Celebrating America, símbolo de una alianza con necesidades recíprocas
El primer día de Joseph R. Biden Jr. como presidente de Estados Unidos también puede verse como la jornada en la que Hollywood recuperó una cercanía con el poder de Washington que la administración de Donald Trump había logrado reducir a la mínima expresión. Quedó bien claro desde el vamos, con el gesto de convocar a Lady Gaga, a Jennifer Lopez y a Garth Brooks para ocupar lugares centrales en la ceremonia de la jura de Biden, que el nuevo gobierno cuenta desde el primer momento con el respaldo incondicional de la comunidad artística y el mundo del entretenimiento. Y que la respuesta es inmediata y afirmativa. Por lo tanto, este vínculo solo funciona de manera recíproca. Ambos sectores se necesitan mutuamente.
Con Gaga, Lopez y Brooks presentes junto a Biden-Harris en el mismo momento de la jura quedó a la vista el modo en que la Casa Blanca se identifica con las necesidades del Hollywood de hoy. El trío funcionó como representación perfecta de la diversidad étnica y cultural que el mundo del entretenimiento impulsa como afirmación, conducta y estrategia. De manera equivalente, Hollywood respalda con esa postura identitaria de alto perfil uno de los objetivos más claros de la nueva administración: la necesidad de unión en una sociedad marcada en los últimos años por divisiones cada vez más tajantes.
Todo ese poderoso vínculo de símbolos intercambiados y necesidades mutuas sobrevoló la concepción, la producción y la realización de Celebrating America, el programa especial de 90 minutos visto por televisión y por streaming como cierre de la jornada inaugural del regreso a la Casa Blanca de los demócratas, que siempre se llevaron muy bien con Hollywood. Pero esa suma de necesidades, consignas y afirmaciones, algunas por cierto muy urgentes, dejaron al mismo tiempo a la vista durante la hora y media de transmisión unas cuantas incongruencias.
Todo parecía encaminarse hacia una dirección cuando en medio del silencio sepulcral que rodeaba al National Mall de Washington en la muy fría noche inaugural del gobierno de Biden Bruce Springsteen apareció en vivo y en directo junto a las escalinatas del Lincoln Memorial, dándole la espalda al imponente monumento de uno de los grandes presidentes de la historia estadounidense, para cantar "Land of Hope & Dreams" (Tierra de esperanza y sueños). El silencio que acompañó el final del tema resultó tan sobrecogedor como el imponente entorno tomado por las cámaras.
Envuelto en el mismo silencio, un aterido Tom Hanks trataba de llevar adelante con el compromiso y la responsabilidad que se le reconocen un programa que parecía adquirir en ese comienzo cierta solemnidad propia de la hora. Parecía un momento de reflexión profunda, de respiración honda, de examen de conciencia y de decisiones en línea con los fundamentos del primer discurso del nuevo presidente, a quien Hanks presentó para una breve intervención. Mediante un plano secuencia la cámara se desplazó unos segundos desde la imagen de Hanks hacia la de Biden, para dejar bien en claro desde qué lugar ambos estaban hablando. La estatua de Lincoln era una sombra que marcaba las palabras de ambos y parecía orientarlas.
La música, inclusive la más jubilosa, surgía como aliada de los propósitos enunciados por el nuevo mandatario, sobre todo el de abrir un puente esperanzado con el futuro. Así lo sugerían las notas de una mezcla de canción pop y gospel que Justin Timberlake y Ant Clemons compartieron en las calles oscuras de Memphis. "Los mejores días están por llegar", cantaron a dúo.
Pero de a poco las mismas necesidades de la hora llevaron la transmisión hacia otros andariveles. El Celebrating America se extendió, tal vez de manera inevitable, hacia el agradecimiento a todas las personas anónimas que se comprometieron a ayudar al prójimo durante este tiempo de pandemia. De a poco, el especial de TV se empezó a parecer demasiado a los programas que en los primeros tiempos del Covid-19 unían a los famosos en alguna campaña solidaria de recaudación de fondos.
La austera presencia de Hanks (el actor que de manera más genuina representa hoy al hombre común de Estados Unidos) en el escenario imponente del National Mall visto de noche empezó a contrastar cada vez más con segmentos diurnos y coloridos que parecían por momentos cumplir con la función de tandas publicitarias, casi siempre con la introducción de Eva Longoria. Los agradecimientos y los reconocimientos a muchas personas e instituciones de loable aporte a la emergencia se extendieron a los propios artistas: por allí el elenco original del musical Rent dejó su aporte para que recordemos lo mal que lo está pasando esta actividad, paralizada por completo por el Covid-19.
Por allí todos los puntos dispersos de este gran híbrido parecieron unirse de manera feliz. Fue cuando la cámara tomó dentro del Salón Oval de espaldas a Biden y parte de su familia siguiendo desde una pantalla la festiva interpretación que Demi Lovato, desde Los Angeles, hacía de un hermoso tema de Bill Withers, "Lovely Day". Este momento, sumado a la presencia en vivo de John Legend y de Katy Perry, resultó un bálsamo frente a la vulgaridad del segmento latino representado por Ozuna, Luis Fonsi y un DJ de escaso gusto llamado Cassidy. ¿Acaso no hay otra cosa que el peor reggaeton como exponente de la música latina en la diversidad cultural que aspira a llevar como bandera el mundo del entretenimiento? Este equívoco debería resolverse pronto.
Washington y Hollywood se necesitan mutuamente y la llegada de Biden a la Casa Blanca ratificó para los próximos cuatro años la vieja alianza entre el showbiz más poderoso del mundo y el Partido Demócrata. Pero el panorama es distinto al de las administraciones anteriores. La industria del entretenimiento cruje por la pandemia y la administración Biden necesita restaurar heridas políticas lo antes posible. No alcanza con ideas pueriles como la de llevar a Jon Bon Jovi a Miami en uno de los segmentos pregrabados de "Celebrating America" para que arranque su versión de "Here Comes the Sun" de noche y la termine mirando al horizonte en pleno amanecer. Hace falta de los dos lados mucha más imaginación.
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