¿Sueña Blade Runner 2049 con convertirse en un nuevo clásico?
Las diferencias entre el film "replicante" de Denis Villeneuve, que llega hoy a las salas, y el original de Ridley Scott resaltan el rol fundamental que ha tenido éste último a la hora de forjar nuestra idea del futuro
Blade Runner es la película de ciencia ficción más influyente de los últimos 40 años. Sus imágenes quedaron tan incrustadas en nuestra cultura, no sólo en el cine sino también en el diseño gráfico, la arquitectura o la moda, que hoy es imposible distinguir su novedad. La ciencia ficción noir, el futuro retro, la estética de humo y neón del videoclip, la idea de la incorporación total de la publicidad a la vida y mil cosas más comenzaron allí. Su historia es simple: un policía o blade runner, llamado Rick Deckard ( Harrison Ford ) persigue a un grupo de androides fugitivos, llamados "replicantes" idénticos a los humanos, salvo porque tienen un dispositivo de seguridad: viven apenas cuatro años.
En el momento de su estreno, Blade Runner mostró la ciudad del futuro como nunca antes se la había visto. El director Ridley Scott , que venía de realizar Alien (1979), intuyó en ese film que una nave espacial no debería ser el electrodoméstico de blanco inmaculado que solía mostrar el cine sino una herramienta sucia y gastada por el uso. Las películas de ciencia ficción nos acostumbraron a que en el porvenir todo sea nuevo cuando, lógicamente, debería ser más viejo. Scott aplicó esta idea a su versión de Los Ángeles en ese aún lejano 2019, la primera visión fílmica de una ciudad posmoderna.
El film que se estrena hoy en los cines argentinos,Blade Runner 2049, producido por Scott y dirigido por Denis Villenueve (La llegada) sucede, como indica su título, treinta años después que el original. El mundo de esta secuela tardía, sin embargo, no pretende tanto ser una premonición de nuestro futuro como la extensión lógica del mundo anticipado por la original, donde todavía existen marcas como Panam o Atari. Es un futuro alternativo que transforma la tensión del film de Scott entre presente y pasado en otra análoga: cómo ser fiel a la original y, a la vez, crear algo nuevo.
El paso del tiempo es el centro de la ontología de Blade Runner. Es un problema que se muestra no sólo en las capas arqueológicas de la ciudad sino, principalmente, en el drama de los personajes: los cuatro años de duración de los replicantes. Estos buscan a su "creador", el millonario Eldon Tyrrel, para que les de más vida porque es en el tiempo, en la acumulación de experiencia, donde sienten que reside su humanidad.
En la nueva película, el paso del tiempo no se presenta tanto como la experiencia que da realidad a la existencia, sino como, en un tópico característico del policial, el acoso del pasado. Las dos películas comienzan con el plano detalle de un ojo. En la de Scott, la insistencia en los ojos remite al don de ver como experiencia vivida ("He visto cosas que ustedes no creerían" comienza el célebre monólogo final del film). En la de Villeneuve, un ojo es un órgano, el único que permite descubrir si un cuerpo es natural o creado artificialmente (por eso hay replicantes que se los extirpan). Así como en la película de Scott la identidad emana de lo vivido, en ésta lo hace de la escritura del cuerpo, de la genética, que determina lo que alguien es o puede ser. El drama del protagonista es la lucha contra esta determinación y lo que la genética finalmente le revela, que es el principal misterio del film.
El tema de la genética de una raza superior (¿qué son los replicantes sino el superhombre que viene a reemplazarnos?) sobrevuela toda la mitología de Blade Runner. Philip K. Dick, autor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, la novela en la que está muy libremente basada la película original, reveló que obtuvo la inspiración para el libro leyendo los diarios de un oficial de la SS en los que percibía una total deshumanización. De hecho, la apariencia del replicante Roy Batty (Rutger Hauer) es la de un übermensch de la fantasía nazi. Pero, a lo largo del film original, Batty logra pasar de lo inhumano a lo humano y, por esta trayectoria, se puede pensar que es el verdadero héroe, al contrario del detective deshumanizado que "retira" replicantes (el término que se usa para indicar la aniquilación) como si fueran un producto fallado.
Nombrar el pensamiento
En este mundo, los nombres son importantes. "Deckard" se pronuncia prácticamente igual que la fonética francesa de "Descartes", el filósofo que usó la duda acerca de la existencia para llegar a una certeza, el famoso cogito (citado por la replicante Pris en la original). El detective interpretado por Ryan Gosling en el nuevo film se llama K y luego Joe, un nombre que remite inequívocamente a Josef K, el protagonista de Kafka que se convirtió en emblema de la alienación moderna.
En la original, la búsqueda de ese detective cartesiano es tan física como metafísica. La principal pregunta de la película es qué nos hace humanos y su respuesta es la conciencia del paso el tiempo, la certeza de la finitud. Esto es lo que le enseña Batty a Deckard en sus momentos finales. Esa pregunta existencial derivó en una menos interesante que este nuevo film retoma: si Deckard es o no humano. No hay ambiguedad al respecto. Todo depende de la versión del film original (a la fecha, hay siete) a la que se interrogue.
En la versión estrenada en 1982 (y el workprint, el international cut y la versión de TV), es casi seguro que Deckard es humano (hay un único indicio, un reflejo artificial de sus pupilas que dura un segundo y está fuera de foco, que podría indicar lo contrario). En las versiones siguientes (el corte final y el corte del director) es seguro que Deckard es un replicante (porque Scott, que siempre favoreció esta idea, agregó una escena en la que el policía sueña despierto con un unicornio; luego descubrimos que otro conoce este detalle de su interioridad, demostrando que fue manufacturada). En Blade Runner 2049, se explicita en los primeros minutos la naturaleza de los replicantes, aunque se muestra ambiguo con respecto al personaje de Ford. Sin embargo, hay que reconocer que la ambigüedad y la contradicción, al menos en el caso del film original, a veces son una fortaleza.
Así como es una obra maestra, Blade Runner también resulta fallida: las interminables reescrituras del guión, la pelea entre el director y su estrella que entendían de modos opuestos al protagonista, las reediciones frenéticas tras que las audiencias de preestreno la detestaran, el perfeccionismo de Scott en la creación de un mundo y su desinterés por la narración terminaron construyendo un film inconsistente y extraño. Es la combinación de aciertos y fallas lo que hace que Blade Runner sea tan rica y tan distinta. La secuela construye sobre su legado y teje un relato más coherente y por esto más convencional, más normalizado. Faltan años para descubrir si Blade Runner 2049 será una película tan importante como la original.
El legado, en sus propias palabras
Harrison Ford
"Sospechaba que la original podía ser un hito, siempre y cuando no nos matara primero. Era muy ambiciosa e inspirada. Pero no fue nada fácil de llevar a la práctica."
Ridley Scott
"El tema de la inteligencia artificial es central hoy en día. Sabemos que dotarla de emociones es muy peligroso: porque no bien la IA se dé cuenta de que es superior a su amo, se saldrá de control."
Denis Villeneuve
"Es la clásica historia de un humano que juega a ser Dios. El tema es que nos hemos vuelto híbridos: nuestra relación con la memoria, la fe y las comunicaciones ha evolucionado."
Ryan Gosling
"Fue la primera película que vi en la que no quedaba claro qué debía sentir cuando terminaba."
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