Carlos Calvo: "Se acabó el ídolo"
Tras un gran año en "Costumbres argentinas", a partir de esta noche el actor encabezará el elenco de "Money, money" en Mar del Plata
Acaba de cumplir 50 años y dice que se amigó con el medio. "¡Es un número!", afirma. Pero es una cifra importante que llega en, tal vez, uno de los años más relevantes de su vida. Hoy estrenará "Money, money" -la pochade de Ray Cooney-, en Mar del Plata, Carlos Andrés Calvo bajó un par de cambios y se revela profético. Como quien entiende que su vida ya sorteó los peores obstáculos para recuperar los logros que creía perdidos, siente que sepultó los días más oscuros de trastornos de salud y desocupación, en un año que lo tuvo también al frente de uno de los mayores éxitos televisivos: "Costumbres argentinas".
-Lograste extirparte a "Carlín"...
-Es verdad. Es un gran momento. Además, esta comedia me trae muchos recuerdos. Es parecida a "Taxi" por el delirio. Me gusta la comedia ingeniosa, la del humor sutil, la que puede sorprender. No me divierte lo chabacano y lo burdo. Tiene un humor inglés muy fino, muy muy serio y, sobre todo, verdadero. Partimos de la base de hacer creíble la situación para que el público pueda comprar ese delirio. El planteo de Moreno es lograr esa verdad, aunque sea la más delirante del mundo, para que el espectador compre.
-¿La comedia es subvalorada?
-Siempre.
-¿Por qué?
-Porque creo que no se confía en los textos. A veces los libros no son buenos, se hace cualquier cosa y las obras se soportan en la gracia que puede tener el actor. Eso hace que se debilite el proyecto y que la gente no confíe, que no le cause gracia y no lo respete. Distinto es cuando hacés comedias como "Extraña pareja". Por aquellos años hubo experiencias excelentes. Le teníamos respeto al género. Además, en este país nadie enseña comedia.
-Muchas veces los actores confunden actuar en una comedia con hacerse los graciosos...
-Es que la comedia no se hace, se actúa y en serio. Si yo pongo la gracia en la situación actuándola de verdad, va a ser gracioso. Pero perdería si quisiera ser más gracioso que la situación. Además, la comedia tiene un personaje más que se integra el día del estreno: la risa del público. Es uno más porque tenés que aprender a parar. Si vos seguís actuando sobre las risas, la gente pierde el hilo de la comedia.
-¿El de Mar del Plata es un público fácil?
-Yo tengo pánico de ir a Mar del Plata. Es un debut muy significativo para mí. Yo apuesto al proyecto de todo el año. Espero hacer un éxito todo el año. Si no, no me conviene como inversión de tiempo ni de plata, porque tengo que trasladarme con mi familia.
-Obviamente, el público también va al teatro por las figuras... ¿Vos tenés conciencia de ídolo?
-No. Si compro lo que vendo pierdo.
-¿Te pasó en algún momento?
-Sí, me pasó. El problema de salud que tuve me sirvió como para pisar la realidad desde lo que creo que es este medio. Prefiero vivir esta realidad ahora mucho más "tranqui" porque la veo más emocionante. Me había acostumbrado a ser un ídolo y yo creí que me estaba sorprendiendo. Pero me engañaba creyendo que el día que no me sorprendiera más ya no valdría el afecto del público. Pero era mentira: yo me había acostumbrado a sorprenderme, ¿entendés? Entonces, de esa función de ídolo... Ahí me engañé yo...
-¿Pero te molestaba o te gustaba?
-¡Siempre me gustó que me quisieran! Para mí es muy importante. Eso, y seguir generando. Si me quedaba en mi angustia del accidente, me hubiera ido cayendo. Y la gente quiere que generes hechos: malos o buenos, pero que no te quedes en el lamento de lo que te pasó porque no seguís creciendo.
Repartiendo el juego
Carlín confiesa que se amigó con el medio. La fama y el éxito se estrellaron en su accidente cerebrovascular, con una consecuente hemiplejia de la que aún no se ha repuesto del todo. Antes era un inconforme. Hoy no tiene miedo en confesar ante la prensa y ante su público que se muestra tal cual es y está; un público que lo adora y al que adora.
-¿En algún punto sentís que la gente te curó?
-Creo que sí. Sentirse querido es una de las cosas más lindas y placenteras. Es el fruto de encarar cosas con el corazón sin especular. En "El prisionero de la Segunda Avenida" salí al escenario y dije: "Estoy así, éste soy, éste puedo hacer..." Y no hubo especulación. Se acabó el ídolo.
-El abrazo es más fuerte, ¿no?
-¿Sabés qué lindo que es? Hoy puedo encarar esta comedia que me exige una gran exposición física porque tengo que correr todo el tiempo. No sé si ya estoy preparado, pero me muero por hacerlo. El desafío me entusiasma y me genera una adrenalina interesante.
-Y eso que venís de un año intenso en lo laboral...
-¿Sabés qué me pasó? Tres años sin trabajar hicieron que me bajara la ficha. Tuve éxito desde siempre, y eso es una gran desventaja porque se transformó en un hecho natural. Y no lo es. Hasta que un día pasó lo que pasó, dejé de tener éxito, me empecé a maquinar y me fui cayendo. Empezás a mirar el techo acostado, lamentándote y decís: acá no es. Antes renegaba de ese éxito, pero nunca más lo voy a hacer. Hice "Costumbres argentinas", una comedia en Mar del Plata ("Casi un ángel") y todos me decían que estaba loco. "Estoy feliz", retrucaba yo.
-¿Esos tres años te sentiste fuera de juego?
-Sí. Por eso siento que volví a jugar en primera. El hecho de estar trabajando me hace tener una alegría que puede parecer exagerada. Volver a la televisión después de tres años afuera y justo caer en un éxito... Esta posibilidad de volver a ser un elegido no me la puedo perder.
-¿Sentís que cambió mucho la televisión en esos tres años?
-Era un convencido de que lo mío era una fórmula infalible. Y no es así: hay una suma de cosas.
-Antes era "el programa de Carlín", ahora se trabaja más por el producto...
-Noté ese cambio, y no está nada mal. Yo venía de esa época del "programa de". Se les sacó un poco de peso a los protagonistas para repartir más el juego. Está bueno porque no estás tan expuesto; todos nos cuidamos más y, en consecuencia, cuidamos el producto. En el teatro también: para mí, lo más importante es la obra. Cuando ponés el acento en los actores es porque la pieza no tiene tanta importancia. Es faltarle el respeto al texto.
-¿Sentís que con "El prisionero..." faltó algo?
-Para mí fue la vuelta. Lo importante fue salir. Mi cabeza necesitaba salir y decir "estoy como puedo, pero estoy".
-Nunca antes habías sentido tanto miedo...
-No... ¡Fue muy grosso ! Lo que yo pedía era un poco de tiempo. Pero si no salía, quedaba afuera.
-¿Qué pasa con el cine?
-Puedo dar una sorpresa este año, con un libro de Lito Espinosa ("Adiós, Roberto" y "El Polaquito"), que habla sobre la muerte del deseo de un matrimonio de 10 años y cómo se hace para recuperar el deseo.
-¿Quién va a ser tu compañera?
-¡No me pidas más!
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