Carmen Maura, sin nervios
Dirigida por María Victoria Menis, la actriz hace de esposa de Enrique Pinti, "un funcionario gris".
Viene de ser "una señora bien" y adinerada en su España natal. Aquí, en Buenos Aires, se calzó el traje de Isabel, que aunque tiene problemas domésticos "es positiva, graciosa y echada pa´lante".Y vaya a saber quién será dentro de unos meses, cuando encare la siguiente película. "Es una gran ventaja. Al no tener un físico muy definido, me llegan papeles diferentes: de rica, de pobre, de guapa, de simpática, de fea, de drama, de comedia", evalúa Carmen Maura en un alto del rodaje de "Leopoldo Arregui, la noticia del día", el film de María Victoria Menis que la trajo quince días a la Argentina.
En esta comedia coescrita por la realizadora y Diana Iceruk, Maura es la esposa del protagonista (Enrique Pinti, en su primera labor fílmica encabezando un elenco). "El es un funcionario de vida bastante gris y patética, un tío más bien apocado. Ella es una mujer de armas llevar. Es española y vino de pequeña a Buenos Aires. Cuando se casaron estaba muy enamorada, pero con el tiempo la relación se deterioró. La historia transcurre en tres días, que son de mucha tensión para Leopoldo porque tiene un problema gordo, pero luego las cosas se arreglan", resume rápido durante la entrevista con La Nación .
"Pinti es quien lleva el peso de toda la historia. Yo hago un papel muy bonito, pero es una colaboración", aclara Maura al comienzo, cuando aún no asoman los gestos y comentarios graciosos que soltará al promediar la charla. La chica Almodóvar de los años 80 ahora tiene 54, más de una treintena de films y un bien ganado prestigio que hace rato trascendió las fronteras de su país. A fuerza de teatro, de bastante televisión y, sobre todo, de cine, construyó una carrera que empezó "de grandecita (a los 25)" y sin "haber pisado nunca una escuela de actores". Y prácticamente no para de filmar, dentro o fuera de España.
-Isabel es una mujer alegre, pero ríe por obligación durante buena parte del día...
-Ella trabaja de claqué en televisión. Pero le gusta su trabajo y es una de las cosas que tiene como escape. En su familia todo es un poco desastre, pero la tía se arregla y sale al ruedo; cuida su belleza y considera que pertenece al mundo del espectáculo -incluso, le hubiera gustado ser actriz-. Es positiva y le gustaría que todo fuera mejor.
-Impulsaste con fervor este film desde mucho antes del rodaje. ¿Lo hacés con cada proyecto?
-María Victoria me habló de él hace cuatro años, cuando yo estaba haciendo teatro acá. Ella me cayó bien y el guión me pareció bonito, así que me apetecía hacerlo. A veces parecía que iba a ser imposible que levantara su film, pero lo consiguió. Y yo le animaba. Me gusta cuando la gente tiene esa energía. Y a ella se la veía bastante cabezota en ese sentido. También contó muchísimo la energía de Enrique, que se ha dado completamente y trabaja como una bestia. Disfruté mucho las escenas que filmamos juntos. Además somos muy amigos desde la primera vez que vine a Buenos Aires (hace varios años, con "La ley del deseo").
-¿Cada vez estás más ligada al cine francés?
-Me llegan propuestas siempre. De mis tres últimas películas, dos fueron españolas -"El palo", que rodé antes de venir a Buenos Aires, una comedia de Eva Lesmes; y otra de acción que acabé en mayo, "La comunidad", dirigida por Alex de la Iglesia-. Y antes había filmado con un francés-argelino (Nadir Mokneche), una opera prima que se llama "El harén de la señora Osman", donde por primera vez hago un personaje que no es española. Compuse a una argelina que me costó mucho trabajo, porque es una protagonista gordísima y filmé todo en francés, con textos muy largos. Trabajo una o dos veces al año con los franceses.
-Además tenés un departamento en París...
-Sí y voy mucho incluso sin razones de trabajo. Hago más vida social allí que en Madrid, porque me puedo mover más libremente. Yo trabajo como una bestia, pero aprovecho muy bien los momentos libres.
