Había publicado dos discos antes, Me vuelvo cada día más loca (1982) y Mi voz renacerá (1983), con tanto éxito que el primero fue disco de oro incluso antes de llegar a las disquerías. El medio, el público y el mundillo musical estaban enloquecidos con esta chica de voz privilegiada, guitarra al cuello, de ojos celestes y rulos al viento, que cantaba blues en todos los escenarios que la convocaban. Nadie se imaginaba lo que iba a pasar después de su gira por España en 1984: Celeste Carballo iba a convertirse en punk. Dos meses fueron suficiente. Hizo base en Madrid con una banda propia y giró por el país ibérico: tocó en el estadio de Real Madrid, en discotecas en Valencia y Pamplona, festivales, iba de aquí para allá con sus amigas, hasta que, en el Blaugrana de Barcelona, teloneó a Bob Dylan y Santana. Ahí empezó todo. Charly García la fue a ver ese día y le dijo: "Loca, a vos no te pueden hacer esto, tipo salir de un recital y no tener un taxi o bajar del escenario y que nadie te diga que estuviste bien o que no haya un ramo de rosas en tu cuarto". Entonces le propuso irse, desaparecer por tres días.El libro Corazones en llamas, de Laura Ramos y Cynthia Lejbowicz, que registra historias del rock argentino en los 80, detalla que esos tres días se convirtieron en veinte. "No me acuerdo bien a quién estaba grabando Charly, pero después del show con Dylan nos fuimos a Ibiza y nos quedamos ahí", cuenta Celeste a Rolling Stone. Charly estaba en España porque iba a grabar a G.I.T., la banda de Pablo Guyot, Willy Iturri y Alfredo Toth. La mayoría de las letras y la música de La Generación las escribió Celeste entre las fiestas con sus amigas en Madrid y las tres semanas en la playa con Charly.
Volvió a Buenos Aires cambiada. "A mí me dio una adolescencia tardía a los 28, casi 30 años", decía Celeste en febrero pasado, cuando aún la pandemia dejaba tomar un café, en el bar ubicado en Chile y Defensa, San Telmo, justo frente a la que fue su casa por más de dos décadas. En la reunión familiar de bienvenida, un típico asado con sus ocho hermanos mayores y sus hijos, se encerró en el baño y se cortó el pelo a lo punk. Con dos de sus sobrinas, apenas más chicas que ella, agarraron las tijeras y "tra tra tra, nos cortamos". Su melena castaña de rulos desapareció: se rapó de un costado, se sacó una ceja y apenas se dejó unos mechones largos del otro. Asimétrica y punk, apareció de vuelta en el almuerzo. Con toda la revolución adolescente que tenía encima, Celeste se trajo discos punk-pop españoles como el de Parálisis Permanente. Pero fueron sus amigas Roxana Curras –ex guitarrista de Trixy y Los Maniáticos– y Ayelén Guezamburu –que traía de sus viajes por Estados Unidos joyas que no se conseguían en las disquerías–, las que la metieron de lleno en el género. La influencia más importante fue un álbum de 1978 que combinaba punk-rock y new wave: Germfree Adolescents de X-Ray Spex, la banda londinense liderada por la legendaria Poly Styrene. "Con Celeste lo escuchábamos todo el día", dice Curras, y Celeste lo confirma: "Cuando escuché X-Ray Spex me quemó el bocho mal, Poly Styrene me encantó. Sí, ya venía escuchando las bandas españolas, también a The Clash, pero nosotras íbamos más por X-Ray Spex, por eso La Generación tiene saxo, el Gonzo Palacios".
Roxana vivía en La Plata y estaba muy metida en la escena. Iba a ver a la banda punk local Los Baraja, y la llevaba a Celeste, que tenía hambre de velocidad y tres acordes. "Celeste volvió bastante cambiada de su gira por España, parecía tener la necesidad de abrir otros caminos fuera del pop, blues y folk. Algunos amigos la acompañamos en ese cambio, sobre todo con discos, libros o revistas que mostraban ese mundo de punk-rock", dice Roxana, que dejó a Los Maniáticos y la música después de un paso corto pero intenso, y que aún se puede ver en YouTube en un show en el programa Feliz domingo. Como estaba tanto tiempo en La Plata, Celeste decidió armar su banda allá, con músicos nuevos. Pusieron un clasificado en el diario El Día y de a poco fueron apareciendo. Pero antes de encontrar a los músicos que la acompañarían, Celeste decidió grabar un demo del disco con Gustavo Donés. "Él fue quien hizo el mítico arreglo de ‘Sabemos que vuelvo pronto’, la parte que todo el mundo canta tararará. Lo hizo él en su estudio Del Jardín". Con el demo terminado, Roxana le dice a Celeste: "¿Por qué no llamás a Charly a que venga a escucharlo?".
