Cemento: el bello género epistolar como forma de despedida amorosa
Sensible trabajo de la dramaturga y directora Consuelo Iturraspe; Leonel Elizondo es su protagonista, un artista al que hay que prestar mucha atención.
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Dramaturgia y dirección: Consuelo Iturraspe. Intérpretes: Leonel Elizondo, Flor Piterman, Ana Sofía y Julián Piterman. Músicos: F. Piterman, A.Sofía y J. Piterman. Escenografía: Pía Drugueri. Luces: Fernando Chacoma. Vestuario: L. Elizondo. Colaboración artística: Agustín Obregón. Sonido: Pablo Marconi. Producción: Marina Kryzczuk. Sala: Espacio Callejón, Humahuaca 3759. Funciones: viernes, a las 20. Duración: 60 minutos.
“Cemento, te escribo esta carta por varios motivos y ninguno es bueno”, dice Terry, desde un único y solitario sillón. Atrás, detrás de una tela que se transparenta –o no, según la luz–, tres músicos (Julián Piterman, batería; Ana Sofía, teclados; Flor Piterman, voz) tributan a los ochenta aunque el título de la obra nada tenga que ver con la emblemática disco rockera. Apenas, tal vez, un lejano guiño, porque la persona a quien van dirigidas las cartas, el duro y frío Cemento, es guitarrista y la ex pareja de Terry (Leonel Elizondo), la autora (o autor) de las cartas, ese paciente sostén para testificar el duelo del amor perdido.
Obra ganadora del premio Estímulo a las Artes Escénicas del Banco Ciudad junto al CTBA, la autora y directora Consuelo Iturraspe (Marisa Wayner vende, Beatriz Beatriz y, con el grupo Cabeza, la excelente Un tiro cada uno) es, además de poeta, una apasionada del género epistolar, interés que la impulsa desde hace años a investigar cómo traducir ese código al cuerpo de la escena.
El texto es muy bello, un largo poema sobre la despedida, una sucesión de eslabones en la cadena del desamor, actos del pasado renombrados y organizados como secciones que aparecen tituladas en una pantalla. En cada uno de estos momentos, si bien prevalece el monólogo, hay procedimientos diferentes: por ejemplo, la Carta a los hijos que nunca vamos a tener se convierte en canción ejecutada por la banda; o en Teatro, una anécdota se prueba como escena teatral actuada por Flor Piterman como Cemento y Ana Sofía como Terry del pasado, dirigida por las acotaciones de Terry del presente, protagonizada por Elizondo. La elección de este gran actor –que ha trabajado en la compañía Colectivo Escalada, de Alberto Ajaka– para ponerle el cuerpo a la voz dolorida de Terry es una decisión arriesgada. Por un lado, provoca distanciamiento, cuesta asomarse a esas cicatrices del amor romántico que –al menos todavía– resultan más cercanas a las mujeres. Seguramente otro camino se abriría si una actriz habitara esos zapatos. Sin embargo, por otro lado, la presencia de Elizondo y su elegante desdén cuasi british (es, además, el vestuarista) provoca la distancia necesaria que habilita esa voz a cualquier género, ella, él, elle.
Cemento podría escucharse con los ojos cerrados, preciosas palabras surgidas desde la herida y canciones entrañables; pero como montaje escénico es además, una exploración teatral para aventurarse y disfrutar.
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