Canibalismo y perversión: la aterradora historia detrás de La bella durmiente
El clásico de Disney llevó a Aurora y al príncipe Phillip a miles de hogares en todo el mundo; sin embargo, en el relato original se esconde una violación
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La bella durmiente, la película estrenada a nivel mundial un 29 de enero de 1959, fue uno de los primeros grandes éxitos que produjo Walt Disney Pictures. El largometraje animado se ganó los corazones de millones de niños que, por muchos años, encontraron en Aurora a su princesa favorita. Sin embargo, la verdadera historia de esta joven esconde un lado oscuro que, para más de un enamorado por la magia del cine, le resultará aterrador.
Muchos tendrán en su imaginario la conmovedora historia de Aurora, la joven que al cumplir sus 16 años fue maldecida por el hada Maléfica. Al pincharse con el huso de una rueca, la princesa cayó en un profundo sueño del que solo despertaría con el beso de su verdadero amor. Según la profecía, dormiría 100 años.
Al igual que otras historias reconocidas que triunfaron gracias a la versiones producidas por Disney, este relato tuvo un origen muy distante al que conocimos durante más de 60 años. En principio, la versión tradicional cuenta que los creadores de la película se basaron en el texto de los hermanos alemanes, Jacob y Wilhelm Grimm, que fue publicado en su libro Cuentos de la infancia y del hogar, en 1812.
Más allá de la narración que inspiró a Disney, el relato original de La bella durmiente surgió 200 años antes y ese primer cuento fue el que inspiró a los hermanos Grimm. En 1634, el escritor italiano Giambattista Basile sacó a la luz su obra Pentamerón, donde incluyó decenas de cuentos de hadas. Entre sus páginas difundió la fábula llamada Sol, Luna y Talía y, de aquella obra, nació la historia de Aurora.
Además de crear un texto de amor, magia y romance, Basile impregnó a su escrito de profundos giros de terror y perversidad. No obstante a las grandes similitudes, la oscuridad que se lee en el libro original dista mucho de la enternecedora historia de Disney. En su manuscrito, el italiano abarcó temas como la venganza, el abuso sexual e, incluso, el canibalismo.
En el remoto texto del siglo XVII la protagonista, Talía, es una princesa que, según la profecía, iba a estar en peligro constante de pincharse con una astilla envenenada que yacía oculta en telas de lino. Por este motivo su padre, el rey, prohibió el material en todo el palacio para evitar que su hija sufriera el trágico destino. Al igual que Aurora, Talía sobrevivió durante muchos años hasta llegar a la adolescencia. Cumplidos los 16, la joven se clavó el material en un dedo y cayó en un profundo sueño.
Su padre y los eruditos del castillo creyeron que la profecía se había cumplido y que Talía había muerto. Destrozado por la tristeza, el rey no logró enterrar el cuerpo de su hija y decidió envolverlo en terciopelo y dejarlo bajo llave en una recóndita habitación del castillo.
Hasta aquí, una introducción similar a la versión de Disney. Pero, a diferencia de lo retratado en el film, quien llegó a su rescate no fue un príncipe azul.
Una violación y el oscuro despertar
Un noble de un reino vecino se encontraba en las tierras de Talía persiguiendo a su halcón que había escapado en medio de la caza. El ave llegó hasta la ventana del cuarto en el que la princesa yacía dormida. Al subir a la habitación, sorprendido por la belleza de la dama, el joven se acercó y notó que estaba inconsciente.
“Creyó que dormía y la llamó, pero ella permaneció inconsciente. Dando voces, vio sus encantos, y comprobó cómo la sangre le recorría con fuerza las venas. La elevó en sus brazos y la llevó a la cama, donde recogió los primeros frutos del amor. Dejándola en la cama, volvió a su reino, donde, debido a sus numerosas ocupaciones, no recordó ese momento como más que un simple incidente”, escribió Giambattista Basil. El texto literario esconde el horror que cometió ese hombre: violó a la princesa mientras estaba inconsciente.
