1939, el año que Hollywood no olvida
Alguien desempolvó ahora -cuestión de aniversarios redondos- una sentencia que algún nostálgico lanzó en los sesenta: "1939 fue el año de Hollywood", decía. Se basaba en ejemplos contundentes: no es común que una cosecha reúna títulos emblemáticos, como Lo que el viento se llevó, Ninotchka, La diligencia, Cumbres borrascosas, Caballero sin espada o El mago de Oz . Y tanto no lo es que hay quienes hoy siguen adhiriendo a la teoría, convencidos de que zafra semejante no ha vuelto a registrarse. Y suman argumentos. Por ejemplo, que los títulos citados apenas dan una vaga idea de la excepcionalidad del 39. Porque en el mismo año en que Scarlett O´Hara vivía sus tempestuosos amores sobre el fondo de la Guerra Civil, Greta Garbo largaba la risa, John Ford inauguraba el western moderno, Laurence Olivier sufría los tormentos de Heathcliff, James Stewart se iba a Washington, y Judy Garland, al país de Oz, hubo tantos otros títulos destacables que la Academia tuvo que extender hasta diez el número de nominados al Oscar. Además de los citados, estaban en carrera Amarga victoria (con una enorme Bette Davis), La fuerza bruta (según la novela de Steinbeck), la popular Adiós, Mr. Chips, y Cita de amor , primera versión del mismo gran amor que vivirían más tarde Cary Grant y Deborah Kerr en Algo para recordar .
¿Más? Sí, porque también en 1939 la Academia tuvo sus distracciones: se le pasó, por ejemplo, que Basil Rathbone acababa de darle rostro casi definitivo a Sherlock Holmes en El mastín de los Baskerville ; que Howard Hawks había concretado en Ayuno de amor una de sus comedias más vivaces y graciosas o que George Cukor había concretado su gozosa celebración de la femineidad en Mujeres , film que padeció más de una desdichada remake, incluida la reciente que tenía a Meg Ryan y Annette Bening como estrellas.
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Quienes aceptan la teoría calculan que el florecimiento tuvo que ver con que en diez años de cine sonoro se había depurado esa técnica; que se habían alcanzado similares progresos en el color (como lo demostraba Lo que el viento se llevó ), y que crecía la especialización. (Cuyos efectos, a la larga no serían siempre felices, como se verá en su momento.) Tal política llevó a Hollywood a escritores de renombre, como Faulkner, Huxley o Scott Fitzgerald, lo que despierta, claro, alguna curiosidad. Por ejemplo: ¿qué habrá aportado Faulkner al guión de Gunga Din (otro éxito del mismo año)?
El 39 puede haber sido el año de Hollywood, pero conviene mirar también un poco más allá. Lejos de California, y en condiciones menos propicias, se realizaron en 1939 obras importantes en Francia ( La regla del juego , de Jean Renoir; El fin del día , de Julien Duvivier; Amanece , de Marcel Carné); en Gran Bretaña ( Las estrellas miran hacia abajo , de Carol Reed), y hasta en el cine local, como que entonces se conocieron Prisioneros de la tierra (Soffici) o Puerta cerrada (Saslavsky).
Todo esto sin considerar que fue en 1939 cuando André Malraux tuvo que suspender en Barcelona el rodaje de L´espoir , su única y legendaria película. Pero ésa es otra historia y merece un capítulo aparte.
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