La muerte de Chico Novarro: una vida escrita como una inolvidable canción de amor
Nacido en Santa Fe, logró que el lenguaje de los porteños no tuvo secretos para él, y más tarde se convertiría en creador de algunas inspiradas letras de tango y actor ocasional; fue uno de los más grandes compositores de canciones populares que conoció el mundo de habla hispana en el siglo XX, con un rango amplísimo
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Chico Novarro siempre creyó que su destino ya estaba escrito antes de nacer. Al menos así lo confesó en el comienzo de su bella autobiografía, en la que juega desde el título con una de sus más celebradas composiciones. Escribió más de 700, entre las cuales hay títulos y letras que desde hace décadas permanecen arraigadas en el corazón del público de varias generaciones, repartido a lo largo de toda América Latina. Lo mejor de ese inspirado repertorio hizo de Novarro uno de los más grandes compositores de canciones populares que conoció el mundo de habla hispana en el siglo XX. Y con un rango amplísimo, que solo los grandes talentos pueden alcanzar: el bolero, la canción melódica, el jazz, el tango y los ritmos tropicales encontraron, cada uno a su tiempo, un lugar destacado en la extraordinaria carrera de este intérprete intuitivo y carismático.
Novarro murió pocas semanas antes de cumplir 89 años en esta capital, después de una vida llena de reconocimientos artísticos. Uno de sus hijos, Pablo, heredero genuino de su talento como músico y comediante, fue el primero en dar la triste noticia a través de las redes sociales. Novarro también tuvo una hija, Julieta, de destacada trayectoria como actriz.
“Una carta natal me dijo una vez que nací con la luna en Piscis y que por eso soy tan romántico. Y yo me lo creí”, escribió Novarro en el comienzo de Algo contigo. Lo primero que descubrimos en ese libro es que detrás del nombre artístico que lo hizo famoso y celebrado en todas partes estaba la historia del hijo de una familia de inmigrantes llegados a la Argentina desde Europa Oriental.
Bernardo Mitnik, el futuro Chico Novarro, nació en la capital de la provincia de Santa Fe el 4 de septiembre de 1934. Su padre Albert, de profesión zapatero, “pasó su vida escapando”, según recordaba Novarro en su autobiografía. Decidió emigrar a la Argentina porque dos de las hermanas de su esposa, Rosa Lerman, ya estaban radicadas en el país. Novarro nació en una modesta casa de una calle de tierra y creció en medio de esa típica escenografía lugareña de otros tiempos que aparece reflejada en la letra de una de sus mejores canciones, el tango “Sueño de cupé”: “Mi cuadra tuvo un carnaval / y anduvo el sol por sus malvones / mi juventud fue un paño de billar / un celador y un tren”.
El padre imaginó un hijo médico. “Conmigo esperaban que llegara la plata: del comercio, de la medicina, de cualquier lado menos de la música. La música era una mala palabra”, recordaba Chico sobre esos tiempos juveniles. Pero fue el arte, desde los 10 años, lo que llamó su atención y empezó a convertirse en destino cuando empezó a estudiar en el Liceo Municipal de Santa Fe. Allí empezó a familiarizarse con la música y sobre todo, de a poco, con el jazz.
El primer instrumento musical del joven Miki, como lo conocían todos, fue la percusión. Hay muchas fotos que lo muestran en distintas etapas de su vida, feliz como pocas veces se lo vio, tocando la batería, tratando de imitar a su admirado Gene Krupa. También era un diestro ejecutante de bongó, congas y otros accesorios muy propicios para acompañar candombes y sonidos de murgas, enormemente populares en su terruño natal. Más tarde la familia Mitnik se mudó a las sierras de Córdoba, donde empezó formalmente la carrera como músico profesional del joven Bernardo.
“Hubiera preferido quizás ser más músico, haber tenido un estudio más completo de algún instrumento. Estudié, es verdad, pero no en la medida que hubiera querido. Me hubiera gustado ser un músico más importante”, reconoció en la última entrevista que tuvo con LA NACION, en agosto de 2021. En ese tiempo de sus primeras aventuras musicales descubrió también que su meca estaba en Buenos Aires. “Me gustaba mucho cómo hablaban los porteños. ¿Será por el tango? ¿Por el cine?
Se las ingenió, según cuenta con esa picardía que siempre lo caracterizó, para tener una novia porteña y lograr así cumplir su primer sueño. Vaya si lo logró: en poco tiempo el lenguaje de los porteños no tuvo secretos para él, y más tarde se convertiría en creador de algunas inspiradas letras de tango y actor ocasional, con presencia estelar en algunas películas muy populares.