Nueve meses después, aún sin despertar, Talía dio a luz a dos hijos que fueron criados por hadas del bosque, quienes los ayudaban a amamantarse de su madre hechizada. Así se mantuvieron durante un largo tiempo hasta que, por error, uno de los niños succionó el dedo de su madre en un intento de comer y le extrajo la astilla envenenada.
En lugar de ser despertada por el príncipe azul como Aurora, uno de sus hijos fue quien rompió el hechizo de Talía. Al salir de ese estado, la princesa se dio cuenta de que había dado a luz durante su sueño y, con gran amor, nombró a los pequeños como Sol y Luna. Meses después, el noble que había abusado de ella regresó al palacio y no solo se encontró con que la mujer estaba despierta sino que era padre de dos niños.
“Él se regocijó y le dijo a Talía quién era, y cómo la había visto y había entrado en aquel lugar. Cuando ella oyó esto, la amistad de ambos fue tejida con lazos estrechos, y él permaneció con ella durante unos pocos días”, continuó el relato original de 1634.
La venganza y el canibalismo
Luego de vivir una hermosa semana con Talía y sus hijos, el noble debió regresar a su reino junto a su esposa. Sin poder quitársela de sus pensamientos, un noche, en pleno sueño, mencionó los tres nombres y su mujer lo oyó.
La reina explotó de ira y elaboró un siniestro plan para vengarse de la traición de su marido. Extorsionó al secretario del palacio real que conocía el romance del rey con Talía, y le pidió que llevara a la infiel y a los niños al castillo para poder conocerlos.
Sin embargo, al llegar, el pretexto de la amistosa reunión fue desechado. Con una poderosa sed de venganza, la reina le ordenó al cocinero que asesinara a Sol y a Luna, y que preparara un guiso con ellos para alimentar a su esposo. Para Talía comandó un destino diferente: la hoguera.
Esa misma noche, mientras su marido cenaba, ella se regocijaba por la revancha cumplida. Sin poder aguantar su éxtasis por lo que había hecho, le contó todo lo ocurrido a su marido. Hundido en una profunda desesperación por la pérdida de su amada Talía y de sus hijos, el rey ordenó la inmediata ejecución de su esposa, el cocinero y el secretario.
Sin embargo, en una defensa inmediata, el cocinero le aseguró que Talía, Sol y Luna, estaban vivos. Conmovido por la ternura de los niños, el hombre no pudo sacrificarlos y los ocultó en su casa donde los cuidó su mujer. En lugar de cocinarlos, los alimentó y le sirvió al rey un guiso de cabra.
Por su parte, también resguardó de la seguridad de Talía y evitó su terrible final entre las llamas. Luego de lo acontecido, el rey tomó la firme convicción de separarse de su esposa y castigarla por el intento de asesinato contra su amada y sus hijos. Por esto, la sentenció a ser sacrificada en la hoguera, destino que finalmente se cumplió.
Así, el noble caballero decidió hacer a Talía su nueva reina. ”El rey nunca se cansó de jugar con los tres, su mujer y sus hijos, que se hicieron una rueda de molino de besos. (...) Dio generosas recompensas al cocinero y le hizo chambelán. Se casó con Talía y ella vivió dichosa una larga vida con su marido y sus hijos”, concluyó Giambattista Basile.
Al final, al igual que Aurora junto al príncipe Phillip, Talía y su noble señor vivieron felices para siempre. Sin embargo, el camino que debieron atravesar para llegar al final de sus sueños fue mucho más oscuro en la obra original de la historia. Los vestigios del añejo manuscrito de Basile reflejaron en su epílogo la moraleja del relato, bastante rebuscada y perversa si se tiene en cuenta que la joven fue violada: “A aquellos a quienes favorece la fortuna encuentran la buena suerte, incluso, en sus sueños”.
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