10 películas italianas para ver en Netflix, Flow, QubitTV y MUBI durante la cuarentena
Italia, el país más golpeado por la pandemia del coronavirus, tiene una larga tradición cinematográfica que va de la comedia popular al estilo sofisticado de un grupo nutrido de directores cuya marca personal es realmente indeleble: Vittorio De Sica, Pier Paolo Pasolini, Federico Fellini, Ettore Scola, Michelangelo Antonioni, Bernardo Bertolucci. Aquí, una pequeña pero variada selección del cine de ese país que puede encontrarse en diferentes plataformas de streaming:
Netflix
Happy As Lazaro (2018, Alice Rohrwarcher). La tercera película de esta cineasta italiana hija de un padre alemán trabaja en los terrenos del cuento popular, el drama social y el relato fantástico de viajes en el tiempo. La inspiró una historia real de los años 80 -una noble adinerada que, aprovechando la aislada ubicación de su finca, mantenía esclavizados a un grupo de trabajadores- y tiene un hallazgo excepcional, el de su insólito protagonista (un ragazzo sin experiencia actoral previa, Adriano Tardiolo), eje de una aventura fabulesca que remite al sensible cine social de Pier Paolo Pasolini y Ermano Olmi.
Suburra (2015, Stefano Sollima). Hijo de un notable director de spaghetti westerns, Stefano Sollima adapta una novela homónima de Carlo Bonini y Giancarlo De Cataldo que se desarrolla en el preciso momento en el que Benedicto XVI empieza a pensar en renunciar a su papado y que pone el foco en los planes de un joven mafioso enfrentado a un temible clan gitano protegido por políticos corruptos que pretende construir una suerte de Las Vegas en Ostia, la ciudad que alguna vez fue puerto de Roma. El tono de la película es algo sensacionalista, pero los amantes del vértigo la disfrutarán sin reservas.
Si Dios quiere (2015, Edoardo Maria Falcone). Plato sabroso para los amantes de la comedia popular italiana, esta película recargada de gags -buenos, regulares y más flojos- funciona como radiografía de una prototípica familia burguesa sacudida por una una noticia inesperada: un hijo que decide dejar los estudios de medicina para dedicarse al sacerdocio. Se luce Marco Giallini, cuyo estilo es parte de un linaje iniciado por importantes figuras del humor italiano como Alberto Sordi y Ugo Tognazzi, bien secundado por Alessandro Gassman, hijo del gran Vittorio. Funciona mejor en los momentos más osados que en aquellos que se vuelve más artificialmente amable.
Flow
En casa todo está bien (2018, Gabrielle Muccino). Del mismo director de la celebrada, y exitosa, El último beso, esta película se apoya en un plot muy transitado -la reunión familiar en la que cae una fachada de amabilidad sobreactuada y se inicia la catástrofe- y explota muy bien un elenco numeroso y muy ajustado que, además, trabaja concentrado una única locación, un caserón imponente situado a orillas del mar en el bellísimo centro turístico de Isquia. Allí se celebra la boda de oro de una pareja de veteranos, pero eso pasa a un segundo plano cuando se desata el vendaval de reproches, envidias y secretos inconfesables que convierten a la celebración en una minitragedia alla italiana que Muccino narra con sagacidad, recurriendo a formidables planos secuencia.
Juventud (2015, Paolo Sorrentino). Como todas las películas de Sorrentino (La grande bellezza es la más famosa), esta estuvo rodeada de encendidas polémicas. En Cannes, por ejemplo, recibió tantos aplausos como abucheos. El gran circo que suele montar en sus historias este director napolitano se sitúa esta vez en un lujoso hotel de los Alpes suizos, y los personajes que deambulan por ahí son realmente curiosos: monjes budistas, un émulo de Maradona en lamentable estado físico y mental (Roly Serrano), una Miss Universo sin muchas luces, un matrimonio de ancianos que oscila entre el odio y el deseo carnal y un experimentado actor agobiado por dilemas existenciales. El elenco es estelar: Michael Caine, Rachel Weisz, Paul Dano, Harvey Keitel, Jane Fonda.
