Censura, amenazas y rating por los cielos: Franco Torchia revela lo que no se vio de Cupido
A dos décadas del estreno del reality de citas que causó furor en la TV argentina, su conductor habla con LA NACION sobre el trasfondo del ciclo y sus polémicas
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20 años atrás nacía Cupido: el famoso reality show de citas a ciegas de MuchMusic, creado por Mariano Cohn y Gastón Duprat y conducido por la voz en off de Franco Torchia. Dos o más participantes dialogaban al aire, separados por una peculiar escenografía que les impedía verse, mientras Torchia los analizaba, les hacía preguntas punzantes y los guiaba para que llegaran al final del programa con ganas de conocerse. Si los participantes coincidían en su deseo de entablar un vínculo, sonaba en el piso el audio de Roberto Galán diciendo “se ha formado una pareja”, se veían las caras y hasta podían besarse. Si no, volvían como habían llegado: sin conocer físicamente al otro.
La empresa que era dueña de MuchMusic también era propietaria de elsitio.com y, dentro de esa web, funcionaba cupido.net, un servicio para encontrar pareja. La idea de la empresa fue llevar ese concepto a la televisión y coincidió con que la señal estaba incorporando a su programación secciones no musicales. Era la época de explosión de los realities, tanto en la TV abierta como en su rival directo, MTV. Next, Parental Control, Pimp My Ride, Sweet Sixteen fueron algunos de los éxitos de la competencia. En consonancia con el eslogan de MuchMusic, “De tu lado del mundo”, Cupido fue la versión vernácula de los formatos de citas que triunfaban en los canales extranjeros.
La primera temporada comenzó en septiembre de 2001 y terminó en 2003, cuando cambió la gestión de la señal. Mucho después, hubo una segunda temporada de Cupido que se pudo ver en el canal TBS entre 2012 y 2014. Se mostraron muchas formas del amor en este reality a lo largo de los años: uniones heterosexuales, gays, tríos y hasta hubo un Cupido para niños de entre 8 y 14 años.
El método de cita a ciegas sin casting previo que pregonaba el show no estuvo exento de polémicas. “Todo aquel que se anotaba participaba, nosotros no veíamos las fotos de los participantes. Hay que tener en cuenta que, en ese momento, no cualquiera te mandaba una foto por Internet y no cualquiera tenía conexión a Internet, más bien casi nadie”, le explica Torchia a LA NACION.
La polémica con TVR y las críticas
Pocos eslóganes de programas son tan recordados como el de Cupido, que rezaba “en contra de las apariencias y a favor del amor”. Torchia describe la dinámica del reality que, vista en 2021 y sobre todo en tiempos de Tinder, OkCupid y Grindr, parece muy lejana: “Elegíamos a los participantes de acuerdo a un montón de parámetros que tenían que ver con el barrio, con la edad, con los gustos musicales, pero de ninguna manera con las características físicas. Insisto, porque además no los veíamos, los terminábamos viendo cuando llegaban al estudio. Entonces, si no se entiende este mecanismo, triunfa la versión que Diego Gvirtz quiso contar siempre de Cupido, que es una versión envidiosa”.
Durante años, TVR repetía los sábados a la noche recortes de Cupido en los que se mostraban los momentos más picantes: insultos a los participantes que provenían de llamados telefónicos sin filtrar o los rechazos más duros, siempre con un tono ridiculizante. “De todas maneras, a él (por Gvirtz) lo llevó a ser multimillonario y a mí no, pero con la pauta del Estado, con la plata de todos”, reflexiona el conductor, que también fue el guionista del show.
Es cierto que el reality permitió que el público llamara para opinar sobre cada pareja: la producción no moderaba los llamados y muchas veces salían al aire comentarios ofensivos y crueles. En ese sentido, Torchia recuerda que esto ocurrió durante los primeros dos o tres meses de los tres años que duró Cupido y que “no le parece parámetro” para juzgar el producto. Luego, los llamados pasaron a ser de amigos o conocidos de los participantes y siempre se insistía en que no hicieran apreciaciones sobre el físico de los candidatos.
