Celeste Cid: "Me resulta complicado bajar los decibeles"
Desde Alemania, la actriz habló en exclusiva con lanacion.com sobre su nueva película, sus planes para escribir una novela y el éxito de Para vestir santos; por Milagros Amondaray
Acaso sea pretencioso escribir sobre Celeste Cid aludiendo a Alejandra Pizarnik, pero hay momentos en los que las asociaciones resultan tan sorprendentes como caprichosas y justas. Eso que tiene el poema "Formas" de la indefinición, de ser una cosa y al mismo tiempo muchas otras ("no sé si pájaro o jaula, o silenciosa, pero tal vez oral como una fuente, tal vez juglar o princesa en la torre más alta"), se ajusta bastante a la actriz.
"Tengo una personalidad medio inquieta, soy muy curiosa", dice Celeste del otro lado del teléfono, en un hotel en Alemania, y en pleno rodaje de El amigo alemán, la película de Jeanine Meerapfel que la tiene como protagonista. El contraste entre la premiada tira Para vestir santos y este film es tan notorio que la propia actriz reconoce su dificultad para adaptarse, dificultad que se va evaporando a medida que "pongo la cola en la silla" y empiezo a estudiar. Por "estudiar", Cid no solo alude al guión (una historia de amor, en esencia) sino también al idioma (aprendido "por fonética") y contrapone el método de filmación argentino, con su caos intrínseco, al del país europeo: "Es muy distinta la manera de trabajo, está todo perfectamente organizado, el horario se cumple, y eso tiene que ver con la personalidad que hay en el ambiente. Eso es perfecto a la hora de filmar ya que nada te dispersa. Hay mucho silencio", explica la actriz.
Saber mirar. Cuando llegó Javier Daulte, Para vestir santos, los musicales, los vestidos aniñados, el pelo revuelto, ese flequillo...Celeste no pudo evitar mirar a Male a través de sus ojos. Para ello, se juntó con su amiga Lucila para pensar en la ropa que usaría, en su estética. "Era un personaje dinámico que, si bien tenía una arista opresiva, yo trataba de incorporarles ciertas picardías". De ese papel al de Sulamit en la película de Meerapfel hay un abismo. Por ende, la mirada tuvo que cambiar. "Nos hicimos muy amigas con Jeanine, la siento muy cercana y como ella incorporó cosas de su vida al personaje, para mí eso fue muy importante" y explica: "como no podía hacer hincapié en el vestuario o en la decoración de manera más participativa, lo que hice fue mirar a Jeanine como persona".
2010, año mágico. Así define Celeste a una de las etapas más luminosas de su vida. El caos, las polémicas, esa mirada al abismo de la que supo hablar, parece haber quedado atrás. Su voz - la voz del canto y la voz de la palabra - fue uno de los pilares que la llevaron a moverse hacia otro lugar. Por eso, cuando en Para vestir santos Male canta "Mi enfermedad", uno no solo le cree a ella sino también a Celeste en cuanto a lo implica estar "vencida porque el mundo me hizo así".
"Para vestir santos estuvo atravesada por una atmósfera muy liviana - explica la actriz -, nos divertimos mucho. Al comienzo compartíamos con Gabi [Toscano] y Griselda [Siciliani] cómo nos habían salido los musicales diciendo ‘fue un desastre’, ‘me sentí un horror', pero después nos relajamos porque la tira no exigía que fueran interpretaciones líricas y, más allá de que teníamos un coach vocal, era todo muy casero". Celeste asegura que no poder asistir a los Martín Fierro (y sumarse a levantar el de oro) no le impidió seguir en contacto con el equipo de trabajo al que confiesa extrañar mucho. "Cuando trabajás haciendo mucho humor, inevitablemente te ponés en la misma frecuencia. Y acá pasó eso", cuenta la actriz.
Cuando finalice, en una semana, el rodaje de El amigo alemán, Cid va a usar su voz nuevamente, esta vez, entre otras cosas, para escribir una novela. "Me resulta complicado bajar los decibeles, pero quiero dedicarme a mi hijo [André] antes de comenzar la tira [con Gonzalo Heredia], porque ya empezó primer grado, su vida de muchachito. Es una etapa que no me quiero perder".
Retomando a Pizarnik, a lo que implica ser distinta por serlo todo, Cid, confesa amante de la faceta "fantasiosa y soñadora", está más cerca del pájaro que de la jaula. Y lejos de ser juglar, su talento, tan peculiar y encantador (bastó haberla visto en Para vestir santos para no someterlo a discusión), la acercan, ahora más lumínica aunque por siempre torbellinesca, a esa categoría de princesa. La princesa de la torre más alta, con su hermoso caos.
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