintar un mundo para luego detenerse en un detalle que refleje el cambio de Mateus: quién era antes y quién es ahora, y su presunta deshumanización como eje de la trama. Muy lejos de la exacerbada estilización de Ciudad de Dios (la comparación es inevitable, porque Fernando Meirelles produce 7 prisioneros), en donde la fábula social se perdía en una estética que atentaba contra el peso del relato, el director de este film propone una historia que explota en sus silencios, en pausas que demuestran lo inconmensurable de una tragedia de la que resulta imposible escapar.
Hay algo en 7 prisioneros que remite levemente a Crónica de una fuga, de Israel Adrián Caetano, película que enmarca un poderoso thriller dentro de un momento trágico del país. Mirando esos mismos lineamientos, el realizador Alexandre Moratto no se detiene en el espectáculo morboso de subrayar el calvario de sus personajes, sino que elige el camino del género para exhibir lo posible de esa pesadilla. Mateus va al kiosco, compra una cerveza que le pide su captor y se mueve con una libertad falsa que probablemente sea la misma de otras personas que corren su misma suerte, a las que vemos todos los días. Y la película impacta por esa sutileza que no grita, denunciando de manera transversal la complicidad de la policía en la trata, pero sin perder de vista que el eje de la historia es Mateus y su posible cambio de víctima a victimario.
Es evidente que el joven es el epicentro de todo lo que sucede. Poco a poco, la trama se encierra más y más en la psique de su protagonista, y en el desafío de empatizar con quien tradicionalmente ocuparía el lugar de villano. A fin de cuentas, 7 prisioneros se detiene en bucear en los motivos que llevan a un personaje a convertirse en verdugo de sus amigos, algo que le pasó a Mateus, y probablemente, también a su captor. No se trata de leer en la película una reivindicación de la maldad, sino de reflexionar sobre lo intrínsecamente trágica que puede resultar la necesidad de sobrevivir. De ese modo, Moratto logra un difícil equilibrio, en el que desarrolla un personaje al que podemos comprender antes que rechazar. Y si una cosa quita o no la otra, al director no le importa. Porque no juzgar ni a su protagonista (ni a sus espectadores), es el mayor acierto de este film.
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