El programa parecía exponer lo mundano del amor, con pocas idealizaciones. “Yo creo que Cupido siempre fue una parodia del amor romántico. Yo fui así. En buena medida también lo parodió Roberto Galán en Yo me quiero casar, ¿y usted? Creo que por eso el personaje (Cupido) era de un nihilismo con respecto al amor y de un pesimismo… Lo recuerdo como alguien que condenaba directamente el amor, que era antipareja, incluso. O que, en todo caso, tenía un momento aparentemente romántico, algunos momentos de celestino, y otros momentos muy destructivos y vacíos”, describe Torchia.
Y amplía sobre el concepto: “Cualquiera de nosotros, si se ve expuesto a una situación en la que está conociendo a alguien, se quiere matar. Me parece que esta especie de reconocimiento de la humillación universal que es querer gustarle a alguien es tan contraria al amor propio y a la autovaloración. Y ahí había un motor, Cupido explotaba mucho eso”. Siguiendo esta línea, el periodista llegó a publicar El libro de Cupido: apuntes del paso del ángel del amor por la TV y la tierra, editado por Penguin Random House en 2014.
Por otra parte, el ciclo le daba la posibilidad al conductor de hablarle a uno de los participantes sin que el otro lo escuchara y, muchas veces, daba letra o pinchaba para poder mantener vivo el diálogo. En un recordado episodio, llegó a proponerle a una participante que le preguntara a su potencial pareja por la madre de él: le respondió que estaba muerta. Estaba claro que Cupido lo sabía, por lo que su actitud fue interpretada como maliciosa. Sobre esto, Torchia es tajante: “Nunca entendí por qué no se puede hablar de una persona muerta cuando las personas que duelamos fueron personas importantísimas en nuestra vida. Nunca entendí cuál es la imposibilidad de hablar de aquellos sucesos que te marcaron”.
Y agrega: “Lo que creo es que la sorna con la que esas cosas eran atacadas no era ni siquiera equivalente a lo que hacía Gran Hermano en Telefe. Era pestilente y era peligrosísimo. O lo que hacían en El bar con las mujeres, con su cuerpo, con los desnudos. Entonces, recargar a Cupido en un contexto en el que reinaba esa crueldad, ha sido siempre muy injusto, pero es producto de productores que en ese momento querían el programa y no lo tenían, querían los derechos y no los tenían”.
Franco cuenta que el reality era disputado por diferentes canales: “Lo quiso Telefe, no lo pudo comprar, lo quiso (Marcelo) Tinelli, no lo logró. Lo quiso América, que en ese momento el gerente de programación era Jorge Rial, tampoco lo logró. MuchMusic se posicionó en retenerlo, incluso en detrimento de mis propios ingresos económicos, porque a mí me hubiera convenido trabajar en otro lugar donde quizás me hubiesen pagado bastante más o hubiese tenido otras posibilidades de desarrollo profesional. En Much eran mucho más limitadas, desde luego, y sin embargo, no lo lograron. Era el programa del momento. Yo creo que ahí operó algo como revanchista”.
La explosión de rating en el peor momento
Mientras el país vivía una crisis política, social y económica sin precedentes, Cupido salía al aire y era uno de los programas más vistos. “Me acuerdo sobre todo del 20 de diciembre, que yo me negaba, les decía ‘no podemos estar saliendo en vivo, esto es una barbaridad’. En ese momento, los canales de cable para tener rating tenían que hacer mucho esfuerzo. Pero además, si como MuchMusic vos estabas en la posición 55 o 56 de la grilla, es decir, estabas muy lejos de los canales de aire, te costaba muchísimo más. Quisiera recordar especialmente, porque falleció, a Gabriela Liffschitz, que era poeta, escritora y además la jefa de prensa de Much, ella era la que más insistía. Cuando salimos al aire el 19, hicimos un rating abrumador mientras que, efectivamente, había represión en Plaza de Mayo, muertos. Primero había quedado TN, segundo Crónica, tercero Cupido y el rating del 20 de diciembre fue aún más alto, Cupido quedó segundo”, recuerda Torchia.