Lo hizo, y se apareció en taxi una madrugada por la casa de Chile y Defensa. Ella lo imita: "Celestita, ¿qué pasó, qué querés que escuche?", con el gesto acelerado del García de los 80. En esa época andaban siempre juntos. A Charly le encantó, pero no sabía cómo haría para tocarlo en vivo. Todavía no tenía banda, pero ya tenía una fecha: Celeste iba a estrenar esas canciones punk en Shams, el elegante pub de Belgrano. Tenía cuatro meses para armar una banda y ensayar todos los temas. "Hice cosas que no haría nunca más", cuenta. Los músicos fueron apareciendo. Marcelo Montolivo, el guitarrista de Los Baraja, fue el primero. "Él era una biblioteca andante del punk, me armaba casetes con bandas que solo conocía él", cuenta Eduardo Criscuolo, el otro guitarrista que se sumó al proyecto. Criscuolo venía de otro tipo de música, tocaba con el sobrino de Celeste, Lito Epumer, y había trabajado en los arreglos de su segundo disco Mi voz renacerá. El único que no llegó por el aviso en el diario. "Fue muy bueno que él entrara porque le ponía toda la información armónica. Criscuolo era el que deformaba los acordes y les daba algo muy interesante a las canciones", dijo Celeste. Su sobrina, Erika Carballo, le presentó al bajista Manolo Lorón, y después aparecieron Gonzo Palacios en saxo y Claudio Cabral en batería para terminar de completar La Generación, que al principio se llamó La Generación Fusilada.
Empezaron a ensayar varios días por semana, pero tocaban fuertísimo, así que duraban un ensayo por sala. "Salía con el Twin Reverb en una mano y la Telecaster en la otra a buscar sala. Fue el único disco donde no toqué la guitarra, pero presté mis equipos", cuenta Celeste. Cada sala adonde iban los echaban. "Lo teníamos muy ensayado", dice Criscuolo, "y lo tocamos mucho antes de grabarlo. La banda quedó muy armada, muy sólida". El 21 de septiembre de 1985 tocaron esas canciones del demo por primera vez en Shams y Charly García fue a escucharlos. Quedó sorprendido y entusiasmado. "Vino al camarín a decirnos ‘Celestita, lo armaste muy bien en vivo’. Porque después de haber escuchado el demo creyó que era difícil tocarlo, entonces me decía ‘¡Esto está para grabarlo ya!’", cuenta Celeste.
Como la discográfica Interdisc –con la que, junto a la productora de Daniel Grinbank, había sacado sus dos primeros discos– había quebrado poco antes, Charly fue a convencer a Pelo Aprile de que invirtiera en la grabación del disco. A la semana tenían fecha en los estudios Panda en solo cuatro días. Mario Breuer, como ingeniero, microfoneó los equipos y grabó toda la música en una toma como si fuera un disco en vivo, sin registrar ningún instrumento por línea. "El disco se grabó con mucha sangre, fue muy punk y muy rápido", cuenta Criscuolo, que en su extensa carrera nunca más volvió al punk.
Por entonces, Breuer y García eran una dupla ingeniero-productor más que aceitada. Habían hecho el primero de Fabiana Cantilo, Detectives, Lluvia de gallinas de Suéter y el de Charly y Pedro Aznar, Tango, entre otros. Breuer, desde su casa en Córdoba, recuerda las sesiones vertiginosas: "Charly se metía en el sonido y yo en la producción, éramos un equipo, teníamos la pauta y la idea de que, como este era un disco de punk, había que grabarlo como se graba un disco de punk, a la tabla". En un día, quedaron todas las bases. Criscuolo cuenta que le prestaron la Gibson Flying V de David Lebón para el disco. "La tuve que tocar parado, todos juntos parados tocamos todas las canciones en uno o dos días de trabajo".