Dogman (Matteo Garrone, 2018). Ambientado en un pueblito de sur de Italia a fines de la década del 80, este largometraje del mismo director de la potente Gomorra tiene como protagonista a un singular antihéroe que reparte su tiempo entre el rutinario trabajo en una peluquería canina y la venta ilegal de cocaína, una droga que además consume con regularidad. Su crisis personal lo empuja a mezclarse con la mafia local, dominada por un gángster ultraviolento (buen trabajo de Edoardo Pesce, complemento ideal para la extraordinaria interpretación de Marcello Fonte, premiado en Cannes por su papel). Aunque cae más de una vez en el efectismo, Garrone sabe cómo mantener viva la vena neorrealista de la película.
QubitTV
La Strada (1954, Feederico Fellini). Con esta auténtica obra maestra, Fellini logró el reconocimiento internacional que perdura hasta hoy. Dos personajes inolvidables, el tosco Zampanó interpretado a la perfección por Anthony Quinn y la cándida Gelsomina (encarnada por la musa del director, Giulietta Massina) recorren en un triciclo motorizado las castigadas rutas de la Italia de posguerra para ganarse el pan con un desmelenado espectáculo circense. El viaje de esos dos desheredados está puntuado por los grandes temas de la película: los sueños y la realidad, el éxito y el fracaso, la alegría y el desamparo, la vida y la muerte. La Strada es también una historia sobre la lealtad y la inocencia, plasmada en los ojos de esa mujer que mira al mundo con una ingenuidad que conmueve.
Stromboli (1950, Roberto Rossellini). Famosa en su época sobre todo por el romance extramatrimonial que durante el rodaje vivieron el director e Ingrid Bergman, la protagonista y una de las máximas estrellas del Hollywood de esa época, esta película cuenta la historia de una inmigrante lituana sin papeles y recluida en un campo de prisioneros italiano que, finalizada la Segunda Guerra Mundial, conoce a un humilde pescador y decide casarse con él para intentar escaparse del lugar. Lo logra, pero cuando llega a Stromboli, la tierra de su esposo, sufrirá la hostilidad de un mundo cerrado y profundamente religioso que la tratará como una intrusa. El crescendo dramático del film es admirable: parte de una situación terrenal para internarse en un clima mítico que revela el incomparable alcance poético del cine.
Blow-Up (1966, Michelangelo Antonioni). Antonioni filma una poética crónica del Swinging London, pero también desnuda el revés de esa trama regada de sexo, pop art y flower power: la vacuidad y la hipocresía de una época obsesionada con el glamour. La historia está inspirada libremente en el relato Las babas del diablo, de Julio Cortázar, y su protagonista es un fotógrafo elegante y neurótico (David Hemmings, quien se hizo cargo del papel luego de que Sean Connery lo rechazara) tan competente en su profesión como cruel con sus modelos, a las que trata como objetos. En 1995, Antonioni estrenó Más allá de las nubes, un film que termina con una frase que podría funcionar como epílogo de Blow-Up: "Detrás de cada imagen revelada hay otra imagen más cercana de la realidad. Y en el fondo de cada imagen hay otra imagen aun más fiel, y otra detrás de la última, y así sucesivamente. Hasta la verdadera imagen de la realidad absoluta y misteriosa que nadie verá nunca".
MUBI
Cinema Paradiso (1988, Giuseppe Tornatore). Homenaje a la magia del cine, revalorización de la amistad y retrato de los imprevisibles ritos del aprendizaje, esta exitosa película, premiada oportunamente con un Oscar, es ideal para los cultores de las historias apoyadas en las apelaciones permanentes a la emoción. Colaboran en esa línea lacrimógena la famosa banda sonora de Ennio Morricone (el tema central del film pertenece a su hijo, Andrea) y la actuación de Philipe Noiret, en el papel de proyectorista de una pequeña sala pueblerina a la que acude con regularidad Totó (Salvatore Cascio), un niño tierno e inocente que perdió a su padre en la Segunda Guerra Mundial y establece con él una estrecha relación. Plagada de referencias (Charles Chaplin, Buster Keaton, Greta Garbo, Casablanca), es también una historia sobre los sueños como vía de escape a una realidad apremiante.
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