-¿Pasás más horas arriba de aviones que en tierra firme?
-Sí. Pero tampoco me importa mucho tener que viajar; ya me acostumbré y me lo tomo supertranquila. En realidad, también me tomo así los rodajes. Estoy habituada a llegar a sitios donde todos son desconocidos. Afortunadamente, la cámara siempre es la misma (sonríe), que es lo importante. Y los técnicos de cine, aunque cambie de país, tienen mucho en común. Lo mismo ocurre con los directores. Es como una familia y eso es fantástico, me da seguridad. Ya me acostumbré a que llego, me disfrazan, me dan el marido y la casa, la historia y ya está. Puedo trabajar tanto justamente porque no me pongo nerviosa. Eso es fundamental, porque cuando te tensas, pierdes mucha energía. Y delante de la cámara, la energía es oro.
-Al incorporarte a un rodaje fuera de tu país, ¿es un peso el hecho de ser una actriz reconocida?
-A veces lo siento. Y no me identifico con eso. Por ejemplo, cuando llego aquí y dicen "ay, qué ilusión trabajar contigo", intento que eso se pase. Siento que otro actor a mi lado es igual que yo. Nuestro trabajo depende de la inspiración. Entonces siempre hay que estar generosa y abierta. De todos modos, enseguida advierten que no tengo nada que ver con ese rollo de la figura. Con los actores tengo buena relación. Y siempre intento relajar a los que tengo al lado.
-¿Esto se aprende con la experiencia de tantos films?
-Aprendí lo que era la cámara con los cortometrajes. Venía de hacer teatro durante ocho años y empecé a hacer cortos. Enseguida entendí que había que estar relajada. En cuanto a lo de intentar relajar a la gente que tengo alrededor, me quedó porque cuando empiezas, a veces, lo pasas muy mal, porque no te ayudan los que están a tu lado y saben más.
-También se dan situaciones competitivas entre los actores...
-Sí, pero yo no entro ahí.
-¿Nunca?
-No concibo estar competitiva delante de la cámara. Porque además ella se da cuenta y va en contra tuya. Ese tipo de situaciones me han pasado más en Francia, porque se trata de una cinematografía más importante, entonces la gente tiene más lucha por lo suyo -algo que debe ser más fuerte aún en Norteamérica-. La cámara te ayuda mucho si estás a favor y entregada. Pero si estás como avara, tienes complejos, ella se da cuenta.
-Actuaste con Juliette Binoche en "Alice et Martin", de André Techiné. ¿Qué pasa en un rodaje así, con otras figuras europeas?
-En Francia no pasa como aquí, que me dicen qué honor trabajar contigo. Son mucho más fríos. Es de los sitios más duros en los trabajé.
-¿Era un desafío personal entrar en esa cinematografía?
-La primera vez que me llamaron fue porque hablaba francés y buscaban una actriz de mis características. Era una película histórica, en la que hacía de la reina Ana de Austria. Para esa película estuve tres meses estudiando el idioma. Después te apetece perfeccionarte. Y en Francia, si no hablas bien el idioma, estás muy limitada: te dan papeles minúsculos. Yo conseguí que me llamen para personajes que no son españoles. Es por el país que más he luchado. Es muy útil abrir el mercado.
-¿Y qué pasa con Hollywood?
-Nunca me llamaron para hacer algo que realmente valga la pena. Cuando estuve con "Mujeres al borde de un ataque de nervios", querían que me quedara. Pero siempre pensé que ni hablar de quedarme. Aquello de irme a empezar una carrera, lo vi clarísimo que no. Y cuando me llegó la propuesta de un papel gordo, pensé "esto sí que lo haría", pero había tres o cuatro de las de allí en danza y, al final, no me lo daban a mí. Y los personajes que realmente hubiera podido hacer, han sido peores que los que hago en Europa, entonces pa´qué. No es un mundo que me parezca fundamental. Y como no soy excesivamente ambiciosa... He llegado mucho más lejos de lo que pensaba -no pensaba que llegaría a ser actriz de cine-, entonces me siento absolutamente contenta de lo que conseguí.
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