Caraja-ji, un grito de batalla de los dramaturgos jóvenes
Expectativa: con aquel nombre se agruparon nuevos autores en el Centro Cultural Rojas; ahora esperan más espacios.
Cuando, en 1995, el Teatro Municipal General San Martín convocó, por intermedio de Roberto Perinelli, a nuevos dramaturgos para proveer de textos a la incipiente Comedia Juvenil, dio el puntapié inicial, sin saberlo, para la formación de uno de los nucleamientos más originales de la nueva dramaturgia. El ofrecimiento terminó, al menos en cuanto a los objetivos propuestos, en un fracaso. Pero los jóvenes dramaturgos, agrupados bajo la denominación de Caraja-ji, decidieron dar batalla. Definidos por la divergencia y la búsqueda de una voz independiente, más relacionada con lo revulsivo que con lo ingenuo, encontraron un fuerte espaldarazo en el Centro Cultural Rojas, que los cobijó y editó las obras que habían sido rechazadas por el San Martín.
Las autoridades del área municipal han cambiado, pero es válido rescatar las opiniones de algunos dramaturgos que han ofrecido, últimamente, novedades más que interesantes en el medio teatral.
"Si en el momento de la convocatoria no tenía ninguna expectativa, es porque tenía claro lo que era para el Teatro San Martín la Comedia Juvenil -manifiesta Rafael Spregelburd, el autor más estrenado del grupo-. Para ellos es un conjunto de idiotas que no pueden hacer teatro serio porque les sale mal. Entonces, llamamos a un grupo de autores lo suficientemente idiotas para que escriban unas obras con esas características que sí puedan ponerse en escena. Pero se encontraron con que los textos no eran para chicos." Para Jorge Leyes, "el San Martín es, desde hace tiempo, el lugar de lo establecido, salvo excepciones. Y el espacio experimental parece ser un lugar donde sólo puede experimentar el director. No queda claro hasta dónde llega esta propuesta de riesgo y hasta dónde fue una mascarada para sostener lo establecido".
"La dificultad fue que nosotros no éramos sólo ocho obras, sino además ocho cabezas que decían ciertas cosas poco convenientes. Y esto fue, en definitiva, lo que afectó la coordinación. Pero entendemos que, en definitiva, este enfrentamiento es un signo de nuestro tiempo", agrega Spregelburd.
Para Alejandro Tantanián, "actualmente los modelos de producción tradicionales están rotos y la teatralidad no es una sola. Esto se vio en el transcurso del taller con Roberto Cossa y Bernardo Carey. Para una pregunta había ocho respuestas, tantas como autores. Eso es algo que no podían creer".
Jorge Leyes rescata, finalmente, el hecho de "descubrir que el espacio importante no era el Teatro San Martín, sino el que había generado el grupo. Nuestras grandes diferencias provocaron que después, durante las reuniones en el sótano del teatro Payró, las obras estallaran".
Cabe esperar que la Comuna porteña ofrezca al pujante grupo de jóvenes dramaturgos más espacios.