Las motivaciones del público para ver un reality de citas en pleno estallido social son una incógnita, aunque se puede suponer que una razón era el escapismo. “No tengo una respuesta total. Sí puedo decir que, evidentemente, las postales de Cupido forman parte o quedan abroqueladas a esas otras postales. Eso es indudable. Es decir, que hay un diálogo de imágenes y de sonidos que ojalá alguien pueda trabajar algún día, si es que quizás alguien ya no lo trabajó”, dice el conductor.
Salir en vivo en plena represión y tener un buen rating le generó sensaciones contrapuestas. “Me acuerdo que eso me llevó a muchas preguntas. El 20 de diciembre casi no podíamos salir del canal, todas las calles de la ciudad estaban cortadas. Nos terminamos yendo en la camioneta del esposo de la gerenta, huyendo por el Bajo. Y nos quedamos hasta las 3 de la mañana en la casa de otra persona del canal, en la terraza, mirando el país derrumbarse, pero con el éxito de Cupido a cuestas. Son momentos para mí completamente inolvidables sobre los que no he podido sacar una conclusión muy terminante”, sostiene.
Censura, amenazas y un recuerdo agridulce
Las potenciales parejas del programa no eran todas heterosexuales. También intentaron hacer emisiones solo con hombres, lo cual para esa época era algo provocador en televisión y les valió una serie de problemas institucionales y de opinión pública. “Después del primer Cupido gay, el Comfer nos obligó a que, si queríamos seguir haciendo eso de que dos personas del mismo sexo se besaran, tenía que ser después de las 10 de la noche y lo mismo con incorporar personas trans”, relata el conductor.
También recuerda a una figura popular que se empecinó con el show. “Tuvimos amenazas varias de la Iglesia Católica. En ese momento hubo una larga peregrinación del padre (Luis) Farinello por diferentes programas despotricando contra esa primera unión gay a la que le sucedieron, afortunadamente, otro montón más. Pero claro, para la extrema limitación del promedio de los productores de televisión en la Argentina, incluso de los empresarios, tanta libertad, tanto desenfreno, tanto manifiesto contratelevisivo… La idea era funcionar exactamente al revés que ese supuesto buen trato, esa supuesta amabilidad, esa supuesta concordia de la televisión, toda vez que la televisión incorpora personas que no son profesionales del medio. Hay conductores de realities que parecen amigos de los participantes y en realidad se están burlando de una manera sanguinaria”.
Por otro lado, en 2012, cuando Cupido volvió al aire, ya no era lo mismo: en vez de evolucionar, según Torchia, la nueva señal lo cercenó. “Creo que las condiciones de su regreso no fueron las mejores, en todo sentido. Cada vez que pueda lo voy a denunciar: en la vuelta de Cupido, la decisión corporativa fue no hacer uniones que no fuesen heterosexuales”, asegura, y reconoce: “A mí me generó un conflicto monumental. Fui también en ese momento muy mareado por un montón de consejos, sugerencias, pero de todas maneras no me voy a sobreresponsabilizar yo, porque no tengo la capacidad de maniobra que puede tener una corporación, ni tengo tampoco como persona o, si querés, como ciudadano, la responsabilidad empresarial y el compromiso con los derechos humanos y con el tiempo histórico que tienen que tener las grandes empresas. No me eximo de responsabilidad, pero creo que no se compara con la de una empresa multinacional. Yo tampoco tenía mucho trabajo, la plata me iba a servir, soy papá, tantas cosas que en ese punto pesaron”.
Finalmente, sobre qué significó Cupido para Torchia, responde con un tono agridulce. “No lo sé. Pasé muchas veces por momentos en donde me recuerdo a mí mismo, diciendo ‘este programa no está tan bueno como muchos dicen que está’. Me acuerdo siempre de algunas primeras notas así, muy sesudas y alabatorias. Con muchísimas dificultades, cuando terminó el programa, traté de seguir ejerciendo el periodismo, yo había hecho radio y televisión en La Plata. Cupido fue una especie de interrupción extraña de la que tuve que rearmarme profesionalmente. Mucha gente siente que yo me divertía mucho. No me divertía tanto, qué querés que te diga, porque además trabajaba un montón. Éramos pocos, había poca plata. Teníamos que estar todo el día encima del programa, en un momento dado, además, hubo dos ediciones diarias en vivo. Terminé totalmente cansado y con la pregunta ‘ahora qué'’', confiesa.
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