En 1951 se instaló en la Capital Federal y no tardó, a lo largo de esa década, en encontrar un lugar como integrante de algunas orquestas destacadas que tocaban en bailes y emisiones radiofónicas en vivo. En una de ellas compartió por primera vez el escenario con Daniel Riolobos. Años después, con esa voz única que tenía para entonar boleros, el cantante mendocino inmortalizaría desde su triunfo en el festival OTI de 1979 “Cuenta conmigo”, uno de los mejores ejemplos y grandes símbolos de la manera en la que Chico Novarro le escribía al amor.
La otra gran composición romántica que identificó para siempre a Novarro como autor e intérprete fue “Algo contigo”, que el tiempo convirtió por más de una razón en la canción más escuchada de toda la historia musical de su autor, además de ser el título de uno de sus discos (grabado en 1976). Más tarde se supo que la letra había sido escrita pensando en otra cantante melódica muy popular en América Latina, Lissette, y los sentimientos que surgieron en su autor detrás de la amistad entre ambos.
En esa década de 1950 Novarro también compartió escenarios y grabaciones con grandes músicos de jazz argentino como Gato Barbieri, Rodolfo Alchourrón, Santiago Giacobbe, los miembros de Swing Timers (agrupación que integró) y, sobre todo, Jorge Navarro, con quien compartiría varias temporadas de memorables recitales en la recordada Clásica y Moderna, y la grabación del último gran álbum discográfico de toda su carrera.
Novarro no fue una figura popular hasta que llegó el tiempo de su incorporación al Club del Clan, en la década del 60. Fue en esa época donde adoptaría el nombre que lo hizo famoso, cuyo origen aparece en el dúo de música tropical (Los Novarro) que tenía junto a Raúl Boné. Al productor Ricardo Mejía, fundador y alma máter del Club del Clan, se le ocurrió ponerle a Boné, que medía casi dos metros, el nombre artístico de Largo Novarro. “A vos no te queda más que ser Chico”, le dijo a su compañero.
El músico que soñaba con triunfar en el jazz puso en pausa ese sueño y se convirtió en Chico Novarro, la gran estrella de música tropical en el Club del Clan. Las primeras composiciones con su sello que interpretó en esa estudiantina televisiva y discográfica se convirtieron en perdurables himnos de la cumbia y el merequetengue: “El orangután”, “El camaleón” y “Un sombrero de paja” todavía sirven para identificar de inmediato a su creador.
Allí comenzó la verdadera carrera artística de Novarro, que aprovecharía la repercusión de su trabajo en el Club del Clan para revelar desde allí su talento en otras facetas y estilos. Así empezó a mostrar sus boleros, sus canciones melódicas y sus tangos (el primero fue “Nuestro balance”, compuesto en 1965). Con el respaldo musical del pianista y arreglador español Mike Ribas, su gran acompañante musical de toda la vida, Novarro amplió sus horizontes sin descuidar ninguno de los espacios que se le iban abriendo.
Así, mientras empezaba a recorrer toda América Latina (especialmente México y Puerto Rico) con boleros y cumbias que acentuaban en su voz la entonación tradicional de los cantantes centroamericanos, Novarro también se las ingeniaba para construir con otras de sus composiciones un lenguaje muy cercano a la más genuina porteñidad.
El mejor disco de su carrera lo deja expresamente reflejado. No le vengo a vender (1972), grabado como un espectáculo de café concert, incluye composiciones memorables como el tango “Cordón”, “Balada del alba”, la irónica “Canción del dopado” y la extraordinaria “Carta de un león a otro”, que luego sería descubierta por el público rockero de la mano de Juan Carlos Baglietto. De ese tiempo también queda el recuerdo de una gran unión musical con María Elena Walsh, de la que surgieron algunas inspiradas creaciones: “Balada del ventarrón”, “Alba de olvido”, “Orquesta de señoritas” y “Educación sexual”.
Junto a Eladia Blázquez compuso varios tangos muy reconocidos, y con ella abrió una fértil etapa de vínculos con varios creadores de la música ciudadana, plasmada sobre todo en el álbum Por fin al tango, con arreglos y dirección de Raúl Garello. Allí, Chico y Eladia comparten la más bella versión de “Convencernos”, junto a algunas composiciones maravillosas: la citada “Sueño de cupé”, “El último round”, nuevos arreglos de “Nuestro balance” y Cordón”, y sobre todo “Un sábado más”, que había nacido en ritmo de balada y se había convertido a fines de los años 60 en la melodía que más se asoció en ese momento con la figura de su creador. Ahora, convertida en tango, adquiría nuevas e inesperadas resonancias.