Para "Autosuficiencia", el cover de la banda española Parálisis Permanente, a Charly se le ocurrió sumar unos maullidos de gato al principio de la canción, antes de que entrara la voz de Celeste. Así que llevó al estudio un siamés de una amiga y microfonearon toda la sala. "Alguien tenía un gato que maullaba mucho, pero ni bien entró al estudio se quedó en silencio en un muy mal momento, hasta que conseguimos unos maullidos locos que después usamos", cuenta Breuer. Para Celeste todo tenía sentido: "Es que Charly es gato en el horóscopo chino y nadie es más autosuficiente que un gato".
En medio de la grabación, Charly llamó a Hilda Lizarazu, en ese momento reconocida por su rol de fotógrafa en las revistas Humor y El Porteño, para que fuera al estudio a retratar las sesiones. "Lo primero que hice fue sacarles fotos a los chicos de la banda", relata Hilda. Esos retratos en un pasillo son los que están en la contratapa del vinilo. Charly les prestó ropa. "Yo salgo con un saco gris de una tela rarísima que me dio él", dice Criscuolo. Después, Hilda se metió en la cabina donde Celeste estaba grabando las voces. "Tuve el placer, la osadía y confianza de entrar mientras ella cantaba y captar el retrato con un ‘flashazo’ de frente mientras se prendía un pucho con el anterior".
Después, su amigo y diseñador Alfi Balda "solarizó" la foto, un efecto como cuando el sol dañaba los negativos de las películas, y le puso los colores amarillo y rojo, "al mejor estilo Man Ray", dice Hilda. "Quedó una gran tapa, modestia aparte". Con un vestido corto rojo al cuerpo, el pelo cortado asimétrico, varios cinturones de tachas, los ojos delineados de negro, Celeste y La Generación estrena en el programa de Alberto Badía, Badía & Cía., la canción que abre el disco: "¿Seré judía?". Rápida y pegadiza, se transformó en un tema de culto. "Me están persiguiendo los nazis/ ¿Qué pasa? ¿Seré judía?/ Me están persiguiendo los yanquis/ ¿Qué pasa? ¿Seré latina? / Inglaterra me mira de lado/ ¡Socorro! ¿Seré argentina?". No fue el corte de difusión, pero es la canción que con los años se valoró más. "La escribí acá, en la terraza de casa", dice y señala el techo del edificio que se ve desde la ventana del bar. Tenía una disputa con la vecina de abajo que la perseguía por tocar el piano, por hacer ruido, y no paraba de hablar mal de ella con el kiosquero y la gente del barrio. "¡Yo no estaba haciendo nada raro ni distinto de lo que había hecho antes! Simplemente tenía el pelo cortado y salía con un tapado de astracán de mi abuela, porque en verano hay que taparse en vez de exponerse al sol. Entonces me decían ‘está re loca’, y no, no estoy re loca. Pero, bueno, estaba en mi etapa adolescente".
Mientras lo recuerda se enoja de nuevo. Entonces, contenía la bronca hacía unos meses, y no solo con la vecina. Cuando estaba en España un hombre del círculo de sus amigas le dijo "sudaca" y ella se enojó muchísimo. Justo en el aeropuerto se había comprado Las uvas y el viento, el poemario que publicó Pablo Neruda después de haber sido expulsado de Chile y viajado por Europa como exiliado. "Leía muchísimo, a Alfonsina Storni, a José Pedroni, y encontrarme con ese libro de Neruda, que me dijeran sudaca, fue un tema, ahí me cayó la ficha, ahí entendí qué era ser latinoamericana", relata. Su canción "Poetas de Latinoamérica" fue el corte difusión de Celeste y La Generación, y años después lo reversionaría en Celesteacústica.
