El presidente de la AFA explica por qué el equipo de Sampaoli no es favorita en el Mundial, cómo es trabajar en la era post-Grondona y el fenómeno Messi
El último tuit de Claudio Tapia es una foto: su sonrisa de protocolo subrayando la nariz inflada mientras le entrega un ramo de rosas a la directora de la Casa de Rusia en Buenos Aires, disculpándose por el manual que se repartió en un curso que dio la AFA y que incluía un capítulo copypasteado de internet sobre “qué hacer para tener alguna oportunidad con una chica rusa”.
Pasó una semana de que la Conmebol lo nombrara vicepresidente, una noticia que él hubiera estirado más pero ahora está en esa foto, resolviendo este descuido viralizado, haciendo control de daños, y su mueca parece decir varias cosas: que entiende que tiene que estar ahí, que no puede creer que tenga que estar ahí y que está cómodo estando ahí, bancándose el traje que le pusieron.
Tapia apareció en nuestras vidas como el saldo residual de aquella elección en que se empató lo que no se podía empatar. Amigo íntimo de Daniel Angelici y yerno de Hugo Moyano, su figura le sirvió a Macri para meter los dos pies en el barro y para relegar a Tinelli de sus aspiraciones en la conducción del fútbol nacional a la micromilitancia por el precio de la lechuga. Su primer año de gestión incluyó el trámite de reducirle la sanción de la FIFA a Messi, el despido de Bauza y la contratación de Sampaoli por la mitad de lo que ganaba en Sevilla y un tramo final de Eliminatorias turbulento, mientras en la escena local se lo acusaba por ir al cumpleaños de Tévez o por brindar con una copa de vino grabada con el escudo de Boca. Y en el horizonte de su agenda, allá lejos pero acá nomás, el primer Mundial desde la era paleozoica sin Julio Grondona al frente. En ese contexto Tapia recibió a Rolling Stone en su despacho de AFA para un entrevista que forma parte de un texto acerca de Rusia 2018 que saldrá publicado en la edición de junio de la revista.
¿Hay condiciones estructurales que vayan a afectar lo que veamos en la cancha?
Hay una falta de trabajo que es responsabilidad nuestra por haber interrumpido procesos y proyectos. Del Mundial de Brasil para acá, el único director técnico que pudo trabajar bien fue Martino, que inició el recambio generacional y había encontrado el sustituto para cada uno de los puestos: Funes Mori había empezado a ser titular, el recambio de Zabaleta era Mercado, el de Mascherano era Kranevitter, el de Di María era Gaitán, el de los de arriba era Dybala. Eso es lo que nosotros tenemos que preparar. La Argentina no está preparada para que hoy se dé.
¿Qué faltó?
La gran carencia que tenemos es que no se trabajó de abajo hacia arriba como se tenía que trabajar, de los juveniles a los mayores. Todos los cuerpos técnicos aparecían por urgencias deportivas. Había una competencia y lo armaban. No tenías un proyecto, no tenías a nadie diciendo “este es el camino que queremos”. Es la única selección que en Eliminatorias tuvo tres cuerpos técnicos. Y corrés contra selecciones que tienen diez o doce años de proyectos: Alemania y España son las mejores de Europa, y acá Brasil encontró el equipo joven mezclado con jugadores referentes. A nosotros, las urgencias deportivas y dirigenciales nos llevaron a este presente.
¿Nos puede ir bien igual?
A nosotros nos va bien siempre que tenemos tiempo para trabajar con los jugadores. En las competencias en que el cuerpo técnico y los jugadores convivieron mucho tiempo, nos fue bien: las dos Copas América, el Mundial. Una Eliminatoria, en cambio, es muy difícil para nosotros. En esta tuvimos siete partidos sin Messi y si se cumplía la sanción iban a ser diez. Cuando nosotros asumimos la presidencia estábamos en repechaje y con Messi suspendido; el equipo no tenía identidad de juego porque con Bauza, vamos a ser honestos, era un ida y vuelta que no se entendía. En su momento no era a Bauza sino a Jorge a quien había que traer. Uno charlaba en los pasillos y se sabía que esto era así. Sampaoli tuvo cuatro partidos de Eliminatorias y seis amistosos: no tuvo el tiempo necesario de trabajo. Por eso yo creo que este mes es clave para consolidar la idea que él tiene. Los jugadores la saben y yo tengo la tranquilidad de que nos puede ir bien y de que vamos a tener un buen Mundial.
"Argentina es la única selección que en Eliminatorias tuvo tres cuerpos técnicos", dice Tapia. "Y corrés contra selecciones que tienen diez o doce años de proyectos."
¿Hay una idea de “grupo” medio inamovible?