Ese tiempo de dedicación más atenta a la música ciudadana le permitió a Novarro estrechar sus vínculos con figuras destacadas de ese mundo. Una de ellas fue Rubén Juárez, que grabó en 1983 varios temas suyos en el álbum “Se juega”, otra hermosa composición de Chico. Esa relación se prolongaría años después a través de un muy logrado show musical de tangos y boleros compartido por ambos, Cantata en negro y plata. Sería un anticipo del gran espectáculo que protagonizó en esa misma década, luego repetido y enriquecido a través de muchas versiones. En Arráncame la vida, de Betty Gambartes, en la sucesiva compañía de Andrea Tenuta, Silvana Di Lorenzo y Laura González, Novarro contaba toda una vida de amores y desencuentros a través del lenguaje que mejor conocía, el de la canción romántica y el bolero.
Allí también, en los escenarios, se lucía intacto todo su talento. Tenía una gran naturalidad para agregar detalles de actuación a cada uno de sus temas (actuaba cantando o cantaba actuando) y revelar cada vez más sus dotes de comediante. Ese talento quedó a la vista en las celebradas apariciones que tuvo Novarro en la televisión de los años 70, sobre todo en el magnífico ciclo musical Tropicana Club, donde forjó una gran pareja artística con Marty Cosens e hizo brillar a su otra partenaire, la siempre espléndida María Concepción César. La TV redescubrió a Novarro más tarde de la mano de Juan Alberto Badía, que lo convocaba sábado tras sábado para sumarse en la mejor época de Badía y compañía a grandes momentos dedicados al bolero junto a grandes colegas y amigos como Riolobos, Roberto Yanés y Dany Martin.
Su aporte a la comedia continuó en otro recordado ciclo televisivo de los 60, El departamento, y más tarde en sus poco frecuentes apariciones en el cine, a través de algunos relatos picarescos (Hotel alojamiento, Los caballeros de la cama redonda, Así no hay cama que aguante). En 2018, casi a modo de homenaje, cerró su paso por el cine con un breve y delicioso papel en El amor menos pensado, de Juan Vera, con Ricardo Darín y Mercedes Morán.
Novarro nunca dejó de componer y de grabar, y su historia discográfica registra inclusive un álbum con canciones infantiles (Para chicos de 5 a 50) y nuevos temas de enorme inspiración como la extraordinaria “Milonga del raje”, inmejorable relato de una separación lleno de ironías y giros inesperados. En 2004 vivió en pleno escenario el dolor de la muerte súbita de un viejo amigo, Domingo Cura, que lo acompañaba en un concierto tocando los instrumentos de percusión con los que había iniciado su carrera.
Recorrió una y otra vez sin pausas toda América Latina, con reconocimientos constantes a su carrera y valoraciones constantes de un repertorio que nunca dejó de crecer. El último fruto de este largo vínculo fue el proyecto de duetos que a instancias del actor Matías Santoiani encaró en 2021 junto a colegas tan destacados como Gilberto Santa Rosa y José Alberto El Canario. Novarro sentía que con ese trabajo rendía homenaje también a viejas glorias de la canción romántica latinoamericana de las que fue amigo, con el recordado Tito Rodríguez a la cabeza.
Admirado de manera incondicional por sus pares, aplaudido de igual modo por un público cada vez más amplio y heterogéneo, Novarro encontró en la etapa final de su vida la posibilidad de disfrutar plenamente los frutos de su inagotable creatividad. Nunca dejó de pensar en nuevas canciones y en la búsqueda de espacios para difundirlas. Y también mantuvo en alto todo el tiempo su pasión por los colores de Racing.
En tiempos de pandemia, a instancias de su hijo Pablo Novak, Novarro se animó a hacer algun show vía streaming y disfrutó armando canciones y jugando con las melodías, feliz de tener a su lado, según propia confesión, al más talentoso de toda la dinastía. Su nieto Marcos, hijo de Pablo, y multiinstrumentista. La larga y fecunda vida de Chico Novarro podría leerse del mismo modo que la antología de sus grandes, felices e inolvidables canciones.
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