Lanzada al universo punk, la escena que tenía pocos años de vida a mediados de los 80 la recibió bien, pero con reservas. El público cambió totalmente. "Solo tuve público nuevo, chicos y chicas o adolescentes", cuenta Celeste. El impacto fue muy fuerte y mucho de su público anterior quedó en el camino. Roxana Curras, su amiga que fue a todos los ensayos y recitales, recuerda cómo al principio los seguidores se mezclaban y que después algunos no pasaron el filtro. "Se asustaron, pero es que no existía nada parecido a nivel popular, solo había un par de bandas punks. Y los pocos punks que había, que eran muy radicales, la recibieron bien, pero con dudas porque era ‘muy profesional’ para ellos". Los shows se llenaban de jóvenes, pero también de músicos.
Celeste dice que Pappo iba cada dos por tres y se sumaba como tercera guitarra. Eduardo Criscuolo cuenta que le prestó los equipos en varios shows. "Llamaba la atención el disco, ella tenía una gran presencia en el escenario. No creo que haya sido vista como una aprovechadora, la gente vio que se la jugó. Hacer punk era poco conveniente, tal vez le convenía ser más rockera, con letras duras; pero Celeste se la jugó y eso la gente lo apreció mucho". El disco fue un antes y un después en su carrera. Ya sin discográfica, Celeste abrió su propia oficina, la Cece Producciones, ubicada en Sarmiento y Callao, que varios años después se convirtió además en su sello Cece Digital. De manera independiente Cece organizó la presentación del disco en el estadio Obras Sanitarias el 23 de agosto de 1986. "Fue alucinante, tuvimos el apoyo de Canal 9, que nos dio una gran difusión y nos permitió grabar los videos del disco. Gratis, nunca me cobraron, y lo hicieron porque en ese momento la televisión respetaba a los artistas, ahora no tiene corazón, no tiene nada".
Con un Obras lleno de chicos y chicas punks que por primera vez iban a escuchar a Celeste Carballo, la que tres años antes se había coronado como el futuro del rock melódico con dos estadios repletos, esta vez salió a escena toda vestida de negro, envuelta en cinturones de tachas, lista para ir a la batalla de la rabia y la velocidad. La banda ya estaba tocando hacía un año y medio y sonaba muy ajustada. Arriba del escenario, la acompañaban sus dos sobrinas: Florencia Bernaudo –que después cantó con Los Twist– como corista y bailarina, y Erika Carballo, que solo fumaba. "Sí, con cara de orto, fumaba de costado arriba de la tarima. Todas peinadas así, batido hacia el costado, de negro", cuenta Celeste. Erika era parte de la escenografía y la desobediencia punk. La relación con su público, en su mayoría mujeres, era muy fuerte en esa época. Había un grupo de fans que se instalaba en la puerta de la casa, y en los shows le gritaban "Nosotros somos la Cece", como si fueran un club. Incluso le prestaron sus instalaciones para la preparación del show en Obras. Es que a La Generación la habían echado de todas las salas de la ciudad y no tenía dónde ensayar. La Cece, el club de fans, tenía una casa que había tomado por la zona de Chacarita, que estaba medio vacía. "Yo iba siempre por ahí a tomar unas cervezas, a comer unas pizzas con ellos", y fue ahí cuando vio que uno de los cuartos estaba vacío."Listo, chau, es la sala de ensayo, y nos fuimos a ensayar ahí porque nos echaban de todos lados".
Celeste dice que el transcurso de La Generación fue corto, sólo dos años, intensos y con muchos shows, porque el público no los apoyó como esperaba, a pesar de haber llenado Obras. "Si nos hubieran acompañado en festivales lo hubiésemos sostenido y hubiese crecido ese público. Pero no sucedió". Para Roxana, que la acompañó en los ensayos y en las fechas, el disco fue un quiebre total en la carrera de Celeste. "Los que no le perdonaron el cambio fueron los que manejaban la industria de la música. Querían a la chica bucólica o blusera que tanto éxito había tenido en los primeros dos discos", dice su amiga. Juntas compusieron una de las canciones del disco, "Buscábamos vida". "Compuse la música cuando era muy chica, creo que tenía 15 o 16 años", dice Curras. Mucho tiempo después le mostró la canción a Celeste, que le puso la letra y le agrego partes de melodía. "En principio fue una canción más jazzera con mil acordes, ella y La Generación la adaptaron al álbum". Es la más pop y romántica del disco, con la voz al frente y una batería dura que marca el ritmo. "Es nuestra canción preferida con Charly, por eso la cantamos los dos solos en Celesteacústica después", cuenta Celeste.