Es que es este grupo el que jugó tres finales en cuatro años. Es este grupo el que llega en el momento justo. Contra Ecuador mostró la rebeldía que no había mostrado en las Eliminatorias. Por más que me digan que no era el mejor equipo de Ecuador, tampoco era el mejor equipo de Argentina y a los cuarenta segundos íbamos perdiendo. En ese estadio tenés que caminar cincuenta metros por escalera para salir al pasto, te lo hacen a propósito para intensificar los efectos de la altura. Bajás, subís, bajás, hacés la entrada en calor y ya estás ahogado.
¿Es el equipo de Sampaoli o está condicionado?
Es de Jorge. Nosotros estamos conformes y le hemos hecho un contrato que supera el próximo Mundial porque creemos en su proyecto. Es importante que el cuerpo técnico sepa que no dependemos de los resultados. Todos queremos ser campeones del mundo pero también tenemos que ser conscientes de los errores que se han cometido. Este grupo ha demostrado esa resistencia: siempre vino y se puso la camiseta. Hubo un montón de situaciones dirigenciales que pasaron, desde el 38 a 38 hasta una dirigencia entera renunciando compulsivamente en plena Copa América. Son cosas que no pasan en ningún lado y acá pasaron. Y ellos siempre dejaron de lado lo político y priorizaron la camiseta de la Selección. Por eso le tengo fe a este grupo.
¿Qué hizo Sampaoli que lo deja tranquilo?
Trabajó todos los días. Somos conscientes de que no tuvo el tiempo necesario y vimos las carencias que nosotros mismos le planteamos desde la dirigencia. A Chile le fue bien con Sampaoli porque pudo tener una selección local para trabajar y jugar partidos. Acá no tenés margen por la cantidad de competencias. Es algo que tenemos que corregir. Nosotros fuimos a jugar contra España y había jugadores titulares que no habían jugado ni un partido en la Selección. Dijimos que era un partido para definir jugadores porque no había más tiempo. Eso es producto de que tuvimos tres técnicos, como te decía.
Hablando más concretamente de su primer año de gestión, ¿cómo es medirse contra alguien que había ocupado el cargo durante 35 años?
Teníamos a mano lo que no hay que hacer. No podíamos errarle. No había manera de conducir el fútbol argentino de la forma unipersonal en que lo conducía Julio. Logramos un Comité Ejecutivo por afinidad que nos permite tomar decisiones entre todos. Hoy conducimos todos. Parece muy liviano ahora, pero nosotros estábamos en repechaje, con Messi suspendido y decidimos cambiar al técnico. Fue una decisión difícil pero la tomamos porque estábamos convencidos de que la Selección necesitaba eso. La tomamos y nos salió bien.
Cuando se saca una foto en el cumpleaños de Angelici, por ejemplo, ¿es porque hay cosas que no está dispuesto a perder?
Yo nunca hago algo pensando que va a generar quilombo. Yo voy al cumpleaños de un amigo y la gente habla. Cuando nosotros asumimos, a River se le adeudaban 29 millones de pesos y fue al primer club al que se le pagó. A mí me tienen que medir por la gestión. Lo otro son hechos particulares, voy a la casa de un amigo a festejar un cumpleaños con camiseta de Argentina. Lo bueno es que no había nada de Boca, ¿no?
¿Esas cosas lo desgastan?
No, con esa parte mala voy a tener que convivir toda la vida, como le pasó a Grondona con Arsenal, porque acá todos piensan el fútbol como hinchas, pero si uno se detiene en eso no crece, y el fútbol argentino necesita crecer. La verdad es que trato de vivir y disfrutar todo. Estoy empezando a ir más a los estadios, a ver equipos argentinos en competencias sudamericanas. Y cuando puedo voy a ver a Barracas Central porque es mi club, porque están mis hijos, porque es parte de mi vida. Si no se hubiera cruzado Barracas Central en mi camino, yo no estaría acá.
¿En qué se parecen Barracas y la Selección?
(Se ríe). En nada. Yo viví cada cosa acompañando a la Selección que no viví en ningún lado. Con Messi viví cosas que me hacen pensar que van a pasar muchísimos años para tener uno igual. Las locuras que hace la gente por verlo o por tocarlo. Cuando hicimos la gira en China la gente se subía a contramano en las escaleras mecánicas para tocarlo. Los ascensores del hotel estaban trabados porque durante las veinticuatro horas había gente adentro esperando para cruzárselo. El que limpiaba los vidrios del piso veinte, colgado del arnés, fue con un amigo para poder sacarle una foto desde la ventana. Van a pasar muchos años para tener a otro así.
¿Esa excepción implica un trato diferencial desde la dirigencia? ¿Es alguien al que hay que estar especialmente atento?
No, lo tratamos como es y él a nosotros también. Tenemos al mejor del mundo, que es desequilibrante y que te puede hacer ganar un partido, pero es un juego colectivo y él también necesita de sus compañeros. Alguna vez tendría que ser al revés: alguna vez habría que ayudarlo a él. Eso dijo Sampaoli en el vestuario de Ecuador y fue el mejor partido de él. Tenemos que agradecer que lo tenemos y ayudarlo.
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