El disco, que ella misma señala en varias entrevistas como su preferido, es también el más destacado de su carrera para muchos melómanos. "Un disco notable, me siento orgulloso de haber trabajado en él", dice Mario Breuer, ingeniero de sonido de, entre otros discos, Llegando los monos de Sumo, Del 63 de Fito Páez, Un paso más en la batalla de V8, Bailando en una pata de La Renga y Spinetta y los Socios del Desierto. "Tiene un punkismo muy fuerte y los temas son tremendos. Es su disco más importante, el más artístico. Está lleno de buenas letras e intenciones". Para el sonido del disco fue indispensable el punk que le imprimió el guitarrista Marcelo Montolivo (quien tiene un pedido de captura internacional de Interpol por haberse fugado de una condena de ocho años de prisión por abuso sexual a su hijastra). Su presencia se nota aún más en los últimos dos temas, "Trabas emocionales" y "Por una bala menos".
El punk vuelve a cobrar importancia vital en las guitarras, los riffs y la velocidad de las canciones, en sintonía con las dos letras que compuso Celeste en Ibiza. "Trabas emocionales" tiene la rebeldía del género, pero desde una mirada de una adulta de 30 años. "Todo es muy hardcore en esas canciones –cuenta Celeste–. Empieza con un ‘Encerrada en un pensamiento’. Es que la juventud vieja me molesta". Los adolescentes pacatos, que se mueren de aburrimiento y actúan como si fueran señores burgueses, esos le molestan. "En esa época leía mucho a Hermann Hesse. El lobo estepario fue mi libro de cabecera desde los 15 años. Ahí él hablaba del confort de no salirse del rebaño. Y los jóvenes cada vez se meten más, son jóvenes-viejos". Celeste, que desde ese momento de postdictadura rompía con los mandatos de cómo debía lucir y actuar una mujer, que estaba en contra de las actitudes pacatas y conservadoras, escribió "Por una bala menos", una canción que parecía que hablaba del período que acaba de terminar después de la guerra de Malvinas. Sin embargo, escribió el tema en Madrid, pensando más bien en algunas amigas vinculadas con movimientos pacifistas contra las armas y las intervenciones en otros países. "Además, la canción tiene que ver con Boy George, porque en ese momento él la estaba rompiendo en el mundo con sus temas, que eran como de pop liviano, pero yo leí la tercera línea de sus canciones –aclara–. Es como si fuera un tema suyo, no era un homenaje, pero era inevitable porque todos estábamos enamorados de él".
Después de Celeste y La Generación, su carrera musical dio un nuevo vuelco y comenzó el dúo con Sandra Mihanovich, Sandra y Celeste, que en 1988 sacó Somos mucho más que dos y después Mujer contra mujer. "No es que haya pasado algo en el medio, cuando terminé de grabar este disco ya estaba Sandra viviendo acá, de hecho ella nos ayudó con la producción del Obras del 86". Para Celeste su carrera no se divide en etapas, es solo un devenir fluido de su curiosidad de música y su búsqueda personal. Al igual de lo que ocurre con sus primeros dos discos, Celeste Carballo no tiene los derechos de Celeste y La Generación.
En un arranque de entusiasmo en algún momento del año pasado empezó a planificar la regrabación del álbum. "Quiero recuperarlo, porque esos discos están enajenados", dice. Por eso mismo en 2019 sacó Chocolate Inglés Rock, una recreación en vivo de su disco de 1993, y en 2016 hizo lo propio con Se vuelve cada día más loca… por amor al blues, una grabación en directo de su exitoso disco debut de 1982. En Spotify todavía falta Mi voz renacerá, y sí está Celeste y La Generación, pero ella no tiene los derechos sobre esas reproducciones. "Pensé en armar una nueva Generación porque mucha gente lo quiere escuchar. Estaría bueno, pero habría que ver, habría que ver", duda. Sabe que hay algo del espíritu punk y adolescente de la grabación original que se perdería. Todavía está pensando si lo graba de nuevo o no. Mientras pasan los años, el disco sigue estando en las bateas de vinilo y en algunos videos en vivo en YouTube, los registros que impiden olvidar a la primera mujer que hizo punk en los escenarios más importantes del rock nacional.
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